sábado, 12 de febrero de 2011

La revolución alemana: cómo una insurrección obrera puso fin a la Primera Guerra Mundial

Es un lugar común afirmar que la revolución de noviembre de 1918 en Alemania fracasó. Pero tuvo éxito en poner fin a la Primera Guerra Mundial, el mayor y más sangriento conflicto de la historia de la humanidad hasta aquel entonces. También consiguió algunas reformas importantes que el movimiento de la clase obrera no logró conseguir en más de medio siglo de lucha. Éstas reformas incluyeron: el sufragio universal, la jornada laboral y una legislación para la negociación colectiva.
 
 


El levantamiento de noviembre de 1918 empezó con un motín de soldados de los navíos de guerra de Kiel y Wilhelmshafen, al norte de Alemania. Se había ordenado el traslado de unos 80.000 marineros a Skageragg para una "maniobra", pero éstos creyeron que en realidad se les enviaba a una batalla en el momento mismo que el nuevo gobierno había aceptado iniciar las negociaciones de paz.

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial en agosto de 1914, la inmensa mayoría de la gente común se creyó las mentiras de sus respectivos gobiernos, a saber: que la guerra se libraba en su interés y que la victoria traería una vida mejor para todos. Pero en este momento la rabia contra la guerra había conducido al desencanto hacia la política institucional. El Partido Socialdemócrata Alemán, el SPD, apoyó la guerra, haciendo que la resistencia quedase confinada a un pequeño número de socialistas revolucionarios reunidos alrededor de las figuras de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, único miembro del Reichstag que se declaró en contra de la guerra.


La antigua creencia en los beneficios de la guerra se tornó en desesperación. Para los soldados, esta desesperación se convirtió en odio hacia sus oficiales a medida que millones de soldados alemanes morían y eran mutilados en los campos de batalla.

En agosto de 1917 el primer motín en la marina fue aplastado y sus líderes, arrestados. Dos de ellos fueron ejecutados. Pero sólo un año después los soldados demostraron que habían aprendido la lección de aquella derrota. Tras el levantamiento de los soldados, los oficiales se apresaron a arrestar a 300 insurgentes. En respuesta, los socialistas de izquierda que había entre los soldados abandonaron sus puestos para reunirse con los obreros del puerto. Escogieron a sus delegados y anunciaron una manifestación unitaria en noviembre.

Esta manifestación se convirtió en una demostración de fuerza de las masas: cerca de 10.000 soldados armados y obreros desfilaron por las calles de Kiel reclamando la liberación de sus camaradas. Un grupo de oficiales disparó contra ellos, asesinando a las mujeres y niños que encabezaban la marcha. Los soldados devolvieron los disparos, acabando con la vida del oficial que había ordenado fuego. Y aquí se cruzó el punto a partir del cual no hay retorno. La manifestación se convirtió en un levantamiento. Las prisiones fueron asaltadas y se liberaron a los 300 soldados.

Al día siguiente los soldados eligieron a sus delegados en asambleas masivas y formaron un consejo de soldados para tomar y coordinar las decisiones con las que dirigir las naves de acuerdo con sus intereses. Esa misma tarde el consejo de soldados reunió y puso bajo su mando a cerca de 40.000 marineros armados.

El 5 de noviembre una huelga general sacudió los muelles y las fábricas de Kiel. Se izó la bandera roja en los barcos y en el puerto. Sólo el navío "König" (el "Rey") se mantuvo al mando de sus oficiales. Pero en una breve escaramuza su primer oficial recibió un disparo y la situación se giró a favor de los insurrectos. En dos días el levantamiento en Kiel fue seguido por motines con éxito en todos los grandes puertos, incluyendo Hamburgo, Wilhelmshafen, Cuxhafen y Rostock. La insurrección se fue extendiendo por todo el país, y para el 9 de noviembre ya había alcanzado la capital, Berlín. Los marineros estaban a su cabeza y en todos los sitios los obreros respaldaron su lucha. Fue un levantamiento espontáneo, pero las ideas que había detrás suyo habían sido avanzadas por Karl Liebknecht y el grupo en torno a su persona.

El 1 de mayo de 1916 él y la Liga Espartaco habían organizado la primera manifestación de masas en contra de la guerra en Berlín. Fue arrestado, a pesar de la inmunidad que tenía como parlamentario. Sólo fue capaz de gritar "¡Abajo la guerra!" antes de ser arrestado y encarcelado hasta el fin de la contienda. En mayo de 1915 Liebknecht escribió un panfleto que fue ampliamente distribuido de manera ilegal en las fábricas y entre los soldados. Decía que "en este momento nuestra tarea es la lucha proletaria internacional. El enemigo principal de cada pueblo se encuentra en su propio país. El principal enemigo del pueblo alemán es el imperialismo alemán."

El internacionalismo y la lucha de clases son armas esenciales en la lucha contra el imperialismo. Las lecciones del levantamiento de 1918 contra la sangrienta maquinaria de guerra siguen siendo válidas hoy.

Volkhard Mosler es colaborador de Marx21 (www.marx21.de)
Enlace:
http://www.socialistworker.org.uk/art.php?id=16462

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Qué es el fascismo y cómo combatirlo


Javier García 1999
(Introducción a una Tertulia Roja de IZQUIERDA REVOLUCIONARIA)



El capitalismo es un sistema social que se basa en la explotación de la clase trabajadora a manos de una minoría de la sociedad, aquellos que poseen los medios de producción, es decir, los capitalistas. El dominio de esta minoría sobre la mayoría es garantizado por el estado que es el instrumento por el cual una clase impone su dominio sobre otra.

El estado burgués garantiza el dominio social de los capitalistas mediante su control del aparato del estado. El aparato ideológico del estado -la educación, la familia, la Iglesia, los medios de comunicación, las cúpulas sindicales y políticas reformistas, etc- garantiza la difusión de los valores e ideas de la clase dominante con objeto de impedir la concienciación política y por consiguiente, la lucha, de la clase dominada. El aparato ideológico tiene, por tanto, una función preventiva. Su misión es evitar el levantamiento de la clase dominada.

A pesar de que el capitalismo ha perfeccionado notablemente este aparato, en algunas ocasiones -los momentos en que se producen crisis revolucionarias- su control social no puede ser garantizado sólo por el dominio ideológico. Es entonces cuando actúa el aparato coercitivo -ejército, policía, Guardia Civil, etc- mediante la represión violenta de cualquier movimiento que desestabilice el dominio de los capitalistas.




Los modelos de su dominio

En condiciones normales, la burguesía domina mediante la democracia burguesa. Existen libertades formales, se puede votar, hay partidos y sindicatos, etc. Aquí el aparato dominante es el ideológico. Los capitalistas pueden prevenir cualquier levantamiento social mediante su dominio ideológico que se traduce en un bajo nivel de conciencia de las masas de trabajadores, en la domesticación de las cúpulas sindicales y políticas obreras, en el aislamiento de la vanguardia revolucionaria, etc. Este modelo se da normalmente en mayor o menor medida en países capitalistas desarrollados.





Otro modelo es la dictadura burguesa o bonapartismo. Aquí el aparato dominante es el policíaco-militar. La burguesía deposita su confianza no en los líderes políticos a su servicio, si no en una junta militar. Se suspenden las libertades, se persigue a los opositores, se reprime al movimiento obrero, etc. Existen muchos tipos de dictaduras burguesas. Por ejemplo, la dictadura de Primo de Rivera reprimió a la CNT y al movimiento anarquista, pero toleró a la UGT y al movimiento socialista. Las dictaduras latinoamericanas, sin embargo, sin dejar de ser dictaduras, emplearon métodos propios del fascismo: el aniquilamiento físico de la vanguardia obrera y, por tanto, la destrucción del movimiento obrero organizado. Hay dictaduras que duran poco tiempo (la de Primo de Rivera duró siete años) y otras que duran más (la de Franco, por ejemplo), dependiendo de las relaciones de fuerzas entre las clases.

El fascismo

El tercer modelo es el fascismo. El fascismo se distingue del bonapartismo en varios aspectos y por eso hay que estudiarlo separada y específicamente. El bonapartismo se basa exclusivamente en el aparato del estado. En cambio, el fascismo, descansa en una primera etapa, en un movimiento de masas, es decir, cuenta con apoyo social. Expliquemos esto. El fascismo sólo se puede dar en períodos revolucionarios, en períodos de grandes crisis sociales, cuando no es posible ningún arreglo pacífico entre las clases, cuando la salida no puede ser otra que o fascismo o socialismo. O lo que es lo mismo o victoria de la reacción o victoria de la revolución.

La burguesía, en estos períodos, juega a dos bandas. Por un lado, mantiene la apariencia democrática -parlamento, partidos, etc- y por otro, apuesta cada vez más por el fascismo. En un período revolucionario la clase trabajadora tiene muchas oportunidades para tomar una y otra vez el poder, destruir el estado burgués y transformar la sociedad. Si no lo hace -debido fundamentalmente a que la mayoría de los trabajadores siguen todavía a direcciones reformistas y no se ha construido un partido revolucionario de masas- las masas de la pequeña burguesía y el lumpenproletariado después de poner su confianza en el campo obrero y ser una y otra vez decepcionadas se pasan al campo contrario, al de la reacción burguesa.

La burguesía atrae a estas masas con una demagogia cuasi revolucionaria y las organiza paramilitarmente. Por ejemplo, el partido nazi alemán no sólo hizo propaganda contra los judíos, si no también contra los banqueros y el capital financiero. Distinguían entre el capitalista "bueno" que dirige su negocio y el capitalista usurero o prestamista que saca beneficio del negocio de los demás. Aunque los judíos no llegaban a representar ni un 1% de la clase dominante alemana, algunos de los banqueros más conocidos eran judíos, por lo que era fácil identificar al usurero con el judío.

Por otro lado, millones de alemanes estaban en paro, al mismo tiempo que el impago de los créditos y préstamos bancarios hacía que muchos pequeños comerciantes, tenderos, funcionarios, etc fueran cada día a la ruina. De esta manera los nazis con su demagogia racista atraían a sectores sociales que habían perdido la esperanza en que el proletariado organizado pudiera ofrecer una salida.

Esos sectores eran organizados paramilitarmente y realizaban acciones violentas contra militantes obreros, sedes de sindicatos, atacaban mítines etc. Esto es otra particularidad de los movimientos fascistas. En Alemania las SA y en Italia los Fascio di Combatimento dirigieron sus ataques contra los partidos y sindicatos obreros, por muy reformistas que fueran sus líderes. Muchos pequeño burgueses, lúmpenes y obreros que son enrolados en los destacamentos de combate fascistas creen honradamente que están llevando a cabo una revolución, creen que van a acabar con el sistema... La realidad es que están defendiendo los intereses de la clase dominante y del sistema.

Cuando el partido fascista adquiere una fuerza de masas, la burguesía liquida a los demás partidos burgueses y concentra todo su apoyo en el partido fascista, con objeto de facilitar su llegada al gobierno. Pero esta es la última fase en su estrategia de toma del poder. Antes de esto, los fascistas intentan dominar la calle fomentando el terror con sus acciones -palizas, intentos de asesinato, atentados, etc-. En un principio, estas acciones tienen un carácter individual y van dirigidas contra revolucionarios, minorías étnicas, gays, indigentes, etc. Más adelante conforme avance el proceso sus ataques van dirigidos hacia las organizaciones obreras, sus sedes y actividades.

Una vez que el partido fascista alcanza el poder, el proletariado es duramente reprimido. Sus organizaciones desaparecen y son perseguidas y no sólo sus líderes, si no cualquier militante es objeto de detención, tortura y asesinato. Los capitalistas se deciden por la opción fascista cuando la supervivencia del capitalismo entra en contradicción con la existencia de un movimiento obrero organizado.

El fascismo tiene corta duración. Cuando la burguesía ha aplastado al movimiento obrero y no necesita mantener un movimiento de masas fascista, el régimen evoluciona hacia una dictadura policiaco-militar normal. En esta fase, la clase dominante se puede encontrar con el problema de una posible rebelión de los elementos que cautivó con su demagogia cuasi revolucionaria. Por ejemplo, la burguesía alemana tuvo que liquidar físicamente a los cuadros de mando de las SA, muchos de los cuáles procedían del movimiento obrero y que pretendían apartar a Hitler del poder y expropiar a los capitalistas, en lo que llamaron la "segunda revolución". Estos elementos desclasados fueron barridos por el régimen nazi en la famosa "noche de los cuchillos largos".
Como vemos, el fascismo es un modelo de dominio muy peculiar, que se distingue perfectamente de una dictadura bonapartista, aunque también conserve rasgos comunes.

Resumiendo:

1) el fascismo es un régimen de dominación del gran capital que surge siempre en períodos revolucionarios y como consecuencia de la incapacidad de la clase obrera de tomar el poder y transformar la sociedad.
2) El fascismo se basa en un movimiento de masas organizado paramilitarmente formado por las masas desesperadas de la pequeña burguesía, elementos desclasados de la clase obrera y lúmpenes.
3) Este movimiento surge en torno al partido fascista que utiliza a estos elementos captados entre la pequeña burguesía y la clase obrera como fuerza de choque en su estrategia de toma del poder político.
4) Dicha estrategia pasa por diferentes fases hasta que el partido fascista adquiere una dimensión de masas. Entonces, la clase capitalista apuesta decididamente por el fascismo liquidando al resto de partidos burgueses.
5) Cuando las organizaciones obreras han sido destruidas y el peligro ha pasado, los capitalistas purgan el partido fascista de elementos "revolucionarios" para permitir la evolución del régimen hacia una dictadura bonapartista basada en el estado.

Esta es la teoría marxista del fascismo expuesta de la forma más sencilla y resumida posible. Pero no todo el mundo está de acuerdo con esto.

Otras explicaciones del fenómeno fascista

- La teoría socialdemócrata del fascismo afirma que existen sectores de la clase dominante interesados en derrotar el fascismo. Ponen por ejemplo, el enfrentamiento entre el capitalismo alemán y inglés durante la 2ª Guerra Mundial o el repudio de algunos importantes magnates alemanes hacia el nazismo. Todo ello para llegar a la conclusión de que no se puede luchar contra el fascismo con métodos violentos o extralegales. El estado -los jueces, la policía, etc- son los que tienen que enfrentarse a los fascistas, no los trabajadores. El movimiento obrero debe unirse a los sectores progresistas de la clase dominante para combatir desde la legalidad al fascismo. La expresión política de esta unión es el Frente Popular, coalición entre partidos obreros y burgueses. Este planteamiento clásico de la socialdemocracia fue asumido por el estalinismo a partir de 1935 en el VII Congreso de la Internacional Comunista que aprobó la política de Frentes Populares.

- La teoría estalinista del fascismo originariamente era bien distinta. No diferenciaba entre los fascistas y los socialdemócratas a los que llamaba "socialfascistas". Esto hacía imposible cualquier unidad de acción entre los obreros socialdemócratas y los estalinistas frente a los fascistas. Esta política era conocida como la política del "tercer período" que comenzó con el crak del '29 y que según los estalinistas iba a ser la crisis final del capitalismo. En ese período los socialdemócratas como habían demostrado otras veces iban a ser los salvadores del capitalismo como ocurriera en la revolución alemana de 1919 donde Rosa Luxemburgo y los dirigentes espartaquistas fueron asesinados por las tropas al mando del Gobierno socialdemócrata alemán. Los estalinistas llamaban a su táctica frente único por abajo, es decir, un frente de los trabajadores sin interferencias burguesas, lo cual es correcto, pero sin participación de la dirección socialdemócrata, lo que en la práctica impedía cualquier unidad de acción. El resultado de esta política fue que, por ejemplo, ante el peligro nazi, el PC alemán abrazó una política ultraizquierdista y sectaria que impidió por un lado, ganar a la base socialdemócrata y por otro lado, dividió el movimiento obrero, facilitando la llegada al poder de Hitler.

Cómo combatir el fascismo. Propuestas para el debate:

* Grupúsculos fascistas van a existir siempre. Conexiones con el aparato del estado también. Según un informe publicado en Madrid en 1994, el 13% de los miembros de BB.AA. eran miembros de las fuerzas de seguridad del estado. La cuestión es discernir cuando existe el peligro real del fascismo. O lo que es lo mismo, cuando un grupúsculo fascista puede adquirir una fuerza de masas. Para que esta variable pueda convertirse en realidad la sociedad tiene que entrar necesariamente en un período revolucionario. ¿Necesita la clase dominante el fascismo para seguir dominando? O lo que es lo mismo, ¿existe un peligro real de acceso al poder de los fascistas en Europa a corto y medio plazo?

* Existen diferentes grupos políticos de extrema derecha. Por ejemplo, el Partido de la Libertad (Austria) de Jorg Haider emplea una demagogía racista y xenófoba, pero no tiene encuadrados dentro de sus filas a bandas paramilitares. El Frente Nacional (Francia) de Le Pen o de la Alianza Nacional (Italia) de Fini han tenido o tienen estos elementos dentro de sus filas, aunque se desentienden de sus acciones. Entre estos grandes partidos y los grupos más abiertamente neonazis, ¿existe una diferencia esencial?

* Para luchar contra las bandas fascistas, crees que sería necesario exigir al Gobierno su prohibición. Es decir, ¿podemos fiarnos del estado para controlar la actividad de estos grupos o sólo podemos confiar en la fuerza de nuestra movilización?

* A la vista de la experiencia histórica, ¿que táctica debemos utilizar: Frente Popular, Frente Único o Frente Único por abajo?.

FUENTE:http://www.marxismo.org/?q=node/46

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Qué significa ser marxista, hoy


Los marxistas de hoy representan la continuación de la obra revolucionaria de Marx, Engels, Lenin, Luxemburgo y Trotsky. Deben ser, por tanto, las personas más luchadoras, consecuentes y firmes por la liberación y emancipación de la clase trabajadora.

Una lucha que sólo puede acabar, o con la derrota de la clase obrera y la consumación de la barbarie capitalista que amenaza con la propia destrucción de la humanidad, o con el derrocamiento del capitalismo y la victoria de la revolución socialista, que, estableciendo la democracia obrera a nivel internacional, ponga las bases para la desaparición de las clases, la extinción del estado y la construcción de la sociedad comunista.

El marxismo, el socialismo científico, huye de la vulgarización y el esquematismo mecanicista propios del estalinismo, que en alianza con el reformismo, ha llevado al proletariado a grandes derrotas históricas.


El marxismo rechaza el culto a la personalidad. Reivindicamos el carácter vivo, dialéctico y relativista del marxismo; no como dogma, sino como guía para la acción. Esto significa, en primer lugar, ser críticos hasta con el propio marxismo. Debemos ser capaces de desarrollar un pensamiento independiente con la ayuda del método marxista, basándonos en lo esencial de la escuela leninista: el análisis concreto de la situación concreta.

Internacionalismo

Si existe un rasgo principal que define al marxismo, éste es el internacionalismo. Cuando unos 500 monopolios y multinacionales dominan la economía mundial; cuando un puñado de grandes banqueros son capaces, por meros intereses especulativos, de hundir a la moneda de un país; cuando los trabajadores para ganar una lucha local a una multinacional tienen que organizarse a nivel internacional; l@s marxistas defendemos la necesidad de la unidad de la clase obrera por encima de las fronteras nacionales.

Defendemos la necesidad de construir el partido revolucionario a nivel mundial, como única garantía del triunfo del proletariado. El socialismo, o se construye a nivel internacional o degenera, y finalmente, es derrotado.

Democracia obrera

El marxismo reivindica que la construcción del socialismo no se limita a la simple nacionalización de la economía. Es necesario que la clase trabajadora controle la producción y la sociedad. La más amplia democracia obrera, los más amplios derechos democráticos son inherentes al socialismo.

La restauración del capitalismo en los antiguos estados estalinistas demuestra la certeza del programa marxista. Trotsky, hace más de 50 años, planteó que la burocracia estalinista sería incapaz de defender las conquistas del estado obrero, se convertiría en un freno absoluto para el progreso social y más tarde o más temprano, si la clase trabajadora no se alzaba contra el poder burocrático, la burocracia se haría restauracionista. No encontraría más salida que restaurar el capitalismo y reconvertirse en nuevos burgueses y agentes del imperialismo.

Colapso del estalinismo

El marxismo defiende que la caída del estalinismo no marcó el final de la época de la revolución socialista, sino sólo el final de un paréntesis histórico. Aún estamos en la época del imperialismo, en la época en la que el capitalismo ha agotado su papel histórico de desarrollar el progreso de la sociedad, impidiendo el avance de la humanidad.

Vivimos una agonía prolongada del capitalismo que se caracteriza por la concentración de la riqueza cada vez en menos manos, el aumento de la miseria y las enfermedades, las guerras de rapiña, la expoliación de los países ex-coloniales, el surgimiento de la barbarie fascista y racista, la destrucción del medio ambiente,...

Pero, al mismo tiempo, esta es la época de la transición hacia el socialismo. En una situación donde 2/3 partes de la humanidad no tienen resueltas sus necesidades básicas, donde los avances tecnológicos no son aprovechados en beneficio de todos, donde sólo en Latinoamérica existen más de 800.000 niñas que son obligadas a protituirse para sobrevivir,... sólo el socialismo puede resolver los problemas globales y superar la crisis de civilización que afecta a la humanidad.

Revolución socialista

Sin embargo, no existe la crisis final del capitalismo. Si la clase trabajadora no toma el poder político en sus manos, los capitalistas siempre encontrarán una salida. El socialismo no va a llegar sin lucha. La burguesía nunca se conformará con una pérdida de sus privilegios y beneficios. Siempre que pueda empleará todo su poder para acabar con cualquier intento de transformación social y restablecer el status quo. Lo vimos en la España de los años 30, en Chile en 1973, etc.

A lo largo de la historia, los poderosos han defendido con saña sus privilegios. No van a dejar que a través de reformas, de forma gradual, se les expropie. Se puede pelar una cebolla capa a capa, pero es imposible matar a un tigre pata a pata. Sólo a través del alzamiento revolucionario del proletariado contra la reacción burguesa se podrá vencer al capitalismo. Los marxistas, por tanto, somos revolucionarios consecuentes.

Finalmente, el marxismo reivindica el espíritu del optimismo revolucionario. Nuestra lucha camina en el sentido de la historia. Hoy, la clase obrera es la clase más poderosa de la sociedad. Sin su permiso ni gira una rueda ni brilla una bombilla. Por eso el 90% de nuestra tarea consiste en hacer consciente al proletariado de su propio poder.

FUENTE:http://www.marxismo.org/?q=node/46

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Un tal Marx, y un tal Engels

Se vuelve a hablar de Marx y Engels, en realidad nunca habían resultado tan actuales, tan modernos como en el presente, cuando el capitalismo ya ha demostrado todo lo que es capaz de infligir al mundo.

Hablando con los jóvenes que ahora empiezan a "tomar conciencia", a uno le llega la sensación de estar en un nuevo comienzo, con todas las dudas y dificultades propias de eso, de comenzar a andar de nuevo.
No quiero entrar sí antes y ahora fue peor, pero el que escribe no fue hasta el pase por la escuela nocturna para obreros de Sant Ramón Nonato, el Coll-blanch, en la zona colindante entre Barcelona y L´Hospitalet, donde se pudo enterar que existían un tal Marx y un tal Engels, nombres que parecieron raros en verdad. El mismo hecho de estar en aquel lugar ya reflejaba una inquietud, al igual que mis compañeros, trabajaba desde la madrugada, y pasaba del trabajo a las clases que eran de las 20 a las 22 horas. Se trataba de conseguir un certificado de "estudios primaros", pero la vedad es que había mucho más. Baste decir que el maestro era don Josep Vidal, un trabajador de La Farga, al que los llamados "nacionales" le habían retirado el título de maestro, y gracias que solamente le hicieron eso. Alguien le preguntó que era eso del "comunismo", y él comenzó a explicar cuatro cosas sobre aquel tal Marx y aquel tal Engels.

Por entonces, no era para nada fácil encontrar una biografía de ellos y menos una introducción al marxismo, eso comenzó a ser factible años más tarde gracias a editoriales como Nova Terra, Fontanella, o Ciencia Nueva. Recuerdo que Juan Montero contaba que se había comprado una biografía reaccionaria de Marx, la de Robert Payne, pero que el leyó lo que le interesaba y en el sentido que le interesaba. Igual me sucedió a mí con otra de un autor germano difícil de retener, y editada por una editorial (Cid) que se decía pertenecía al Opus Dei. La estaba leyendo mientras convalecía de una operación en el Hospital del Valle Hebrón, entonces conocido como Hospital Francisco Franco, y uno de los médicos que tropezó con el ejemplar comenzó a sermonearme. Aquello era un antigüalla –decía-, que ya no podía interesar a nadie. Ya había pasado el tiempo en el que los proletarios no tenían nada que perder, ahora era ya otra cosa, tenían trabajo, un salario que les permitía prosperar, sanidad y escuela pública, etc. Además, eso se la lucha de clases creaba odios…

Pero desde luego no me convenció, tampoco lo harían con una nueva generación. Nosotros encontramos numerosas razones para sentir que el marxismo era algo fundamental para comprender el mundo, y de ahí que, en muy poco tiempo, aquel tal Marx y el tal Engels que le bueno del profesor Vidal conocía de sus años jóvenes, comenzaran a editarse, primero de manera casi prohibida, como sucedió con la magnífica antología de C. Wright Mills sobre Los marxistas, de ERA, y luego fueron llegando otras y otras, algunas totalmente asequibles como aquella pequeña colección de Aguilera que preparaba Manolo Sacristán, y que en las paradas legales del Sant jordi de las entidades vecinales, se tenían que reponer una y otra vez…Algo no muy diferente esta sucediendo en los últimos tiempos, aquel tal Marx y el tal Engels que nos describían como parte de un mundo perdido, como dinosaurios de otros tiempos, están siendo rescatados.

Y es que, aunque algunos apocalípticos como Claude Chabrol, al que tanto le ha servido el marxismo para sus retratos burgueses, digan que ya no hay lucha de clases, que ahora estamos divididos entre burgueses y los que no lo son, pero quieren serlos, lo cierto es que aunque quieren no lo podrán ser, ya se ha acabado la fiesta neoliberal, de una lucha de clases llevada desde arriba, y estamos entrando en otro tiempo en el que los de abajo, aquellos a los que el médico que me sermoneaba ya veía como integrados…un tiempo en el que alguien como el profesor Vidal tendrá que explicar nuevamente que…

El tal Karl Marx (Tréveris, Renania, 1818-Londres, 1883), sigue siendo la figura más influyente e importante de la historia de la humanidad después de Cristo. Su vida y su obra se encuentran estrechamente ligada a la de Engels, su alter ego. Aunque destacó sobre todo como teórico y científico social, pero sería injusto no reconocer su dimensión militante. Fue y sigue siendo el centro del odio de todas las corrientes de pensamiento reaccionarias y se le ha llegado a atribuir el germen que más tarde produciría el Gulag, pero no ha habido ataque que haya resistido la prueba de la historia. Mal utilizado en vida --él mismo comentó delante de la interpretación de sus ideas efectuada por uno de sus discípulos: «sí esto es marxismo... yo no soy marxista»-, ha sido deformado brutalmente tras su muerte.

Mal conocido durante décadas, sólo ahora su obra resulta accesible en lo fundamental. Los estudios sobre su vida y su obra resultan imposibles de contabilizar, no hay semana sin que aparezca una nueva aportación en las librerías. Nació en una familia de tradición religiosa, pero su padre era un abogado liberal y funcionario público y convertido al cristianismo, siendo Marx educado en la religión protestante. Estudió Derecho, Historia, y después Filosofía, en las universidades de Bonn, Berlín y Jena en la que se doctoró con una tesis sobre Epicuro. En aquella época aspiraba al puesto de «encargado de curso» de Filosofía, pero, ya envuelto en los conflictos políticos, se dedicó al periodismo democrático como director de La Gaceta Renana, fundada por los liberales de Colonia y animada por su amigo Mossés Hess. Establece contacto con el grupo radical democrático de los «jóvenes hegelianos», al que pertenecerán también Engels, Bakunin y Hess.

En 1843, Marx entra en contacto con Engels y da los primeros pasos de una colaboración extraordinariamente fructífera. Después de que La Gaceta es prohibida por el gobierno prusiano, Marx se traslada a París desde donde editará un par de números de la revista Los Anales Franco-alemanes, junto con Arnold Ruge. Es en esta revista donde edita La crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, obra determinante en su evolución. En Francia se hace comunista y conoce directamente el movimiento obrero más evolucionado políticamente de su tiempo, a la vez que conoce y estudia algunos de sus pensadores más importantes como Blanqui, Flora Tristán, Dézamy, Proudhom, Blanc, etc. Publica La sagrada familia, una crítica filosófica a los hermanos Hess. A instancia del gobierno prusiano, es expulsado de Francia y debe de trasladarse a Bélgica, donde escribe su crítica a Proudhom --al que antes había elogiado por su obra ¿Qué es la propiedad?- por su libro La filosofía de la miseria con otro titulado justamente Miseria de la Filosofía, y que supone también una crítica al anarquismo avant la lettre. Junto con Engels pasa a formar parte de la Liga de los Comunistas, una organización obrera formada en su mayor parte por exiliados alemanes y cuyo nombre más conocido es Weitling, un comunista cristiano.

Junto con Engels redacta El manifiesto comunista, obra cumbre de la agitación política en la que se encuentra gran parte de los presupuestos que desarrollará más tarde y sobre la cual, por citar un ejemplo, diría Bertrand Russell: «yo no conozco ningún otro documento que tenga igual fuerza propagandística, y esta fuerza proviene de una intensa pasión, vestida intelectualmente con una exposición inexorable. El Manifiesto Comunista (del que existen numerosas ediciones recientes, por ejemplo en El Viejo Topo, con prólogo de P. Fernández Buey) fue lo que dio a Marx su puesto en el movimiento social y este puesto lo hubiese merecido siempre, aunque no hubiera escrito nunca El Capital». Expulsado esta vez de Bélgica retorna brevemente antes de entrar de nuevo en Alemania, donde participa activamente en el movimiento revolucionario como director de La Nueva Gaceta Renana. Sus ideas sobre la revolución las expresa así: «Aunque los obreros alemanes no puedan alcanzar el Poder, ni ver realizados sus intereses de clase sin haber pasado íntegramente por un prolongado desarrollo revolucionario que coincidirá con el triunfo directo de su propia clase en Francia, lo cual contribuirá a acelerarlo considerablemente.

Pero la máxima aportación a la victoria final la harán los propios obreros alemanes cobrando conciencia de sus intereses de clase, ocupando cuanto antes una posición independiente de partido e impidiendo que las frases hipócritas de los demócratas pequeños burgueses les aparten un solo momento de la tarea de organizar con toda independencia el partido del proletariado. Su grito de guerra ha de ser la revolución permanente». Tras el fracaso de la revolución, vuelve a Francia, pero también es expulsado ya que la revolución también ha fracasado y se traslada a Inglaterra, donde, salvo un breve intervalo en 1850 en Hamburgo para intentar reeditar sin éxito La Nueva Gaceta Renana, pasará el resto de sus días con su compañera Jenny y sus hijas, todas ellas casadas con militantes socialistas.

En 1851 publica El 18 Brumario de Luis Bonaparte, donde describe el golpe de Estado y analiza el bonapartismo. Dedicará entonces la mayor parte de sus esfuerzos en el estudio de la economía política capitalista en el British Museum, pasando calamidades y sobreviviendo gracias a lo que cobra por sus artículos y sobre todo gracias a la ayuda que le presta Engels. Producto de este gigantesco esfuerzo será Crítica de la economía política, y años más tarde el primer volumen de El Capital, una obra aún inconclusa --después de su muerte, Engels recompondrá el segundo volumen--, que revolucionará las ciencias sociales. Durante su trabajo de investigador, no cesa en sus polémicas contra diversos socialistas, y responde a la campaña de calumnias que contra él ha desencadenado el famoso naturalista liberal Karl Vogt (un antecesor del estalinismo), contra el que escribe El señor Vogt (ZYX, Madrid).

En 1864. Karl abandona un tanto su labor de estudioso --aunque era plenamente consciente de su importancia--, y forma parte de los fundadores de la Asociación Internacional de los Trabajadores, redactando sus principales documentos y orientando el Consejo General, hasta el final: llevando a cabo una inmensa labor política y teórica, amén de una continua crítica a las diversas tendencias socialistas que componían el movimiento obrero de su tiempo. En su opinión, la «Internacional se fundó para reemplazar las sectas socialistas o semisocialistas por la organización efectiva de la clase obrera para la lucha. Los primeros estatutos y la Memoria inaugural, así lo revelan desde el primer golpe de vista. Además, sí el curso de la Historia no hubiera hecho pedazos el sistema de sectas, el movimiento obrero real hubiera actuado, en relación inversa. Si la clase obrera no está todavía madura para hacer un movimiento autónomo verdadero, las sectas tienen justificación histórica; mas cuando alcanza esa madurez, las sectas son reaccionarias en esencia.

Sin embargo, la Historia demuestra por doquier, que lo viejo pugna por reconstituirse y mantenerse dentro incluso de la nueva forma adquirida» (carta a Bolte). Utilizando mucho tacto en la forma y una gran constancia en el fondo, Marx trató, apoyándose en los sectores más progresivos de la AIT, sentar las bases del movimiento obrero moderno en torno a los sindicatos como organización autónoma y reivindicativa de la gran masa de asalariados y del partido, como la fracción más avanzada del movimiento y que se apoya en un programa revolucionario. En 1871, con ocasión de la instauración de la Comuna de París, Marx aunque no está enteramente de acuerdo sobre la oportunidad de este «asalto al cielo» ni con su desarrollo --considera que debía haber ido más lejos, socializando la Banca, extendiendo la revolución, etc.-, la apoya con todas sus fuerzas y saca de ella las lecciones fundamentales para diseñar lo que considerará la piedra angular de su aportación teórica, la dictadura del proletariado. Algunos de sus seguidores --Mehring, Nin, etc.- han criticado su actitud ante Bakunin y sobre todo, el desacierto que supuso dejarle a éste la bandera de la AIT sin haber establecido una alternativa inmediata.

Al finalizar la AIT, Marx volvió plenamente a su labor científica, dedicando también parte de su atención a la naciente socialdemocracia alemana. Su entusiasmo con esta nueva organización que respondía básicamente a lo que había defendido en la AIT, no es obstáculo para que lleve a cabo una crítica impecable contra el llamado Programa de Gotha, producto de la fusión entre los marxistas y los seguidores de Lasalle. Antes de morir, tiene ocasión todavía de escribir una dura requisitoria contra el «grupo de Munich» que defiende posiciones revisionistas «avant la letre» y en el que se encuentran Bernstein y Hochberg. Los define diciendo que son personas «en teoría cero, en la práctica, buenos para nada, que quieren arreglar los dientes al socialismo (que arreglan para su conveniencia según recetas de la Universidad) y sobre todo al partido socialdemócrata, ilustrar a los obreros, o como dicen, suministrarles" elementos de educación "mediante su confusa semiciencia y, sobre todo, hacer respetable al partido ante los ojos de los burgueses conformistas».

Sobre Marx se han dicho muchas cosas, pero podemos concluir sistemáticamente diciendo que hizo dos aportaciones básicas, descubrió y desarrolló la concepción materialista de la historia y también «la ley especial que preside la dinámica del actual régimen capitalista de producción y de la sociedad burguesa engendrada por él" (Engels), pero esto nos presenta solamente su cara científica, y Marx era: «ante todo y sobre todo, un revolucionario". "Así se explica que Marx fuese el hombre más odiado y más calumniado de su tiempo. Todos los gobiernos, los absolutistas como los republicanos, le desterraban, y no había burgués, desde el campo conservador al de la extrema democracia, que no le cubriese de calumnias, en verdadero torneo de insultos. Pero él pisaba por encima de todo aquello como sobre una tela de araña, sin hacer caso de ello, y sólo tomaba la pluma para contestar cuando la extrema necesidad lo exigía. Este hombre muere venerado, amado, llorado por millones de obreros revolucionarios como él, sembrados por todo el orbe, desde las minas de Siberia hasta la punta de California, y bien puedo decir con orgullo que, sí tuvo muchos adversarios, no conoció seguramente un solo enemigo personal. Su nombre vivirá a lo largo de los siglos, y con su nombre, su obra».

En cuanto al tal Fredéric Engels, (Barmen,1825-Londres, 1895), se puede decir que fue el militante y teórico socialista que creó con Marx el "socialismo científico" o marxismo. Engels no solamente encontró en Marx el mejor amigo que pudo imaginar, también como autor fue su "alter ego" hasta el punto que resulta poco menos que imposible disociar la obra de ambos. Después de la muerte de Marx continuó representando su obra aunque se suele criticar el reduccionismo y los errores de su última etapa estrechamente vinculada a los inicios de la socialdemocracia alemana e internacional. Engels nació en el seno de una familia burguesa, su destino inicial era el de convertirse en un empresario, enviado por sus padres a Manchester a trabajar en un establecimiento.

En Gran Bretaña observó los fenómenos sociales creados por el manchesterismo y escribió La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845; Júcar, Madrid, 1980), que además de resultar un vigoroso retrato de la explotación capitalista desarrolla muchas ideas propias que luego formaron parte del acervo marxista, en la que analiza con maestría las condiciones sociales del obrero, el nuevo «agente revolucionario».. Sus primeros años también son muy paralelos a los de Marx. Actuó siendo muy joven en el movimiento literario democrático radical, La joven Alemania, afiliándose después al movimiento de los Jóvenes Hegelianos. Crece y estudia en un ambiente burgués, conservador y pietista. Sin embargo en el liceo de Elberfeld conecta con las corrientes románticas y liberales. Engels se expresará en esta época mediante la poesía --al parecer, sin demasiada fortuna--, escribe versos sobre héroes antiguos en los que intenta simbolizar sus deseos juveniles de emancipación.

Un año antes de acabar sus estudios su padre decide emplearlo en el comercio, empezando a estudiar para ello en 1838. Lo hace en Bremen donde descubre la miseria de la clase trabajadora, y comienza a colaborar con el movimiento de la Joven Alemania de carácter liberal y literario. Un año más tarde lee La vida de Jesús de Straus e inicia con gran entusiasmo el estudio de Hegel, en pleno proceso de radicalización se aproxima a los Jóvenes Hegelianos, asumiendo ideales socialistas todavía no claramente definidos. En 1841 se traslada a Berlín donde entra en relación con el Doktorkulb, un círculo de la izquierda hegeliana, escribiendo un ensayo contra Schelling que resulta ser su carta de presentación en los medios avanzados. Enviado por su padre a Inglaterra donde tenía negocios, Engels entra en contacto con las luchas y el movimiento obrero organizado lo que significará un cambio cualitativo en su evolución, escribiendo su primer ensayo sobre materialismo histórico, con su Esbozo para una crítica de la economía política.

A su regreso, pasa por París y hace amistad con Marx con el cual escribe La sagrada familia (1845), primer eslabón de una colaboración sólo interrumpida con la muerte.

Con Marx colabora primero con los Fraternals Democrats, después con la Liga de los Justos, a la que convierten en Liga de los Comunistas para la que escriben El manifiesto comunista (1848), obra cumbre del panfleto político y del materialismo histórico. De vuelta a Alemania, Engels participa en primera fila en la revolución de 1848 y colabora intensamente con la Nueva Gaceta Renana hasta su secuestro en 1851. Sus esfuerzos se concentrarán desde esta época en organizar y orientar el naciente movimiento obrero y en profundizar el campo de la teoría revolucionaria. Establecido en Manchester se une con la revolucionaria irlandesa Mary Burns --capítulo sobre el que Marx no quiere saber nada, incluso aún después de la muerte de ella, ocasionando la única sombra de la amistad entre ambos-- y estudia técnicas militares, fisiología y etnología.

Sus libros, artículos y ensayos sobre los temas más diversos forman extensísimo catálogo durante estos cincuenta en los que la estrella de los acontecimientos resulta muy tenue. Con una buena fortuna heredada tras la muerte de su padre, Engels sostiene la economía casera de Marx metido en sus tareas de investigador. Establece contacto con el nuevo movimiento obrero alemán y desarrolla una intensa actividad dentro de la AIT como miembro del Consejo General. Interviene decisivamente en el debate contra los bakuninistas, contra los que escribe Los bakuninistas en acción, en la que tiene como trasfondo la insurrección cantonal española del verano de 1873 y en la que, por falta de información seria, desmenuza la importancia de los anarquistas. Escribe contra ellos: «...Los antiautoritarios exigen qué el Estado político autoritario sea abolido de un plumazo, aún antes de haber sido destruidas las condiciones sociales que lo hicieron nacer. Exigen que el primer acto de la revolución social sea la abolición de la autoridad. ¿No han visto nunca una revolución estos señores? Una revolución es, indudablemente, la cosa más autoritaria que existe...».

Comienza su trabajo de acompañamiento de la joven socialdemocracia alemana --a la que criticará junto con Marx en diversas ocasiones--, desarrollando una intensa tarea en criticar otras corrientes políticas e ideológicas --muestra de ello es su impresionante Anti-Dühring--, estudiando nuevos aspectos de la teoría, cuidando la edición de diversas obras de Marx que muere en 1883, dejándolo hasta su muerte como el mentor de la continuidad marxista. Mantiene una amplísima correspondencia con los principales dirigentes de la socialdemocracia clásica internacional. Durante la época de la II Internacional se creyó que Engels consideraba que los progresos de la democracia, el reforzamiento de las organizaciones obreras y las transformaciones que la evolución de la tecnología militar introducían en los conflictos callejeros hacían definitivamente imposible e inútiles los métodos de acción directa, y que el socialismo debería lograrse por la vía pacífica y por lo tanto gradualista y parlamentaria.

Esta idea reasumida ulteriormente por el eurocomunismo, se fundamenta como decimos más atrás en una manipulación de su texto original. Manipulación que denunció Engels en una carta a Lafargue diciendo: «Liebknecht acaba de jugarme una mala pasada. Ha tomado de mi introducción a los artículos de Marx sobre la Francia de 1848-1850 todo lo que podía servirle para sostener la táctica apacible y antiviolenta a ultranza que hace algún tiempo se dedica a predicar, especialmente ahora que están preparándose leyes coercitivas en Berlín. Pero dicha táctica únicamente la predicó para la Alemania de hoy, y además con muchas reservas. Por lo que respecta a Francia, Bélgica, Italia y Austria, no puede seguirse esa táctica en su conjunto, y es muy posible que en el futuro sea inaplicable para Alemania»..

A diferencia de los lectores de otros tiempos, el lector actual que busque por los rincones de las librerías , sobre todo en las de segunda mano, y en los estantes de los viejos militantes, encontraran una enorme bibliografía, comenzando por la biografía clásica más reconocida de Marx, que es sin duda la de Mehring (Grijalbo), la más erudita y minuciosa quizá sea la de Auguste Cornú, Carlos Marx y Federico Engels (Instituto del Libro Cubano, La Habana, en cuatro volúmenes), la más inquietas e incisivas sean las Karl Korchs (Ariel), y la de Maximilian Rubel: Marx sin mito (Octaedro, BCN, 2003). Rubel es autor también de Karl Marx, ensayo de una biografía intelectual (Paidos, Buenos Aires), y Cronología de Karl Marx (Anagrama).

Muy importantes también son las David McLean (Grijalbo) y la de Boris Nicolayewsky y Maencehn-Helfen (ed. Ayuso). David Riazzanov, uno de los eruditos marxistas más importantes sobre Marx ha publicado En Memoria de el Manifiesto Comunista (Ayuso), Carlos Marx y Federico Engels (Ed. Comunicación), y La pasión de Karl Marx (Grijalbo). Anagrama editó Conversaciones con Marx y Engels, de Hans Magnus Ezneberger. A destacar también Karl Marx, en documentos propios y testimonios gráficos (Edicusa, Madrid), o Lo que verdaderamente dijo Marx, de Ernest Fischer-Franz Marec (Aguilar), y la de conservadora de Isaías Berlín (Alianza).

El capítulo de su formación está cubierto, entre otros, por: La génesis del materialismo histórico, de Mario Rossi, obra monumental de la cual sólo hay una parte traducida al castellano, compuesta por 1. La izquierda hegeliana. 2. El joven Marx. 3. La concepción materialista de la historia (Comunicación, Madrid, 1971); La génesis del pensamiento filosófico de Karl Marx, de Sidney Hook (Ed. Seix Barral), La teoría de la revolución en el joven Marx, de Michael Lowy , La formación del pensamiento económico de Karl Marx: de 1843 hasta la redacción de El Capital, de Ernest Mandel (ambas en ed. Siglo XXI). Un estudio bibliográfico primordial es el de Pedro Ribas, La introducción del marxismo en España (1869-1939), (Ed. de la Torre, Madrid, 1981), y un compendio enciclopédico es el Diccionario del pensamiento marxista (Tecnos, Madrid, 1984), escrito por un equipo bajo la dirección de Tom Bottmore…

Entre sus obras editadas, valgan al vuelo estas notas que seguro requieren una´buena revisión: Diferencia de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y Epícuro (Ayuso, Madrid, 1971); Crítica de la filosofía del Estado de Hegel y La cuestión judía, en Los anales franco-alemanes (Martínez Roca. BCN); Manuscritos económico-filosóficos (Alianza, Madrid, 1968); La sagrada familia (o crítica de la crítica contra Bruno Bauer y consortes), con Engels (Grijalbo, México, 1958); Las formaciones económicas precapitalistas (con prólogo de Eric J. Hobsbawn, ed. Cuadernos de Pasado y Presente); La ideología alemana, con Engels (Pueblo Unido, Montevideo, 1968, hay una traducción catalana en Edicions 62); La miseria de la filosofía (Aguilar, Madrid, 1973); con Engels, Contribución a la crítica de la economía política, prólogo de M. Dobb, con cartas de Marx, Engels y Lasalle (Comunicación, Madrid, 1970)…

Trabajo asalariado y capital. Salario, precio y beneficio (ed. Nova Terra, Barcelona, 1970); El 18 Brumario de Luis Bonaparte (Ariel, BCN, 1968); La lucha de clases en Francia, prólogo de Engels (Akal); Los fundamentos de la crítica de la economía capitalista (Comunicación, Madrid, 1972, II tomos); La guerra civil en Francia, introducción de Engels (Ricardo Aguilera, Madrid, 1970; Ed. Cultura Popular, Madrid); El Capital (Crítica de la economía política), con apéndice de Marx, Engels, Lenin y otros (Fondo de Cultura Económica, México, Akal ha hecho otra traducción que se compone de ocho tomos, otra edición, quizá la más cuidada es la de Grijalbo); Cartas sobre el Capital, con Engels (Edima, Barcelona); Teorías sobre la plusvalía (Comunicación, Madrid, 1974, II tomos).

Entre las selecciones: Sobre el modo de producción asiático, introducción y selección de Maurice Gordelier (Martínez Roca, Barcelona, 1969), Sobre arte y literatura, selección y prólogo de Valeriano Bozal (Comunicación); Sociología y filosofía social, selección e introducción de T. B. Bottomore y M. Rubel (Península, Barcelona, 1977), El marxismo y la cuestión nacional, con otros autores (Avance, BCN, 1977), Karl Marx, sociólogo del modo de producción capitalista, selección e introducción de Lorenzo Díaz Sánchez ( Akal, Madrid, 1976), Textos sobre la Primera Internacional (Castellote ed. Madrid, 1972), Sobre el sindicalismo, selección y pról. de J. Freville (2 tomos, Laia, Barcelona, 1976), Marxismo y terrorismo, con otros autores (Grijalbo), Sobre la religión (Sígueme, Salamanca, 1974), Escritos económicos varios (Grijalbo, México, 1962). Sobre la cuestión colonial (Cuadernos de Pasado y Presente), La revolución española (Ariel, BCN, 1967), La guerre civile nordeamericaine, Sur la socialdemocratie alemande (ambos en ed. 1O/18, París), Socialismo libertario, socialismo autoritario (Viejo Topo, Barcelona), Contra el anarquismo, con Engels y Lenin (ed. Progreso, Moscú), etc., etc. En todas ellas participa Engels. Obras escogidas y completas (dos tomos, Akal, Madrid, 1975), Antología de Marx, efectuada por E. Tierno Galván (Edicusa, Madrid, 1972). En cuanto su correspondencia, aquí se ha publicado la que tiene con Engels, en una edición anotada por Lenin (Grijalbo), y Cartas a Kugelman (Laia, BCN, 1975). Sus Obras Completas comenzaron a ser editadas por Grijalbo, en traducción de Manuel Sacristán.

En cuanto a engels, no hay que decir que su obra es también indisociable de la de Marx, pero podemos ceñirnos a los títulos más específicos relacionados con él, como sus biografías, la clásica de G. Mayer, Friedrich Engels. Una biografía (FCE,. México), y la más asequible de J. M. Bermudo Avila, Conocer Engels y su obra (Ed. Dopesa, Barcelona, 1980).

Entre los diversos estudios de Engels conviene citar el de P. v. Kopnin, Engels y la filosofía de Hegel (Paidós, Buenos Aires, 1975), Engels y el materialismo histórico, de G. L. Gorshkova, Engels y la ciencia marxista, de E. T. Meliujin, Engels y la lógica de dialéctica, de I. S. Narsky, todos ellos autores soviéticos y editados también en Paidós. Pero sobre todo hay que destacar, El pensamiento filosófico de Engels, de Giuseppe Prestino (Ed. Siglo XXI, Madrid, 1975). Entre las otras obras propias de Engels están: Temas militares, Las guerras campesinas en Alemania, Dialéctica de la naturaleza, Anti-Dühring (La subversión de la ciencia por el señor Dühring), todas ellas fueron editadas por Grijalbo; El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Del socialismo utópico al socialismo científico, Crítica al programa de Erfurt (en Ayuso, Madrid); Escritos (Historia y economía, crítica social, filosofía, cartas) (Península, BCN, 1970; La revolución de la mayoría, selección y apéndice de Liana Longinotti (Avance, Barcelona, 1975), que reincide en la manipulación de sus escritos esta vez para justificar posiciones eurocomunistas...

Lo más curioso de todo esto, es que sí bien el lector no versado, puede encontrarse con dificultades en un principio, en la medida que avanza, y se hace al lenguaje, comienza conocer los hechos, llega a un momento en el que se engancha, algo que mi me ocurrió con el Mehring, pero también con las páginas de la correspondencia entre ambos señores, los que mejor describieron el génesis, impulso, desarrollo, apogeo y decadencia del capitalismo. Claro, que otra cuestión es la de las alternativas, y en esto el capitalismo ha resultado especialmente perverso, ha sabido corromper a sus propios revolucionaros, pero sobre esto también habría mucho que hablar.

Doctor Vidal, gracias donde quiera que esté

viernes, 11 de febrero de 2011

China SOCIALISTA: sociedad y economía


Introducción
China es un auténtico gigante. Con sus 9.596.961 km2 es el cuarto país más grande del mundo, tras Rusia, Canadá y Estados Unidos; y con sus más de 1.300 millones de habitantes el más poblado. Es un país pobre, con un índice de desarrollo humano medio (0,777 en el 2007), pero es toda una potencia mundial, debido a su tamaño. Todos los países capitalistas ansían introducirse en su mercado puesto que aunque la gran mayoría de los chinos sean pobres, el 10% de la población son más de 100 millones de posibles consumidores, muchos países no tienen tanta población.
La China prerrevolucionaria


China es uno de los imperios más antiguos de la historia. Data, cuando menos, del año 1600 a.C. en el que se unifica gran parte del territorio bajo el poder del emperador, se fija la escritura y se difunde el cultivo del arroz, fundando las dinastía shang. Desde entonces se suceden distintas dinastías, con formas políticas semejantes a la monarquía absoluta. La última dinastía es la manchú, que será derribada por el liberalismo capitalista y nacionalista en el siglo XX. En los años 1911 y 1912 se instala en China una república que no se consolidará hasta 1937.


Durante el siglo XIX China sufrió un proceso colonizador por parte de ingleses, franceses, portugueses, alemanes y japoneses que se asentaron en puertos como Cantón, Hong Kong, Nankín, Tianjin o Shanghai, sin penetrar en el interior. China aparece como un territorio que explotar y un gran mercado para las potencias coloniales.



Desde el siglo XVIII la Compañía de las Indias Orientales, británica, comercia con seda, té y porcelana procedente de China. La balanza de pagos estaba desequilibrada a favor de China hasta que se empezó a traficar con opio, del que se convirtieron en grandes consumidores. Se intentó limitar este comercio por parte del Gobierno chino, pero los intereses privados presionaron a las autoridades coloniales británicas y se terminó por generar un conflicto armado en 1840 conocido como la guerra del opio. Esta guerra terminó en 1842 con el Tratado de Nankín, que supuso un nuevo status para los extranjeros y convertía a China en una colonia británica. El pago de la deuda de guerra empeñó y empobreció al Imperio chino. El servicio de aduanas quedó en manos inglesas, con lo que se abrieron al comercio muchos puertos, además del de Cantón, en los que vivían colonias internacionales de europeos bajo gobierno autónomo y con sus propias leyes.

Los productos industriales terminaron por competir con ventaja con la artesanía china. Existía una cláusula según la cual las ventajas las podía obtener cualquier país extranjero. Los EE UU fueron los primeros beneficiarios. China se convirtió en una colonia internacional a pesar del aislamiento que pretendía el Gobierno.

Las conductas capitalistas entraron en la sociedad china, que ya practicaba un capitalismo comercial, y se difundieron con rapidez las ideas liberales. Pero el orden social, en estamentos, y la estructura de la propiedad, latifundista y con explotaciones de minifundio, terminan por hacer estallar la rebelión taiping, entre 1850 y 1864; una rebelión campesina y nacionalista que prohibirá la importación de opio. En 1856 los ingleses bombardean Cantón y estalla la segunda guerra del opio, que terminará en 1858 con la cesión de más puertos a los ingleses a cambio del sostenimiento del Imperio contra los taiping.

A finales del siglo XIX, en 1894 y hasta 1911, entra en guerra con Japón, lo que supone que este país también va a gozar de las ventajas coloniales.

La asfixia de las rentas chinas es agobiante. Con la política de puertas abiertas todas las potencias podían explotar el país; y la corte manchú apenas podía controlar el territorio y malamente el gobierno.

Las rebeliones campesinas eran cada vez más frecuentes. Se comenzó a culpar a los extranjeros y se incitó a una guerra contra ellos, la rebelión de los bóxers: chinos nacionalistas, antidinásticos y antiextranjeros (1899-1900).
La república nacionalista

Tras la rebelión de los bóxers la dinastía manchú se deteriora en poco tiempo. En 1911 triunfa un ciclo revolucionario de carácter liberal, nacionalista y capitalista dirigido por Sun Yat-sen. Se instaló en el poder como una dictadura militar. Pero la ayuda recibida de las potencias industriales, el respeto a la propiedad privada y los tratados internacionales, supondrían no una mejora de la situación sino un considerable empeoramiento, agravado por la corrupción del Estado.

La situación degeneraría en un segundo ciclo revolucionario, que comienza 1918 y termina en 1927 con el triunfo de Chang Kai-chek; del mismo signo y con los mismos efectos, aunque empeorado por la amenaza japonesa sobre Manchuria. La Unión Soviética ejercía ya un dominio ideológico y político sobre el mundo socialista. Se formaron las primeras guerrillas comunistas. Mao Tse-tung comenzaba a destacar como líder nacionalistas, pero preocupado por hacer una reforma agraria radical. Esto supondría la transformación de la propiedad, y progresivamente se volvió hacia el comunismo: hacia el marxismo-leninismo.

La revolución socialista en China

En 1921 se funda el Partido Comunista Chino (PCC), con Mao como secretario general, y se instala en ciudades como Shanghai o Cantón, muy populosas y dominadas por la oligarquía extranjera, pero en las que se podía estar en contacto con las ideologías dominantes en Europa. Sus primeros objetivos tienen como escenario las ciudades, y la revolución industrial como modelo. Pero el PCC es un grupo débil y no recibe la ayuda del PCUS. En realidad el PCUS está apoyando al Kuomintang en la guerra contra los japoneses.

En 1924 el gobierno nacionalista comienza a perseguir al PCC, que va formando el Ejército rojo. El partido opta por tener su fuerza revolucionaria entre el campesinado pobre. En estos momentos, el PCC sufre persecuciones, pero crece rápidamente. En 1927 se produce una revuelta campesina en Hunan que está controlada por el PCC y es aplastada violentamente. Mao establece la primera base territorial comunista en las montañas de Hunan. Es una base territorial revolucionaria, la «república soviética» en los montes de Kiangsi, que tiene el apoyo del campesinado. En 1931 se declara la primera República Soviética China en los montes de Kiangsi, que dominan desde 1928. Chang Kai-chek envía varias expediciones militares, con ayuda de ingleses y alemanes, y derrota al Ejército rojo en 1934. Después de la derrota, el Ejército rojo inicia la larga marcha: una huida de más de mil kilómetros a través de China en la que se va haciendo la revolución por donde pasa, hasta asentarse en Shansi-Yenán, donde establecen una segunda república soviética en 1936, con un Ejército rojo fortalecido. Se hacen las primeras comunas y se comienza la reforma agraria, es la revolución.

Pero en 1936 comienzan las expediciones militares japonesas en China, en la región de Manchuria, y los comunistas hacen frente común con los nacionalistas del Kuomintang para derrotar a los japoneses, formando un frente unido antijaponés. En 1937 estalla la guerra chino-japonesa, en la que se enfrentan al enemigo con un ejército chino fortalecido. Los comunistas controlan un mayor territorio, dominan en el campo, mientras que los japoneses controlan las ciudades. Esta circunstancia permite a los chinos el control de las comunicaciones y del abastecimiento. Los japoneses no serán derrotados hasta el final de la segunda guerra mundial. Durante la guerra el prestigio del Ejército rojo crece mucho, y se expande por toda China, sobre todo en el mundo rural, gracias a su estrategia de guerra de guerrillas. Se identifica, en la opinión popular, nacionalismo, resistencia y comunismo. El Ejército rojo trata mejor a sus soldados que el Kuomintang, tampoco maltratan al pueblo y no saquean para conseguir comida; todo ello les hace más populares que el ejército del Kuomintang. El régimen republicano se va quedando relegado en el interior, y la corrupción se generaliza en su administración. Los comunistas llevan el peso de la guerra contra los japoneses.
Al terminar la guerra mundial comienza la guerra civil por el control del poder en China, entre el Kuomintang y los comunistas. Los estadounidenses no desean meterse en otra guerra, que queda lejos de su territorio, y dejan hacer. Además, se les pide la no intervención en las conversaciones de paz. En 1946 se produce la primera batalla entre el Kuomintang y el Ejército rojo, en Manchuria, muy lejos de las tropas americanas. En 1949 termina la guerra y se proclama la República Popular de China, el 1 de octubre.

La China socialista

Con el triunfo comunista se produce un cambio radical en la sociedad y la economía china, que no desconoce su pasado ni sus estructuras, por lo que crea un modelo nuevo de socialismo muy atractivo para los países del Tercer Mundo.

Se iniciará un proceso de alfabetización y educación que permitirá la utilización las nuevas tecnologías en la industria y la expansión de las ideas socialistas, extrañas a la cultura tradicional china.



Comienza un proceso de reforma agraria, que será la base de la economía china. Los comisarios que llevan a cabo esta reforma difunden por todo el país la ideología comunista y las nuevas costumbres, que chocan con la tradición.

Se introduce un nuevo concepto de familia, y de sociedad igualitaria, en la que se destierran prácticas ancestrales, como el vendaje de los pies de las niñas, que están muy arraigadas.
China era un país en gran parte sin industrializar y hubo de hacerse un ingente esfuerzo para crear una estructura fabril. No obstante, esta industria se localizó en los antiguos enclaves coloniales que tenían una infraestructura mínima.

Se creó un nuevo modelo de convivencia: la comuna, que era al mismo tiempo una unidad de producción, sobre todo agrícola. Los medios de producción son colectivos, aunque al principio la explotación era individual. Sin embargo, las decisiones se toman en conjunto para toda la comuna. Los cuadros del PCC aportaban la crítica ideológica marxista. Actuaban como una sociedad democrática cerrada y dominada ideológicamente por el PCC, que era en la práctica el que mandaba. A partir de 1958 la explotación de las parcelas asignadas deja de ser individual y comienza a ser responsabilidad de un grupo: la brigada.
En 1959 Mao Tse-tung deja de ser presidente de la república, aunque continúa siendo secretario general del PCC, pero las tentaciones capitalistas y la corrupción de los cuadros ponen en peligro la revolución. Entonces Mao lanza en 1962 el «gran salto adelante», publica el «Libro rojo», en el que plasma sus ideas sobre la revolución y la sociedad china. La idea básica es la revolución permanente, la autocrítica y la crítica a los cuadros del PCC, incluso a los más elevados. Esto permitió desencadenar una feroz represión que terminó con muchos de sus compañeros. Mao asumió la dirección de la «revolución cultural».
En 1953 muere Stalin, y en 1956 Jruschev convoca el XX congreso del PCUS. El nuevo secretario general condena el estalinismo, las purgas masivas y el culto a la personalidad dentro del comunismo. Como el comunismo chino se apoyaba en la personalidad de Mao, China y la URSS rompen sus relaciones.

La política económica del PCC favoreció una economía de subsistencia en la que apenas había excedentes que comercializar, y estos únicamente se vendían en las ciudades chinas.

El alejamiento de la URSS permitió que se iniciase un acercamiento a EE UU, lo que les dio la posibilidad acceder a un mercado internacional. En 1972 se comenzó a tener relaciones diplomáticas; además, en la industria hubo un importante desarrollo.
En 1976 muere Mao Tse-tung y se inicia en China un periodo de crisis e inestabilidad política. Tras la muerte de Mao, Deng Xiao-ping se hace con el control efectivo del partido y del país. Se comienza entonces una política de apertura hacia el capitalismo económico, pero no hacia la democracia política. Se permite la propiedad privada de algunos medios de producción, como las tierras, lo que termina generalizando el minifundismo: pues nadie tiene capitales suficientes para comprar las tierras necesarias y producir para el mercado. También se permite la llegada de capital extranjero y el turismo; aunque sólo en las ciudades principales.

Con estas medidas, el comercio se revitaliza y crece la producción agrícola e industrial, gracias a una fuerza de trabajo abundante, barata y suficientemente cualificada. Sin embargo, los canales de comercialización son deficientes y no permiten poner los productos en el mercado.
Esta apertura le abrirá las puertas de los países capitalistas. En 1979 se establecen relaciones diplomáticas con EE UU y en 1984 comienza las conversaciones con Inglaterra para la descolonización de Hong Kong, que culminará, definitivamente, el 1 de julio de 1997. El 19 de diciembre de 1999 es devuelto Macao, por parte de los portugueses. Esta es la última colonia europea en Asia.

Sin embargo, la apertura económica no está acompañada por la política; incluso hay claros signos de represión. Se abre el proceso a la banda de los cuatro por corrupción durante la época de Mao, y se reprimen violentamente las manifestaciones políticas, como las que pedían democracia para China en 1989 en la plaza de Tiananmén. En 1997 muere Deng Xiao-ping y sus sucesores continuarán con esa mezcla de capitalismo económico controlado y comunismo social. Con la incorporación de Hong Kong, China reúne en un sólo país dos sistemas económicos antagónicos: el comunista y el capitalista.
Población

China es el gigante demográfico más grande del mundo. En 1970 tenía 831 millones de habitantes, en 1980 había 996 millones, en 1995 eran 1.200 millones y en el 2007 más de 1.300 millones. La progresión de la población es rapidísima. Esto quiere decir que la densidad de población media es de más de 130 h/km2; sin embargo, no está repartida uniformemente. El interior del país y las montañas del Tíbet son regiones casi despobladas, con menos de 1 h/km2. También hay muy poca población en los interfluvios más importantes, menos de 25 h/km2; la mayor parte de la población la encontramos en los valles de los ríos principales Amur, Hoang-ho o Amarillo, Yan-tse-kiang o Azul y Si-kiang, en las que la agricultura del arroz se hace intensiva, y alcanzan hasta 150 h/km2. No obstante, las mayores densidades de población se encuentran en la costa y la región de Pekín, con más de 400 h/km2. Algunas regiones, como el entorno de Shanghai, Macao, Nankín, Tianjin, Cantón y Hong Kong superan los 1000 h/km2. En el interior sólo la región de Sichuan, una hoya en las estribaciones orientales del Tíbet, regada por el Yan-tse-kiang y con una buena producción agrícola, tiene unas densidades semejantes. En general, el valle del Yan-tse-kiang tiene las densidades más altas del interior.

El crecimiento demográfico tiende a ser elevado, debido a la gran cantidad de población y a que no ha terminado la transición demográfica, pero las autoridades chinas han tenido, desde hace tiempo, una política decididamente antinatalista. Los poderes públicos determinan el número máximo de hijos por mujer. En 1970 el crecimiento vegetativo era del 2,5%, en 1980 del 1,3%, en 1992 del 1,5% y 1,7 en el 2007; este ligero incremento se debe al menor control de las autoridades. La fecundidad ha bajado del 5,4 ‰ en 1970 a cerca del 1,75 ‰ en el 2007. Para controlar la natalidad se proporcionan sistemas anticonceptivos de todo tipo, sobre todo el preservativo, por ser barato, y se recurre al aborto y al infanticidio, sobre todo si nacen niñas. Pero el método más utilizado es la abstinencia, ya que no se permite el matrimonio antes de los 30 años. Tener más hijos de los permitidos está muy penado.

A pesar de todo la población aumenta, ya que disminuye también la mortalidad infantil, aun siendo alta. En 1970 era del 71 ‰, en 1980 del 40 ‰, en 1992 del 27 ‰ y en 2007 del 22,12 ‰, una reducción muy drástica, pero muy lejos del 5 ‰ de Japón o del 6 ‰ de España.
La reducción de la mortalidad infantil ha provocado un aumento de la esperanza de vida al nacimiento que no tiene su reflejo en la calidad de vida. En 1970 era de 61 años, en 1980 de 67, en 1992 de 71 y en el 2007 de 73 años.

La población china es mayoritariamente rural. El 60% de la población vive en y del campo. Pero en los últimos tiempos se observa un proceso de urbanización ligero. En 1970 la población urbana era sólo del 17%, en 1980 del 19%, en 1992 del 33% y en el 2007 del 40%. La política comunista favorecía la vida en el campo y la población rural en contra de la urbana. Hoy en día la liberalización de la economía y las mayores oportunidades que ofrecen las ciudades favorecen la emigración del campo a la ciudad.

La pirámide china presenta un aspecto de país joven con una base amplia y bien estructurada, típica de un país en plena transición demográfica.
El hábitat rural

El mundo rural chino está marcado por el impacto de la revolución socialista. En tan extenso país no es posible hablar de un modelo rural único, pero la mayoría de la población vive en el entorno de los grandes ríos dedicados a una agricultura de subsistencia, intensiva y de tipo asiático, lo que quiere decir que el cultivo principal es el arroz, seguido de los cereales panificables. El bosque tiene una importancia vital en este tipo de economía.
La aldea china carece de plano determinado, pero tiende a la regularidad. Las casas son de madera, y están construidas sobre un pedestal que las eleva sobre el suelo. No son casas cómodas, y apenas tienen estancias específicas. La calefacción sólo es imprescindible en el norte. Los servicios sanitarios brillan por su ausencia. Modernamente, ha llegado el agua corriente y la luz eléctrica. Esta es la casa típica de todo el sudeste asiático, que se ha llegado a exportar hasta a Japón.

Tradicionalmente la casa tenía un pequeño huerto abonado con las heces humanas, pero con la revolución esto desapareció. La ganadería no está integrada suficientemente en el sistema agrícola.
La propiedad de la tierra es comunal, pertenece al pueblo, y se cultiva entre todos. La decisión de qué se cultiva y cómo se toma en común, en reuniones controladas por los cuadros del partido. Los cuadros del Partido Comunista son los auténticos oligarcas del país. La tierra se explota en parcelas pequeñas con los medios que proporciona la comunidad. Al principio, cada familia recibía una parcela, y era su responsabilidad explotarla, pero tras la revolución cultural las parcelas no se repartieron, y se comenzaron a cultivar en común, en la brigada. Tras la desaparición de Mao, y con la apertura al capitalismo, cada familia volvió a tener una parcela que cultivar, pero de manera secundaria, ya que primero tiene que dedicar su trabajo a las tierras comunes y luego a las suyas. La producción agrícola se consume en el pueblo, y se reserva algo para las ciudades y el mercado. En la actualidad los que cultivan parcelas «propias» pueden dedicar toda la producción al mercado, con lo que consiguen acumular capital. Esto ha permitido que aparezcan nuevos ricos, que emigran a las ciudades. Estos nuevos ricos son los comerciantes y los cuadros del partido: la clase media china. Salvo excepciones, como los cultivos textiles, muy poca de la producción agrícola se comercializa.
Las ciudades

En China encontramos algunas de las ciudades más grandes del mundo, como Pekín, Shanghai, Chongoing y Tianjin, todas ellas con más de 5.000.000 de habitantes. No encontramos la macrocefalia de otros países subdesarrollados, pero sólo porque es un país muy grande y la población no se concentra en una sola ciudad.

El resto de la red urbana está muy mal estructurada. Apenas existen ciudades medias, más allá de las capitales de las treinta provincias con que cuenta: unas provincias muy grandes a las cuales no sirven en su totalidad la mayoría de las capitales. Pero, en los últimos tiempos, ha comenzado la emigración del campo a la ciudad y empiezan a sentirse los primeros signos de superpoblación. Para evitar esto, las autoridades chinas han comenzado a primar a las capitales y a las ciudades nuevas como centro urbano, con similares oportunidades que las grandes urbes. Estas ciudades medias tratan de canalizar y ordenar el mundo rural inmediato: proporcionando productos a los grandes centros urbanos. Cada ciudad lleva a cabo un fuerte programa de desarrollo; lo que le obliga a drenar fuerza de trabajo y capitales del campo. A la postre, esta política favorecerá un auténtico éxodo rural y desequilibrará, aún más, la distribución de la población. Todo esto está, aún, controlado por las autoridades comunistas chinas, que aún deciden dónde debe vivir la población. No obstante, y saltándose las directrices de las autoridades, ha comenzado un proceso migratorio interno, campo-ciudad, y de las regiones pobres a las ricas. Estos emigrantes se enfrentan a grandes problemas, ya que al no poder estar censados en la ciudad en la que viven no tienen derecho a los servicios básicos, como sanidad, educación, seguridad social, y ni siquiera a adquirir bienes.

Economía

A pesar de ser un país subdesarrollado, China es un gigante económico. Su PNB le sitúa entre los primeros del mundo, pero su renta per cápita es muy baja. Existe una pequeña clase media que puede consumir, y que se está desarrollando con la apertura económica. La sociedad china está en pleno proceso de cambio.

Debido a la tremenda diferencia de desarrollo entre las regiones del interior y las de la costa el gobierno escogió ciertas ciudades a las que otorgó incentivos especiales para atraer inversiones del extranjero. En 1980 se crearon cuatro zonas económicas especiales: Shenzhen, Zhuhai y Shantou en la provincia de Guangdong; y Xiamén en la de Fujian. Salvo Xiamén, las otras eran pequeñas ciudades de la costa, en las cercanías de Hong Kong, Cantón y Macao. En 1988 la isla de Hainan, perteneciente a la provincia de Guangdong se convirtió en provincia y en zona económica especial. En 1984 el Estado otorgó privilegios a otras catorce ciudades. En 1990 se tomaron una serie de medidas para convertir el distrito rural de Pudong, en Shanghai, en una zona de desarrollo, que ha provocado el surgimiento de una impresionante urbe. Desde entonces muchas ciudades del interior reclaman medidas políticas similares.

El éxito de las zonas económicas especiales está muy claro desde el punto de vista del desarrollo económico chino, pero no está tan claro desde el punto de vista occidental. La mayoría de las inversiones proceden de los capitales chinos de ultramar. Las inversiones extranjeras se han hecho en productos que necesitan poca tecnología y fuerza de trabajo intensiva y barata, cuando se esperaba inversiones de alta tecnología. Los costes necesarios para crear las infraestructuras los ha asumido el Estado chino.
La mayoría de los productos no están destinados al mercado interior sino a la exportación. No obstante, la política de protección del medio natural tuvo un impacto directo en la elevación de los incentivos y la productividad en el sector industrial. Los capitales se dedicaron a la elaboración de productos de consumo de baja tecnología, que tienen un impacto muy importante en el aumento del consumo interno.

La estructura económica china está cambiando rápidamente. En 1970 el 42% del PIB correspondía a la industria, el 40% a la agricultura y el 18% a los servicios. En 1980 la industria había subido al 49%, mientras que la agricultura bajaba al 36% y los servicios al 15%. En 1992 la industria bajaba al 44%, la agricultura al 28% y los servicios subían al 28%. En el 2007 la agricultura aporta el 11,7%, la industria 49,2% y los servicios el 39,1% Esto nos muestra cómo China ha hecho un esfuerzo de industrialización en los años 70. La industria ha traído el auge de los servicios, que cada vez tienen más importancia.

La industria se sitúa en las grandes ciudades de la costa, con buenos puertos internacionales, mientras que el resto del país se dedica a la agricultura. En los últimos tiempos se pretende fomentar el turismo, pero con grandes dificultades. La agricultura es, en buena medida, de subsistencia, aunque cabe destacar las regiones del río Hoang-ho que se dedican al cultivo de algodón y las fibras textiles, prácticamente son las únicas que producen para el mercado.

El crecimiento económico de China se ha ido incrementando con la adopción de prácticas capitalistas. En 1970 era del 6%, en 1980 del 8%, en 1992 del 13%, y en el 2007 del 11%, y ello con una inflación relativamente baja, baja para los países subdesarrollados, entre el 7% y el 5%. Lo que sí a aumentado alarmantemente es la deuda exterior; casi inexistente en vida de Mao en 1980 era de 5.000 millones de dólares, en 1992 de 61.000 millones de dólares y en el 2007 de 363.000 millones de dólares. Esto puede hipotecar, a la larga, su futuro.
La población activa es barata, pero escasamente cualificada según los criterios occidentales; y ha sufrido un cambio radical. Ha ido aumentado en la industria, en la que trabajaba el 12% en 1970, el 19% en 1980, el 21% en 1992 y el 25% en el 2007. También ha aumentado en los servicios, en los que trabajaban el 9% en 1970, el 13% en 1980, el 19% en 1992 y el 32% en el 2007. Donde ha disminuido es en la agricultura, en la que trabajaban el 79% en 1970 el 69% en 1980, el 60% en 1992 y el 43% en el 2007. Esto quiere decir que China continúa siendo un país mayoritariamente agrícola. La mayor parte de la población vive del campo, aunque cada vez la industria tiene un peso mayor en el PIB. Estas cifras sitúan a China muy lejos de los países desarrollados en los que la mayor parte de la población vive de los servicios.

Como China es un país muy grande su volumen de comercio exterior le sitúa hacia el segundo país del mundo, teniendo en cuenta que casi la mitad del volumen corresponde a Hong Kong. Aquí es necesario tomar por separado a China y a Hong Kong. El comercio exterior chino ha sufrido un incremento impresionante. En 1970 exportaba por valor de 2.500 millones de dólares, de los cuales el 41% correspondía a productos agrícolas, el 12% a productos energéticos y el 42% a productos manufacturados. En 1980 exportaba por valor de 18.000 millones de dólares, de los cuales el 32% eran productos agrícolas, el 26% productos energéticos y el 48% productos manufacturados. En 1992 exportaba por valor de 81.000 millones de dólares, de los cuales el 10% corresponden a productos agrícolas, el 8% a productos energéticos y el 62% a productos manufacturados. En el 2007 exportaba 1.221.000 millondes de dólares sobre todo de productos manufacturados. En resumen, China exporta por un valor muy superior al de 1970, y sobre todo exporta productos elaborados. Los principales clientes de China son: Japón, la Unión Europea, y EE UU, pero cada vez más los países en vías de desarrollo de su entorno. En la década de los 80 la entrada en el mercado de EE UU descompensó un tanto la importancia de los países de su entorno, pero esto ya se ha restablecido.

Las importaciones también han cambiado radicalmente. En 1970 importaba por valor de 2.500 millones de dólares (40% productos primarios, 1% productos energéticos y 59% productos elaborados), en 1980 por valor de 20.000 millones de dólares (32% productos primarios, 0,1% productos energéticos y 68% productos elaborados), en 1992 por valor de 76.000 millones de dólares (17% productos primarios, 2% productos energéticos y 81% productos elaborados), y en el 2007 por valor de 917.400 millones de dólares. Los principales proveedores de China son: Japón, la Unión Europea, Estados Unidos y los países de su entorno. Como en las exportaciones, se observa el impacto de Estados Unidos en la década de los 80. Su entrada supuso una perdida de importancia de los mercados del entorno a favor del nuevo cliente, pero en la década de los 90 estos mercados se recuperan espectacularmente. La Unión Europea es la única que ha perdido importancia en este proceso.

Con estas cifras se puede observar claramente el cambio radical de una economía comunista de subsistencia a una economía de mercado dirigida. Pierden importancia los productos primarios y los agrícolas y la ganan los productos industriales. En 1970 la balanza comercial era cero, fruto de la decisión de las autoridades; en 1980 era negativa, pero desde 1992 era claramente positiva: lo que demuestra el gran potencial económico de China, que es capaz de poner en el mercado productos baratos, aunque aún de baja calidad y poco valor añadido.

El caso de Hong Kong es totalmente diferente. Hasta 1997 ha sido una colonia británica bastante aislada de la economía china. Su principal fuente de negocios son los servicios, aunque no faltan industrias que fabrican productos de alto valor añadido. La agricultura está prácticamente ausente. La economía de Hong Kong tiene una estructura más compleja, ya que exporta ante todo, servicios, y mucho de lo que exporta antes lo importa. Gran parte del volumen es especulativo y ni siquiera llega a entrar en Hong Kong sino que las empresas aquí erradicadas hacen negocios entre dos países terceros. Esto supone más del 75% del negocio.

Se ha dicho, no sin razón, que China es un gran dragón dormido. Su potencial económico es de primer orden, aunque sólo sea por los 1.300 millones de habitantes. Muchas de estas personas son pobres y no parece que tengan posibilidades de enriquecerse, pero con que lo consiga un 25% de la población se convertirá en el mercado nacional más grande del mundo, incluida la Unión Europea y Estados Unidos.

Algunos de los hombres de negocios más dinámicos de Asia son chinos. Hay en el exilio más de 30 millones de chinos habituados a las prácticas capitalistas, más los de Hong Kong, y pueden aprovechar su posición de privilegio para impulsar un desarrollo económico que trasforme la sociedad china por completo: lo único que hace falta es libertad política y un sistema democrático, cosa nada fácil. China controla el 60% de comercio interior de Asia, lo que significa dejar de depender de Europa y Estados Unidos. ¿Qué ocurrirá cuando el consumo interno de China aumente?

FUENTE:http://club.telepolis.com/pastranec/temascomp/Tema12.html

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sábado, 5 de febrero de 2011

Los marxistas y la revolución venezolana


"Aquellos que esperan ver una revolución social 'pura' nunca vivirán para verla. Esas personas prestan un flaco servicio a la revolución al no comprender qué es una revolución". (Lenin)

Hay marxistas de todo tipo: algunos leen mucho, otros no tanto. Algunos se han tomado la molestia de penetrar en la esencia del método marxista, estudian cuidadosamente la dialéctica, mientras que otros simplemente se quedan en la superficie, se limitan a un tipo de determinismo económico vulgar que podría ser útil para la agitación pero que realmente es ajeno al Marxismo.




Al leer los escritos de este tipo de "Marxismo" siempre se tiene la impresión de entrar en el oscuro sótano de una biblioteca que ha permanecido cerrado por muchos años. Está lleno de pedacitos de conocimiento que no han sido digeridos, sin aire, polvorientos y estériles. Se trata de un Marxismo desnudo de dialéctica, es decir, despojado de su alma revolucionaria. Esta clase de "Marxismo" en esencia es bastante compatible con el reformismo y la pasividad, puesto que, a pesar de su terminología radical, nunca abandona el sillón y las pantuflas.

Esta desviación es particularmente común en Gran Bretaña, donde cuenta con un extenso linaje que se remonta a Hyndeman. En parte refleja la tradición británica del estrecho empirismo y la aversión hacia las generalizaciones teóricas de gran alcance, en parte también es fruto de la presión de las ideas reformistas y la rutina del movimiento obrero que nunca es capaz de ver más allá del bosque.

Un revolucionario debe "sentir" el movimiento de las masas y debe tener en su alma la revolución. En contraste, los pedantes estudiosos ven el proceso histórico como una cuestión de "fuerzas objetivas" que determinan todo por adelantado. Este tipo de personas no son revolucionarios sino eternos observadores cuyo punto de vista tiene más común con la noción calvinista de la predestinación que con la dialéctica revolucionaria del Marxismo.

La idea de la predestinación jugó un papel progresista en las primeras etapas de la revolución burguesa en Holanda e Inglaterra durante los siglos XVI y XVII, pero hoy en día es irrecuperablemente anticuada. La dialéctica marxista deja mucho margen de maniobra al papel creativo de los hombres y las mujeres en el proceso histórico. Pero también explica que los hombres y las mujeres nunca son completamente libres de las circunstancias objetivas del período histórico en el que viven.

Un revolucionario debe tener una comprensión del método dialéctico, que parte no de definiciones o axiomas abstractos, sino de la realidad viva, con toda su concreción, riqueza y contradicciones. Él o ella debe tomar el movimiento de masas tal como es, como se ha desarrollado históricamente y luchar con todos los medios a su disposición para entrar en contacto con él, establecer un diálogo con él y fertilizarlo con las ideas del Marxismo.

Un revolucionario que no está dispuesto a seguir a las masas a través de este proceso contradictorio y que en cambio intenta alabarlas desde los márgenes del movimiento no será en absoluto un revolucionario, sólo será un lamentable formalista. Una actitud mecánica y doctrinaria respecto al movimiento de masas descarta cualquier posibilidad de influir en él.

El factor subjetivo

El Marxismo nunca ha negado el papel del individuo en la historia, y los individuos o grupos de individuos pueden jugar un papel absolutamente decisivo en determinadas coyunturas del proceso histórico. Lo que Marx explicó -y en esto tenía absolutamente razón- es que en última instancia la viabilidad de un sistema socioeconómico determinado depende de su capacidad de desarrollar las fuerzas productivas. La crisis general del capitalismo mundial en el momento actual refleja en el fondo la incapacidad del capitalismo de desarrollar las fuerzas productivas al mismo nivel que lo hizo en el pasado.

Este hecho innegable proporciona el amplio contexto histórico en el que se está desarrollando el gran drama de la política mundial. Determina absolutamente los procesos generales y también sus límites. Pero dentro de estos procesos generales puede haber todo tipo de encrucijadas, flujos y reflujos, donde el carácter de los individuos puede jugar, y lo hace, un papel decisivo. En realidad, la debilidad del factor subjetivo a escala mundial está teniendo un efecto decisivo, retrasando y distorsionando el movimiento hacia la revolución socialista.

El factor más importante hoy en día a escala mundial es la ausencia de una dirección marxista fuerte y con autoridad. La tendencia del genuino Marxismo ha retrocedido décadas y actualmente representa una pequeña minoría. Todavía no puede llevar a las masas a la victoria. Pero los problemas de las masas son atroces. No pueden esperar hasta que estemos preparados para dirigirlas. Intentarán por todos los medios cambiar la sociedad, lucharán por encontrar una escapatoria al callejón sin salida. Esto es particularmente cierto en los países ex-coloniales de África, Asia y América Latina, donde sobre bases capitalistas la sociedad no tiene ninguna posibilidad de avanzar.

En ausencia de una tendencia marxista de masas es posible (en realidad inevitable) la aparición todo tipo de peculiares variantes. Para comprender la naturaleza de estos acontecimientos y distinguir en cada etapa lo que es progresista y lo que es reaccionario, es necesario tener una aproximación creativa.

Para una mentalidad sectaria la revolución debe seguir un esquema preestablecido: por ejemplo, tiene que estar dirigida por un partido marxista. Ahora no vamos a discutir la vital importancia de la dirección y el partido revolucionarios en la revolución. Pero para construir un partido así es necesario hacer una evaluación realista de la etapa que ha alcanzado el movimiento y nuestro papel dentro de él. Más tarde regresaremos a este punto.

El problema de esta aproximación es que no utiliza procesos vivos, sino fórmulas y definiciones abstractas y normas universales. Es decir, es idealista y no materialista, es metafísica y no dialéctica. Establece la norma ideal de lo que debería ser una revolución, rechazando sistemáticamente cualquier cosa que no se atenga a esta norma. En la mente de un idealista esto es perfecto. Pero la perfección ideal frecuentemente choca con la realidad, como ya sabemos desde Platón.

Para los objetivos de una definición, todos sabemos qué es un ser humano: es masculino o femenino, tiene dos ojos, dos piernas y así sucesivamente. Pero en la vida real algunos humanos nacen con un solo ojo o una sola, o con ninguna, pierna e incluso el sexo de algunos humanos no se puede determinar con exactitud. De hecho, en la vida cotidiana y en la naturaleza es normal encontrarse con cosas que se salen de las normas y debemos aprender a convivir con ellas porque de lo contrario nos aquejará la mistificación y la incomodidad.

El éxito de la revolución estaría realmente garantizado si existiera un partido marxista de masas que pudiera proporcionar la guía necesaria a las capas dirigentes de la clase y armarlas con un programa político. Pero la construcción de este partido no se puede hacer por decreto. La vanguardia revolucionaria sólo puede ganar a la mayoría sometiéndose a la prueba de los acontecimientos y a la aprobación de las masas. Nunca se puede conquistar esta posición alabando a las masas desde los márgenes del movimiento. Y antes de que podamos llegar a las masas es necesario primero comprender la naturaleza del movimiento de masas, la etapa en la que está, las diferentes tendencias (contradictorias) que existen dentro de él y en qué dirección se está moviendo. Es decir, hace falta una aproximación dialéctica.

La primera ley de la dialéctica es la objetividad absoluta: cuando nos aproximamos a un fenómeno determinado no debemos partir de ideas o definiciones preconcebidas, sino de un examen cuidadoso de los hechos, no de los ejemplos o las digresiones, sino del hecho en sí mismo. Si queremos comprender los acontecimientos de Venezuela, el papel de los movimientos y los individuos en estos acontecimientos, es necesario partir de los propios acontecimientos. Una definición en el sentido dialéctico debe partir de un examen cuidadoso de los hechos y los procesos, no con imposiciones desde fuera.

Este fue el método de Trotsky. En el prefacio de su Historia de la Revolución Rusia, Trotsky escribe:

"La historia de la revolución, como toda historia, debe, ante todo, relatar los hechos y su desarrollo. Esto, sin embargo, no es suficiente. Es menester que del relato se desprenda con claridad por qué las cosas sucedieron de ese modo y no de otro. Los sucesos históricos no pueden considerarse como una cadena de aventuras ocurridas al azar ni engarzarse en el hilo de una moral preconcebida, sino que deben someterse al criterio de las leyes que los gobiernan. El autor del presente libro entiende que su misión consiste precisamente en sacar a la luz esas leyes". (León Trotsky. Historia de la Revolución Rusa).

Las líneas anteriores representan un excelente ejemplo del método de análisis dialéctico. En contraste, los pensadores formalistas no se molestan en hacer un estudio cuidadoso de los hechos y los procesos. No se toman la molestia de descubrir las leyes del movimiento de una revolución determinada, porque ya saben (o imaginan saber) las leyes de la revolución en general. Así que una vez armados, no necesitan malgastar el tiempo estudiando los hechos. Simplemente aplican sus ideas y definiciones preconcebidas a los hechos, como un químico aplica un papel tornasol a un fluido. Si el papel se vuelve rojo estamos ante un ácido y si se vuelve azul es una base.

Este método es simple -infantilmente simple, en realidad, y por lo tanto muy adecuado para niños pequeños-. Armado con un conocimiento tan potente, el formalista puede decidir por anticipado si caracteriza los acontecimientos en Venezuela (o en cualquier otro país del globo terráqueo) como una revolución o no. Desde las cimas del Olimpo, se niegan a dar un certificado de nacimiento a la revolución venezolana. Afortunadamente, la revolución no sabe de esta excomunión y le importa incluso menos esto.

¿Qué es una revolución?

La debilidad de la posición de las sectas con relación a Venezuela (hasta donde se han siquiera tomado la molestia de observarla) es que se basan en ideas preconcebidas sobre como "debería ser" una revolución, mientras que al mismo tiempo les traiciona su completa ignorancia de lo que es una revolución.

¿Qué es una revolución? Esta pregunta, que se responde a sí misma, raras veces se hace. Pero a menos que la preguntemos y respondamos, nunca estaremos en posición de determinar lo que está ocurriendo en Venezuela, ni en cualquier otra parte. Una revolución, como explica Trotsky en la Historia de la Revolución Rusa, es una situación donde las masas comienzan a tomar el destino en sus propias manos. Este es ciertamente el caso ahora de Venezuela. El despertar de las masas y su participación activa en la política es la característica más decisiva de la revolución venezolana y el secreto de su éxito.

En el mismo prefacio de León Trotsky citado anteriormente -quien, después de todo, sabía unas cuantas cosas sobre revoluciones- responde de la siguiente forma:

"El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos. En tiempos normales, el Estado, sea monárquico o democrático, está por encima de la nación; la historia corre a cargo de los especialistas de este oficio: los monarcas, los ministros, los burócratas, los parlamentarios, los periodistas. Pero en los momentos decisivos, cuando el orden establecido se hace insoportable para las masas, éstas rompen las barreras que las separan de la palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen. Dejemos a los moralistas juzgar si esto está bien o mal. A nosotros nos basta con tomar los hechos tal como nos los brinda su desarrollo objetivo. La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos". (Ibíd.).

En períodos normales las masas no participan en la política. Las condiciones de vida bajo el capitalismo sitúan barreras inconmensurables en su camino: largas horas de trabajo, cansancio físico y mental, etc. Normalmente, las personas se contentan con dejar a otros las decisiones que afectan a sus vidas: al concejal, a los políticos profesionales, al dirigente sindical, etc.

Sin embargo, en determinados momentos críticos, las masas irrumpen en la escena de la historia, toman su vida y su destino en sus manos, pasan de ser agentes pasivos a protagonistas del proceso histórico. Hay que ser particularmente ciego u obtuso para no ver que ésta es precisamente la situación que se está produciendo en Venezuela. En los años recientes, pero especialmente desde el intento de golpe de estado de abril de 2002, millones de trabajadores y campesinos han empezado a moverse, a luchar para cambiar la sociedad. Si esto no es una revolución, entonces nunca más lo veremos. Sólo el sectario más acérrimo no sabrá comprender esto.

Es necesario entender que las masas, ya sea en Venezuela o en cualquier otro país, sólo aprenden gradualmente a través de la experiencia. La clase obrera tiene que pasar por la experiencia de la revolución y la crisis social para poder distinguir entre las diferentes tendencias, programas y dirigentes. Aprende a través del método de aproximaciones sucesivas. Como explica Trotsky:

"Las distintas etapas del proceso revolucionario, consolidadas por el desplazamiento de unos partidos por otros cada vez más extremos, señalan la presión creciente de las masas hacia la izquierda, hasta que el impulso adquirido por el movimiento tropieza contra obstáculos objetivos. Entonces comienza la reacción: decepción de ciertos sectores de la clase revolucionaria, difusión de la indiferencia y consiguiente consolidación de las posiciones adquiridas por las fuerzas contrarrevolucionarias. Tal es, al menos, el esquema de las revoluciones tradicionales". (Ibíd.)

Y además añade:

"Sólo estudiando los procesos políticos sobre las propias masas se alcanza a comprender el papel de los partidos y los caudillos que en modo alguno queremos negar. Son un elemento, no independiente, pero sí muy importante, de este proceso. Sin una organización dirigente, la energía de las masas se disiparía, como se disipa el vapor no contenido en la cámara de un pistón. Pero sea como fuere, lo que impulsa el movimiento no es la cámara ni el pistón, sino el vapor". (Ibíd.)

Estas observaciones reflejan exactamente la situación de Venezuela, donde el movimiento desde abajo de las masas constituye la principal fuerza motriz de la revolución. Es imposible comprender el proceso limitándose sólo a un análisis de los dirigentes, sus orígenes de clase, declaraciones y programas. Esto es como la espuma de las olas del océano, que son sólo un reflejo superficial de las corrientes profundas que existen debajo de la superficie.

Las masas y Chávez

"La dinámica de los acontecimientos revolucionarios se halla directamente determinada por los rápidos, tensos y violentos cambios que sufre la psicología de las clases formadas antes de la revolución". (Ibíd.)

En ausencia de un partido marxista revolucionario de masas, las fuerzas de la revolución se han congregado alrededor de Chávez y el Movimiento Bolivariano. Hugo Chávez es el hombre en el centro de la tormenta. No importa lo que se piense sobre este hombre, él ha roto la presa y abierto las compuertas. Él solo se ha atrevido a enfrentarse al poder de la oligarquía y desafiar al poderoso imperialismo norteamericano. Incluso sus enemigos declarados y sus críticos no pueden negar que ha demostrado un valor colosal. Dando un ejemplo de coraje ha conjurado unas fuerzas tremendas que durante generaciones han estado latentes en las profundidades de la sociedad venezolana. Esto es un hecho de tremenda importancia.

Por primera vez en los casi doscientos años de historia de Venezuela, las masas sienten que el gobierno está en manos de personas que desean defender sus intereses. En el pasado, el gobierno siempre era un poder ajeno que se presentaba en contra de ellas. Las masas no quieren el regreso de los viejos partidos corruptos. Las masas, los habitantes de los barrios pobres, los desempleados, trabajadores, campesinos, indígenas, negros, han salido de su apatía y se han puesto de pie. Han descubierto que la vida tiene un nuevo significado, una nueva esperanza. De la noche a la mañana, se han convertido en chavistas, aunque no comprendan muy bien qué significa esto.

Quizá las masas sólo tienen una idea muy vaga de lo que realmente quieren, pero sí tienen muy clara la idea de lo que no quieren. No quieren el regreso del viejo orden, los antiguos partidos y viejos dirigentes burgueses. Han podido probar de lo que significa ser libres y no desean regresar a la vieja esclavitud. Con cada fibra de su ser añoran un cambio fundamental de sus condiciones de vida. Para ellos, esto es lo que significa el chavismo. Y este gran sueño de cambio en sus vidas, en su mente se resume en un solo hombre: Hugo Chávez.

Muchas personas se sorprenden por el fervor -un fervor casi religioso- con que las masas miran a su presidente. Están dispuestas a sufrir hambre y pobreza, a sacrificar todas sus posesiones, arriesgar su vida (como hicieron hace dos años) por él. Esto representa un poder tremendo y explica por qué Chávez ha sido capaz de derrotar todos los intentos de derrocarle. El verdadero secreto de su éxito no está dentro de sí mismo, sino en las masas, y es la fuerza de las masas lo que determina todo el rumbo de la revolución es su principal fuerza motriz.

Los enemigos de Chávez por la derecha no pueden comprender la razón de esto. No pueden entenderlo porque son orgánicamente incapaces de comprender la dinámica de la propia revolución. La clase dominante y sus intelectuales prostitutos nunca aceptan que las masas tengan una mente y personalidad propias, que son una fuerza tremendamente creativa capaz no sólo de cambiar la sociedad sino también de administrarla. Nunca pueden admitir tal cosa porque si lo hacen, admitirían su propia bancarrota y delatarían que no son un agente social necesario e indispensable dotados de un derecho divino para gobernar, sino que son una clase parasitaria y superflua, un obstáculo reaccionario para el progreso.

Los sectarios incapaces de comprender

Pero no sólo los enemigos burgueses de la revolución muestran una absoluta incapacidad de comprender la revolución venezolana. Muchos en la izquierda (incluidos algunos que se llaman Marxistas) han demostrado una incapacidad similar para entender lo que está ocurriendo. Después de proclamarse los dirigentes de la clase obrera, ante el espectáculo que muestra el apoyo entusiasta de las masas por Chávez están desconcertados. Se quejan por las esquinas, musitando algo sobre el "populismo", pero demuestran una absoluta incapacidad de conectar con el movimiento real de las masas. Pero esa es la principal característica de los sectarios en todas partes.

Lo que ninguno de estas damas y caballeros han comprendido es la relación dialéctica entre Chávez y las masas. Ellos tienen en común su aproximación formalista y mecánica a la revolución. No la ven como un proceso vivo, lleno de contradicciones e irregularidades. No se ajusta a sus esquemas preconcebidos que dicen cómo debería ser una revolución y por lo tanto, la dan la espalda con desprecio. Se comportan como los primeros europeos que vieron una jirafa y exclamaron: "¡No me lo creo!"

Desgraciadamente para nuestros amigos formalistas, la revolución no se desarrolla suavemente, no se produce de acuerdo a ningún plan preconcebido, no se ejecuta como orquesta bien trabajada que sigue la batuta del director. Sigue sus propias reglas y obedece a sus propias leyes internas que no se encuentran en ningún recetario revolucionario, sino que están arraigadas en las contradicciones de la sociedad y que gradualmente se elaboran a través de la acción colectiva de las propias masas que no aprenden en los libros de texto, sino a través de la experiencia de la lucha y por un proceso difícil de ensayo y error.

"Pero Chávez es un burgués", dicen protestando. Esta gente siempre piensa en términos simplistas: blanco o negro, sí o no, burgués o proletario. El viejo Engels tenía en mente este tipo de mentalidad formalista cuando citó las siguientes palabras de la Biblia: "Que todo tu entendimiento sea: Sí, sí o no, no, porque cualquier cosa que sea más que esto viene del diablo". Estas exigencias de una definición exacta parecen a primera vista ser razonables y sabias. Pero no es posible en todas las circunstancias exigir definiciones exactas.

Incluso como definición sociológica, la caracterización anterior es incorrecta. El antecedente social del que procede Hugo Chávez no es burgués sino más bien de clase media. Él se califica a sí mismo como un campesino. Sin embargo, esto no agota la cuestión desde un punto de vista marxista. La clase media no es homogénea. En sus capas superiores, los abogados ricos, los médicos y profesores universitarios, están más cerca de la burguesía y le sirven. En sus capas más bajas, los pequeños comerciantes, pequeños campesinos, las filas más bajas de los intelectuales, están más cerca de la clase obrera y, en determinadas circunstancias, pueden ponerse al lado de la revolución socialista.

Sin embargo, los orígenes de clase de los dirigentes no son concluyentes a la hora de decidir la naturaleza de clase de un partido o movimiento particular. Lo que en última instancia determina la naturaleza de clase de un movimiento político es su programa, su política y su base de clase. Podemos describir ampliamente el programa y la política del Movimiento Bolivariano como el de una democracia pequeño burguesa revolucionaria. Como tal, no va más allá de los límites de una democracia burguesa muy avanzada. La revolución ha llevado a cabo un programa ambiguo de reformas en interés de las masas, pero no ha abolido el capitalismo. Esto constituye su principal debilidad y la mayor amenaza para su futuro.

La cuestión del estado



"¡Pero el estado sigue siendo burgués!" insisten nuestros amigos formalistas. En cuanto a que la oligarquía todavía no ha sido expropiada, en cuanto a que una gran parte del poder económico todavía está en sus manos, entonces Venezuela todavía sí es capitalista y debemos definir la naturaleza de clase del estado de acuerdo con ello. Además, una gran parte de la vieja burocracia todavía permanece en su lugar; el sistema judicial es el heredado de antes, la Policía Metropolitana actúa como un estado dentro del estado, la lealtad de sectores de los oficiales de clase media no está clara. Esto significa que todavía no se ha producido un cambio cualitativo y por lo tanto la situación actual se puede volver en su contraria. Sin embargo, esto no se puede hacer sin una lucha feroz y una guerra civil.

Sin embargo, la definición general del estado como burgués no nos dice nada sobre la verdadera correlación de fuerzas o la realidad concreta del estado, o la forma en que se está desarrollando la situación. En realidad, el estado en Venezuela ya no está controlado por la burguesía. Por eso la oligarquía está obligada a recurrir a métodos ilegales y extraparlamentarios para recuperar el control. La mayoría de las fuerzas armadas, incluido un sector importante de los oficiales, apoyan la revolución. Esto crea enormes problemas para la contrarrevolución y produce unas condiciones potencialmente favorables para aquellos que desear llevar la revolución hasta el final.

Al principio de este artículo preguntábamos: ¿qué es una revolución? Pero también es necesario preguntar: ¿qué es el estado? Esta pregunta fue respondida hace mucho tiempo por Lenin (siguiendo a Engels) cuando dijo que el Estado, en última instancia, son cuerpos de hombres de armados (el ejército, la policía, etc.). En períodos normales el Estado está controlado por la clase dominante. Pero en períodos excepcionales, cuando la lucha de clases alcanza su máxima intensidad, el Estado puede adquirir un grado importante de independencia, elevándose por encima de la sociedad. Esta es la situación actual en Venezuela.

El argumento final de los sectarios hace referencia a las fuerzas armadas. "No debemos tener algo que ver con oficiales militares". Este realmente no es un argumento sino un prejuicio estúpido. La idea de que no es posible ganar al ejército para la revolución es absurda. Si esto fuera cierto, no se podría haber realizado ninguna revolución en toda la historia. El ejército está formado por hombres y mujeres uniformados que pueden ser influidos por los acontecimientos de la sociedad. (Tener que hacer estos comentarios resulta más bien embarazoso pero parece que hoy en día no se puede dar nada por sentado).

En cada gran revolución de la historia el ejército se ha visto afectado por el movimiento de las masas. Tiende a dividirse en líneas de clase. Si no ocurriera así una revolución en general sería imposible. El fermento revolucionario afecta no sólo a los soldados y los suboficiales, también a parte de los oficiales. En circunstancias especialmente favorables, una gran parte de los oficiales se pueden ver afectados y negarse a luchar por el viejo régimen o incluso pasarse al lado de la revolución, como ocurrió con Tujachevsky, que era un oficial zarista.

Además, en más de una ocasión ha ocurrido que un movimiento revolucionario empezó primero por arriba, con una revuelta de un sector de los oficiales y después se extendió a las masas. Esto ocurre particularmente cuando el viejo régimen ha quedado al descubierto como completamente corrupto y en bancarrota. La historia de España en el siglo XIX está llena de este tipo de acontecimientos, que son conocidos como pronunciamientos, y que frecuentemente abrieron las compuertas de la revolución. Pero también hay ejemplos más recientes del mismo proceso.

La revolución portuguesa

La idea de que la revolución bolivariana es absolutamente única no es correcta. Por supuesto que tiene sus peculiaridades específicas, pero está lejos de ser única. En realidad, cada revolución tiene características que son comunes a todas las revoluciones. Si no ocurriera así sería imposible aprender algo útil del estudio de las revoluciones anteriores, pero esto está muy lejos de ser el caso. Hace exactamente treinta años en Portugal vimos un proceso extraordinariamente similar al de Venezuela.

Después de más de medio siglo de dominio fascista, el pueblo de Portugal derrocó a la odiada dictadura de Caetano y emprendió el camino de la revolución. ¿Cómo empezó? Empezó con un golpe llevado a cabo por oficiales de izquierdas del ejército. Esto está completamente en contradicción con la situación normal, donde oficiales del ejército casi siempre juegan un papel contrarrevolucionario. Aquí ocurrió el caso contrario. En 1975 Ted Grant escribía lo siguiente:

"La verdadera peculiaridad de la revolución portuguesa en comparación con cualquier revolución del pasado es la implicación de la masa de oficiales bajos y medios -e incluso de algunos generales y almirantes- en la revolución.

"Si los poderes del estado, como explicaron Marx y Lenin, se redujesen al control de los cuerpos de hombres armados, entonces la decadencia del régimen portugués ha quedado claramente al descubierto. La burguesía lo apostó todo a su última arma, la represión feroz y totalitaria de las masas. Durante más de dos generaciones, atestiguando sus consecuencias, la burguesía perdió su apoyo también entre la clase media y por contagio incluso en gran parte de la casta de oficiales. La guerra sin sentido en África jugó su parte, pero eso no explica todo. La masacre incluso más lunática durante la guerra de 1914-18 no hizo que la casta de oficiales [rusos] abandonara mayoritariamente al zarismo. No dudaron en pasarse a la contrarrevolución y apoyar las guerras de intervención contra su propio país.

"En 1918 la revolución alemana se encontró con la oposición del grueso de la casta de oficiales. La contrarrevolución de Hitler contó con el apoyo de la aplastante mayoría de los oficiales.

"En la revolución española de 1931-37, el 99 por ciento de la casta de oficiales se posicionó con Franco. Y más cerca de casa, en 1926 la gran mayoría de la casta de oficiales apoyó a Salazar.

"Se ha producido un giro titánico del péndulo político hacia la izquierda. Durante las últimas tres décadas la pequeña burguesía también ha girado a la izquierda -como demuestra el movimiento estudiantil- y en Portugal el callejón sin salida del capitalismo y el odio hacia las camarillas del capital monopolista, que acuñaron su dinero con la sangre y el sufrimiento del pueblo y los soldados, se ha reflejado en el aislamiento de los círculos más ricos. Ellos apoyaron y se beneficiaron hasta el último momento del régimen totalitario o autoritario. El odio de estos detestables parásitos se extendía incluso a capas de la casta de oficiales. Esto es una indicación de que el capitalismo ha agotado su misión histórica y se ha convertido en un freno cada vez mayor para la producción. De modo que en Portugal vemos incluso que el equipo de generales estaba dividido, como demuestra el desgraciado episodio de Spinola".

Estas líneas pudieran haberse escrito ayer -con respecto a la revolución venezolana. La tendencia marxista explicó este fenómeno hace décadas, pero sigue siendo un libro cerrado para todos los sectarios y formalistas, quienes por lo tanto son incapaces de entender la revolución venezolana y menos aún intervenir en ella. Están cegados por su propio método formalista que les impide ver lo que está ocurriendo frente a sus narices. Constantemente hacen referencia a definiciones y citas confeccionadas de los clásicos marxistas ("debemos aplastar el viejo estado", etc.,) que en sus manos han pasado de ser declaraciones científicas a clichés vacíos o sortilegios religiosos. En lugar de ayudarnos a comprender el proceso real, actúan como una barrera para la comprensión.

En su documento de 1975 sobre la Revolución Portuguesa Ted Grant escribía lo siguiente:

"Marx escribió que en los pesados y aparentemente oscuros escritos de Hegel se podía ver la revolución en determinada etapa de la historia. ¡Ahora el genio inventivo de la historia nos ha presentado el espectáculo de la revolución moviéndose en el vehículo de generales y almirantes militares! Esto ha ocurrido porque el capitalismo se ha agotado en Portugal -un país semicolonial y semiimperialista- que bajo el capitalismo no es capaz de avanzar después de la pérdida del imperio. Al mismo tiempo, el camino de una abierta dictadura militar burguesa ha quedado totalmente desacreditado, incluso entre sectores de la casta militar, como resultado de los cincuenta años de experiencia de la dictadura.

"Pero la razón principal para el enorme papel de los militares ha sido la parálisis de las organizaciones obreras, debido a la ausencia de un genuino partido y dirección marxistas. En realidad, desde el principio de la revolución -el poder real ha estado en manos de los trabajadores y los soldados- el MFA ha llenado el vacío provocado por el fracaso de la dirección de las organizaciones del PSP y PCP".

La naturaleza aborrece el vacío, se dice, y lo mismo ocurre en la sociedad y en política. En ausencia de un partido marxista revolucionario de masas, otras tendencias pueden llenar el vacío político en determinadas condiciones concretas. Pero una vez que los oficiales portugueses iniciaron el proceso, cuando se abrieron las compuertas, las masas y la clase obrera las traspasaron y pusieron su sello en la revolución. En Portugal existían todas las condiciones para una revolución pacífica, especialmente después de la derrota del golpe reaccionario del general Spinola en marzo de 1975. Fue un golpe muy similar al del 11 de abril en Venezuela y terminó de la misma forma, como explica Ted:

"Cuando se produjeron las manifestaciones de masas de los trabajadores, las fuerzas del contragolpe se desvanecieron. Los paracaidistas y los comandos siempre son la fuerza más conservadora del ejército, formada habitualmente por los elementos más aventureros y salvajes de la población, y normalmente es una fuerza de elite de las tropas de choque, los más fiables y el último en quebrarse, como los cosacos en Rusia. Ahora los paracaidistas aseguraron a los manifestantes que ellos 'no somos fascistas'. Confraternizaron con los trabajadores y las tropas del Regimiento de Artillería. Incluso algunos entregaron sus rifles a los manifestantes como prueba de buena fe.

"Pocas horas después del golpe fue tomada la base aérea. Spinola y muchos de la camarilla de oficiales que lo apoyaban huyeron a España. El golpe fracasó. Se podría reconocer en minutos más que en días. Quizás es el intento de contrarrevolución más cómico y absurdo de la historia. Pero fue un fiasco precisamente porque la atmósfera ardiente de la revolución afectó no sólo a los trabajadores y campesinos, sino prácticamente a toda la base de las fuerzas armadas. No había un solo regimiento en todo Portugal que pudiera ser utilizado para el propósito de la contrarrevolución".

De nuevo, se pueden aplicar las mismas líneas a Venezuela hace dos años. Sólo hay que cambiar los nombres. Como en Portugal, habría sido posible llevar a cabo la transformación pacífica de la sociedad después del colapso del golpe. Pero no se hizo y se perdió una oportunidad muy favorable. Este hecho, en sí mismo, demuestra la necesidad de una dirección revolucionaria consistente con una estrategia y línea claras. Estos errores se pagarán en el futuro y la factura será muy cara.

Nuestros amigos sectarios gritarán triunfalmente: "¡Esto demuestra que no podemos confiar en los oficiales!" Pero no es una cuestión de confianza. Esa es una categoría moral y no científica. Lo que es decisivo no es el carácter moral de los dirigentes, sino el programa y la política. Muchos de los oficiales en Portugal eran hombres honrados que se pusieron sinceramente al lado de las masas. Muchos de ellos incluso querían llevar a cabo una transformación social profunda en Portugal, pero no sabían cómo hacerlo.

La verdadera responsabilidad del fracaso de la Revolución Portuguesa reside, no en el sector de izquierdas de los oficiales del ejército, sino en la política reformista de los dirigentes de los partidos socialista y comunista que se interpusieron e hicieron naufragar la revolución. Además debemos añadir que las sectas ultraizquierdistas seudo-marxistas también jugaron un papel lamentable y fueron incapaces de dar una alternativa a los trabajadores y a los oficiales radicalizados quienes estaban, en realidad, buscándola.

La crisis del capitalismo

La causa de que acontecimientos como estos puedan ocurrir es la crisis orgánica del capitalismo a escala mundial. Hace veintinueve años Ted Grant escribía:

"Uno de los factores clave en el desarrollo de la revolución es la desmoralización de la propia clase dominante. Ahora en los países decisivos del capitalismo están apareciendo divisiones y fisuras en la clase dominante. Miran con temor los procesos que están ocurriendo en Europa y el mundo. Los más poderosos de todos, los capitalistas estadounidenses, que tenían en mente un siglo de dominación mundial y el convertirse en el policía de los países coloniales y capitalistas, están también tan desmoralizados como el resto".

Estas líneas son perfectamente aplicables a la situación actual.

La situación mundial está caracterizada por la turbulencia general. Desde 1974 se han ido acumulando profundas contradicciones. Este es ciertamente un período de insurrecciones, cambios profundos y giros repentinos en todos los continentes y países. Los capitalistas tienen muchas dificultades para sacar la economía mundial de la recesión. Sólo EEUU ha experimentado algo de crecimiento, pero es extremadamente frágil y se basa en el consumo, el crédito y un endeudamiento sin precedentes.

A escala mundial el sistema capitalista está en una crisis profunda. Hay muchos síntomas -guerras, terrorismo, inestabilidad social, política y diplomática- pero éstas son todas manifestaciones de la crisis central. Los apologistas del Capital intentan presentarla como una crisis coyuntural, un ajuste menor o una "corrección". Pero no es tal cosa. Las convulsiones que vemos en todas partes son un reflejo del callejón sin salida en el que se encuentra el capitalismo. En el fondo, expresa la rebelión de las fuerzas productivas contra las barreras gemelas de la propiedad privada y el estado nacional.

La crisis se expresa con una especial fuerza en los antiguos países coloniales de Asia, África y América Latina. Todos están experimentando convulsiones económicas, financieras, sociales y políticas sin precedentes. No hay un solo régimen burgués estable en toda América Latina.

Si existieran poderosos partidos marxistas de masas, los trabajadores de Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, podrían haber tomado fácilmente el poder durante el último período. Pero estos partidos no existen. A la degeneración de la Segunda y Tercera Internacional debemos añadir la total incapacidad de esas organizaciones sectarias que pretenden reivindicar la bandera del trotskismo, que han cometido todo tipo de errores tanto de carácter oportunista como ultraizquierdista y que hace tiempo abandonaron cualquier derecho a ser considerados seriamente como una fuerza revolucionaria.

En ausencia de un partido marxista fuerte, era inevitable que la revolución en los países capitalistas subdesarrollados se manifestara en todo tipo de formas peculiares. Este es el resultado del retraso de la revolución socialista en los países capitalistas desarrollados. Los trabajadores y los campesinos de Asia, África y América Latina no pueden esperar. Necesitan encontrar una solución ahora para sus problemas más acuciantes. Y si no existe un partido marxista a mano, buscarán alguna alternativa. Simplemente no existe respuesta a esta lógica.

En su teoría de la Revolución Permanente, Trotsky explica que en las condiciones modernas las tareas de la revolución democrático burguesa no se pueden realizar sin la expropiación de la burguesía. La única forma de salvar a la sociedad del estancamiento, el hambre y la miseria es aboliendo el latifundismo y el capitalismo. La imposibilidad de desarrollar plenamente las fuerzas productivas bajo el capitalismo-latifundismo fue lo que impulsó la revolución colonial. Por el camino del capitalismo no hay salida.

En ausencia de un partido marxista pueden hacerse notar otras fuerzas. Lo vimos en Portugal en 1974-75 cuando un grupo de radicalizados oficiales del ejército derrocó al dictador fascista Caetano y abrió las compuertas de la revolución. En su artículo el camarada Ted dice lo siguiente:

"Consecuentemente, debido a que el desarrollo de las fuerzas productivas se topa con el estorbo del capitalismo y las grandes empresas, que están subordinados y son colaboradores del imperialismo, éstas son barridas a un lado. Como si fuera una versión deformada de la revolución permanente esta casta más baja de oficiales se convierte -durante un período- en el agente inconsciente de la historia, para llevar adelante las tareas necesarias de la estatización de la economía".

Por supuesto, esta afirmación va al punto central de la idea, que determinados grupos "marxistas" han convertido en un prejuicio algo, como el Arco del Pacto para los judíos ortodoxos o la doctrina de la Infalibilidad Papal para los católicos devotos, es decir, que los oficiales del ejército son inevitablemente reaccionarios y que todos los golpes militares son de derecha. Si partimos de estas proposiciones simples, entonces no sólo Chávez, sino que también deberíamos haber condenado de antemano a los líderes de la revolución portuguesa. Pero la historia no es tan simple como para poder ajustarla a tales patrones ordenados. Sin embargo, recurriendo a un viejo refrán inglés, a las mentes simples les gustan las cosas simples.






La revolución portuguesa fue bastante lejos. De hecho, The Times de Londres incluso publicó un editorial titulado: El capitalismo ha muerto en Portugal. Esto podría haber sido cierto. Bajo la presión de la clase obrera el Movimiento de las Fuerzas Armadas nacionalizó los bancos y las compañías de seguros, que en la práctica supuso la nacionalización de cerca del 80 por ciento de la economía. Desgraciadamente, las conquistas de la revolución fueron socavadas por los dirigentes de los Partidos Comunista y Socialista y se perdió la oportunidad.

Ahora estamos viendo un proceso similar en Venezuela. Durante generaciones la población venezolana ha estado mal gobernada por partidos burgueses que representaban a los intereses de la oligarquía y el imperialismo. Después, en 1996 encontraron una alternativa en la forma de un nuevo movimiento político -el Movimiento Bolivariano formado por Hugo Chávez-. El programa de Chávez era modesto: contra la corrupción, reformas, etc., Pero inmediatamente entró en conflicto con la oligarquía y el imperialismo.

Lo que estamos presenciando en Venezuela es una variante peculiar de la teoría de la Revolución Permanente. Es imposible consolidar las conquistas de la revolución dentro de los límites del sistema capitalista. Tarde o temprano habrá que elegir: o la revolución liquida el poder económico de la oligarquía, expropia a los banqueros y a los capitalistas y emprende el camino en dirección al socialismo, o la oligarquía y el imperialismo liquidarán la revolución.

Chávez y las masas

En una situación en la que el viejo orden está en una profunda crisis, cuando claramente no hay salida excepto un cambio fundamental, pero donde no existe un partido revolucionario de masas, es posible todo tipo de variantes peculiares. En estas circunstancias el fermento revolucionario puede llegar a los lugares más inesperados. Ya hemos señalado que caracterizar a Hugo Chávez como un burgués es inexacto sociológicamente. Pero incluso si fuese cierto, eso no descartaría automáticamente una evolución en dirección a la revolución socialista y a una política proletaria. Debemos recurrir una vez más al fundador del socialismo científico para que nos ayude. Marx escribe lo siguiente en el Manifiesto Comunista:

"Finalmente, en aquellos períodos en que la lucha de clases está a punto de decidirse, es tan violento y tan claro el proceso de desintegración de la clase dominante latente en el seno de la sociedad antigua, que una pequeña parte de esa clase se desprende de ella y abraza la causa revolucionaria, pasándose a la clase que tiene en sus manos el porvenir. Y así como antes una parte de la nobleza se pasaba a la burguesía, ahora una parte de la burguesía se pasa al campo del proletariado; en este tránsito rompen la marcha los intelectuales burgueses, que, analizando teóricamente el curso de la historia, han logrado ver claro en sus derroteros". (Marx y Engels. El Manifiesto Comunista)

¡Con qué claridad se expresaba Marx! Para alguien que realmente ha absorbido el método de Marx, en contraposición al que repite mecánicamente unos cuantos clichés sin asimilar, lo que está ocurriendo en Venezuela no representa una gran dificultad. Ni es la primera vez que presenciamos un fenómeno similar. Hace unos días publicamos en nuestra web un artículo de Ted Grant: La revolución Ibérica - El Marxismo y el desarrollo histórico de la situación internacional, escrito en mayo de 1975. Comienza con las siguientes palabras:

"El marxismo sería una teoría muy simple si se limitase a repetir las ideas del pasado. Los sectarios y los oportunistas de los distintos grupos y sectas, ignoran los métodos y los principios que mantienen su validez y que se pueden sacar incalculables lecciones de las obras de los grandes clásicos. Repiten unas cuantas frases recogidas del pasado y piensan que eso les convierte en brillantes estrategas. Las obras de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, representan para nosotros una herencia preciosa y debemos animar a los compañeros jóvenes a que las lean asiduamente. Pero no representan un esquema acabado del proceso histórico".

La prueba decisiva para los revolucionarios es su actitud ante la revolución. Las sectas seudo-trotskistas fueron totalmente incapaces de orientar y reorientar ante el desarrollo de los acontecimientos. No comprenden que sin un partido marxista es posible todo tipo de cosas. Como dijo correctamente Ted sobre estos grupillos supuestamente "trotskistas": "Se han convertido en algo cada vez más lejano, sin la más mínima posibilidad de convertirse en una organización de masas de la clase obrera".

En la historia, la relación entre los factores objetivo y subjetivo es altamente compleja y contradictoria. Sólo el método dialéctico puede ayudarnos a desenmarañar las contradicciones de la situación en Venezuela. En ausencia de una genuina corriente marxista es inevitable que aparezcan otras tendencias. Y en la medida que la clase obrera no tiene la dirección otras clases se hacen notar. ¡Esto realmente no es tan difícil de comprender!

La relación entre Hugo Chávez y las masas es muy compleja y dialéctica. Tuve ocasión verlo por mí mismo cuando asistí a una concentración de masas el 12 de abril en el centro de Caracas. No es una apreciación equivocada el colosal entusiasmo y la devoción que ellas demostraban. Pero el secreto de esto no se encuentra en la personalidad de Chávez, sino en las relaciones de clase. Las masas se ven reflejadas en Chávez. Se identifican con él, le consideran el hombre que las despertó a la vida política y que dio voz a sus aspiraciones. La revolución está personificada en él. Para ellas Hugo Chávez y la revolución son una y la misma cosa.

Por supuesto, una cosa es la percepción de las masas y otra es la lógica objetiva de los acontecimientos. En una revolución los acontecimientos suceden a una velocidad vertiginosa y la dirección tiene dificultades para seguir su ritmo frenético. El péndulo gira continuamente a la izquierda durante todo un período. Todos los partidos, tendencias, programas e individuos son puestos a prueba. Por eso el progreso de la revolución está marcado por el ascenso y la caída de los dirigentes y los partidos, en el cual las tendencias más radicales tienen a desplazar a los elementos más moderados.

El látigo de la contrarrevolución

Las masas no van a la revolución con un plan preparado de reconstrucción social, sino con un profundo sentimiento de que no pueden seguir soportando al viejo régimen. Las primeras etapas de la revolución están caracterizadas inevitablemente por una perspectiva confusa e incoherente. Existe un sentido de euforia, de triunfo y de irresistible avance. Esto va acompañado por la idea de unidad, que "estamos todos juntos" en una especie de marcha universal hacia la libertad y la justicia social.

Sin embargo, esto es una ilusión. La revolución choca inevitablemente con las barreras del orden social y las instituciones existentes. Esto provoca enfrentamientos. Toda acción provoca una reacción igual pero en sentido contrario: esta ley es igual de buena para las revoluciones como para la mecánica elemental. La victoria de Chávez en las encuestas no significó una revolución social, sino que alteró totalmente el orden social y creó un fermento social generalizado. La oligarquía, consciente de que no podría sobornar o presionar a Chávez, decidió eliminarle por la fuerza. Esto llevó directamente al golpe contrarrevolucionario del 11 de abril de 2002.

Exactamente hace dos años las fuerzas contrarrevolucionarias de la oligarquía venezolana prepararon un golpe de estado con el apoyo de los oficiales de derecha del ejército. Chávez fue arrestado y se proclamó una "dictadura democrática". Pero las masas se levantaron con sus brazos desnudos y derrocaron el gobierno reaccionario, preparando el camino para un nuevo avance de la revolución. Una vez más a las masas se les unió el sector revolucionario del ejército. La reacción colapsó en cuarenta y ocho horas como un castillo de naipes.

Marx dijo que la revolución necesita el látigo de la contrarrevolución para avanzar. En Venezuela cada intento contrarrevolucionario ha servido para provocar un movimiento colosal de las masas que lo ha arrastrado todo a su paso. En cada ocasión el ambiente de las masas se ha endurecido, se ha hecho más decidido y militante. La exigencia de una acción decisiva para acabar con los contrarrevolucionarios es cada vez más alta e insistente: "¡mano dura!" es lo que dicen desde abajo.

Después de la derrota del golpe habría sido posible llevar a cabo la revolución socialista de una forma tranquila e incruenta. Desgraciadamente, la oportunidad se perdió y los reaccionarios pudieron reagruparse y organizar un nuevo intento con la llamada "huelga" (en realidad un paro patronal) que provocó un serio daño a la economía. El nuevo intento fue derrotado por los trabajadores que tomaron el control de las fábricas y las instalaciones petroleras y echaron a los reaccionarios. De nuevo existía la posibilidad de una transformación radical sin una guerra civil. Y nuevamente se perdió la oportunidad.

Ahora la situación está completamente polarizada a la derecha y a la izquierda. Se ha abierto un abismo insalvable entre clases antagónicas: ricos y pobres, chavistas y escuálidos, revolucionarios y contrarrevolucionarios; enfrentados entre sí en un estado de hostilidad permanente. La sociedad vive en una situación de alarma y agitación constantes. El aire está pesado con rumores de golpes, conspiraciones, agresión extranjera. La atmósfera está eléctrica, como antes de una tormenta. Tarde o temprano la tormenta debe estallar.

Las masas aprenden rápidamente en la escuela de la revolución. Están sacando conclusiones. La principal conclusión es que el proceso revolucionario debe seguir adelante, debe enfrentarse a sus enemigos y eliminar todos los obstáculos. Este ardiente deseo de las masas sin embargo se enfrenta con la resistencia de los elementos conservadores y reformistas que constantemente piden cautela, y que, en la práctica, quieren poner frenos a la revolución. El destino de la revolución depende de la solución de esta contradicción.

La revolución está en peligro

La revolución venezolana ahora se enfrenta a una dura elección. La revolución está rodeada de enemigos, tanto interna como externamente, que intentan acabar con ella. Para derrotar a las fuerzas de la contrarrevolución es necesario un programa y una política claros. Estos sólo pueden ser proporcionados por una tendencia Marxista.

La revolución venezolana se encuentra ahora en una encrucijada. Las masas han derrotado a la reacción en tres ocasiones durante los últimos dos años. Pero las fuerzas de la reacción no han sido derrotadas definitivamente. La oligarquía continúa controlando los puntos clave de la economía, está continuamente intrigando contra la revolución. Washington está participando activamente en estas intrigas contrarrevolucionarias. Bush ha declarado que no descansará hasta ver el derrocamiento de Chávez. Recientemente un general estadounidense dijo públicamente que Venezuela representa una amenaza para los EEUU. Todas éstas son señales de peligro.

El imperialismo estadounidense está empantanado en Irak. Esto hace difícil por ahora una intervención militar directa en Venezuela, incluso a la misma escala que su aventura haitiana. Pero hay muchas otras opiniones. Están intentando que la Organización de Estados Americanos (OEA) organice un bloqueo contra Venezuela, en las mismas líneas que el bloqueo a Cuba. Por ahora no lo han conseguido. Pero ahora la amenaza más urgente procede de la vecina Colombia.

El imperialismo norteamericano quiere utilizar a Colombia como una base para sus operaciones en América Latina. Con el pretexto de la "guerra contra las drogas" Washington ha enviado armas, dinero y "asesores militares" a Colombia. Esto ha alterado totalmente el equilibrio militar de la región. El monstruoso Plan Colombia es un disfraz para encubrir una intervención imperialista a escala masiva. Representa una grave amenaza para la revolución venezolana. Justo antes de que fuera echado por el pueblo español, Aznar envió un cargamento grande de tanques a Colombia. Estos tanques son inútiles para la lucha antiguerrillera, así que sólo esto solo puede llevarnos a una interpretación: los tanques son para utilizarlos contra su país vecino. El nombre de ese estado es Venezuela.

En los últimos meses han aparecido evidencias de la intensificación de las actividades de los grupos paramilitares colombianos de derecha en suelo venezolano. Estos son los célebres escuadrones de la muerte fascistas que durante décadas han asesinado, torturado y aterrorizado a la población con el apoyo encubierto del estado y las fuerzas armadas colombianas. Ahora están actuando como mercenarios a sueldo de la CIA. Su objetivo es el asesinato de Chávez y organizar provocaciones violentas para justificar un conflicto armado entre Venezuela y Colombia.

En artículos anteriores hemos explicado que el imperialismo estadounidense está preparándose para organizar alguna provocación en la frontera con Colombia. Después del ignominioso colapso de su campaña por el referéndum, la oposición interna está desorganizada, con uno de sus componentes rompiendo filas acusando a los demás de planear otro golpe y cosas por el estilo. La revolución está en peligro. Pero como ocurrió en la gran Revolución Francesa del siglo XVIII, y ocurre hoy en Venezuela, la amenaza externa puede servir para llevar la revolución más allá.

Correlación de fuerzas de clase

La correlación de fuerzas de clase dentro de Venezuela es todavía extremadamente favorable para llevar a cabo una revolución proletaria clásica. Lo que hace falta es una aplicación enérgica de la política del frente único. Pero esto no significa la disolución del movimiento de los trabajadores o la disolución del ala marxista en un "frente popular" en general. Esto significa sólo que la clase obrera y su vanguardia tienen el deber de llegar a un acuerdo de lucha con la pequeña burguesía revolucionaria, los campesinos pobres, los pobres urbanos y todos los demás elementos revolucionarios de la población para llevar a cabo una lucha contra el imperialismo y la oligarquía.

¿Está esta política en contradicción con el objetivo de una revolución socialista? Sólo un doctrinario irrecuperable puede decir tal cosa. Una persona así no tiene la más mínima idea de lo que es una revolución socialista. Vamos a remitirnos a Lenin en esta cuestión:

"La revolución socialista no es un acto único ni una batalla en un frente aislado, sino toda una época de agudos conflictos de clases, una larga serie de batallas en todos los frentes, es decir, batallas en todos los problemas de la economía y de la política, las cuales sólo pueden culminar con la expropiación de la burguesía. Sería por completo erróneo pensar que la lucha por la democracia pueda distraer al proletariado de la revolución socialista, o relegarla, posponerla, etc. Por el contrario, así como es imposible un socialismo victorioso que no realizara la democracia total, así el proletariado será capaz de prepararse para la victoria sobre la burguesía a menos que libre una lucha en todos los frentes, revolucionaria y consecuente por la democracia". (Lenin. La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación. Enero- febrero 1916).

¿Qué significan estas líneas? La revolución socialista es impensable sin la lucha cotidiana por la mejora de la situación de la clase obrera y las masas explotadas. Sólo con esta lucha el proletariado puede acumular y reunir la fuerza de masas necesaria para llevar adelante la transformación socialista de la sociedad. Esto incluye no sólo la lucha por salarios más altos, reducción de la jornada laboral, más viviendas, hospitales y escuelas, etc., sino también la lucha por la democracia. En el curso de esta lucha, la clase obrera tiene la oportunidad de ganar la dirección y ponerse a la cabeza de la nación. Sin eso no será posible ni en mil años.

En Venezuela el secreto del éxito es la unidad militante del proletariado socialista con la democracia revolucionaria -los campesinos pobres, los pobres urbanos y la pequeña burguesía revolucionaria en general-. Los enemigos de la revolución intentan constantemente romper esta unidad. Los marxistas luchan para mantenerla. Pero esto no significa que debamos aceptar la dirección de la pequeña burguesía o esconder nuestras diferencias con ella. Por utilizar una expresión española: "juntos pero no revueltos".

El Movimiento Bolivariano no es un partido estalinista monolítico, sino esencialmente un movimiento de masas amplio donde hay diferentes tendencias y corrientes. El ala de izquierdas, reflejando las aspiraciones revolucionarias de las masas, intenta llevar hacia adelante la revolución, superar la resistencia de la oligarquía y armar al pueblo. El ala de derecha (los reformistas y socialdemócratas), en la práctica, desean poner un freno a la revolución, o al menos ralentizarla y llegar a un acuerdo con la oligarquía y el imperialismo.

En realidad, la segunda opción no existe. No hay compromiso posible con los enemigos de la revolución, de la misma forma que no se pueden mezclar el aceite y el agua. La lógica de la situación se mueve en dirección a un enfrentamiento abierto entre las clases. De la resolución de este conflicto depende el destino de la revolución.

¿Qué actitud deberían tener los marxistas ante esta situación concreta? ¿Deberíamos mantenernos apartados, argumentando que, como la revolución es "burguesa" entonces no tenemos nada que ver en ella? Pero eso equivaldría a mantenernos neutrales en la lucha entre la revolución y la contrarrevolución. Esta posición sería una traición a la revolución y la clase obrera. Esa posición desacreditaría a cualquier grupo o partido que la defienda. Deberían ser considerados -con toda justificación- desertores y traidores.

Para aquellos que constantemente nos recuerdan que los marxistas y la clase obrera deben mantener su independencia, les respondemos: Nos están recordando el ABC del Marxismo. Les agradecemos este recordatorio, pero también nos gustaría decir que después del ABC hay muchas otras letras en el alfabeto. Por supuesto es necesario que el proletariado mantenga su independencia de clase en todo momento y en cualquier circunstancia. Por eso decimos a los trabajadores de Venezuela que fortalezcan y construyan sus organizaciones de clase -sindicatos, comités de fábrica, control obrero, etc.

El mismo principio básico es válido para una tendencia Marxista. Estamos a favor de la colaboración con otras tendencias del movimiento revolucionario, pero la condición previa es: no a la mezcla de banderas, programas o ideas. En todo momento debemos mantener las ideas, la política y el programa del Marxismo, y luchar por ellos dentro del movimiento. Es decir, la única posición correcta es la siguiente:

1) Defensa incondicional de la revolución venezolana contra la oligarquía y el imperialismo.

2) Apoyo crítico a la democracia revolucionaria y a Hugo Chávez contra la oligarquía y el imperialismo.

3) Dentro del movimiento de masas general (el Movimiento Bolivariano) apoyamos al ala de izquierdas frente a los reformistas y socialdemócratas.

4) Dentro del ala de izquierdas los marxistas defenderán sus ideas, política y programa, y lucharán para ganar a la mayoría con el trabajo y la superioridad de nuestras ideas.

5) Dentro del movimiento, luchar por construir organizaciones del proletariado que sean fuertes e independientes y extender su influencia, empezando por los sindicatos.

La necesidad de un partido marxista

"¡Debemos construir un partido! ¡Debemos construir un partido!" es lo que repiten los sectarios como si fueran pericos. Pero cuando preguntamos exactamente cómo es que los marxistas venezolanos construirán el Partido, los pericos callan repentinamente. "¿Cómo? ¡Declarándolo, por supuesto!" Esto es bastante divertido. Tres hombres y un perro (o un periquito borracho) se reúnen en un café de Caracas y proclaman el Partido Revolucionario. Bien. ¿Y después qué? "¡Llamamos a las masas a que se nos unan!" Excelente. ¿Y si las masas no se unen a ustedes y prefieren mantenerse dentro de las organizaciones bolivarianas de masas? "¡Bueno, ése es su problema!"

Estas personas tremendamente "inteligentes" que imaginan que la participación de los Marxistas en el movimiento bolivariano representa un abandono de la lucha por un partido marxista revolucionario, simplemente demuestran que no tienen la más mínima idea de cómo se construye tal partido, ni en Venezuela ni en ningún otro país. En esta idea no hay un átomo de liquidacionismo u oportunismo, sino sólo la aplicación de los genuinos métodos de Marx, Engels, Lenin y Trotsky. Citemos un famoso pasaje del documento fundacional de nuestro movimiento, El Manifiesto Comunista. En el capítulo titulado "Proletarios y Comunistas" podemos leer lo siguiente:

"¿Qué relación guardan los comunistas con los proletarios en general? Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros.

"No tienen intereses propios que se distingan de los intereses generales del proletariado. No profesan principios especiales con los que aspiren a modelar el movimiento proletario.

"Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad, y en que, cualquiera que sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía, mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto.

"Los comunistas son, pues, prácticamente, la parte más decidida, el acicate siempre en tensión de todos los partidos obreros del mundo; teóricamente, llevan de ventaja a las grandes masas del proletariado su clara visión de las condiciones, los derroteros y los resultados generales a que ha de abocar el movimiento proletario". (Marx y Engels. El Manifiesto Comunista).

Se podría pensar que está lo suficientemente claro para que lo entienda un niño con una inteligencia media. Desgraciadamente, hay algunos marxistas "inteligentes" que no poseen este nivel de inteligencia. Después de haber leído con atención los escritos de algunos autodenominados marxistas, Carlos Marx protestó y dijo que si eso era Marxismo, entonces él no era marxista. Ahora comprendemos como debió sentirse. Pero Marx, Engels, Lenin y Trotsky realmente no tienen la culpa de las estupideces que se escribieron en su nombre, de la misma forma que no se puede culpar a Jesucristo por los actos de los obispos venezolanos.

La lógica de esta situación ya la describió hace mucho tiempo Shakespeare en su obra Enrique IV, Parte I, cuando el galés Owain Glyndower, un hombre con mucho coraje pero con tendencias místicas, intenta convencer al impulsivo inglés de sus poderes mágicos:

"G: "Yo puedo invocar a los espíritus del profundo abismo.
H: ¡Vaya, y yo, y cualquiera! ¿Pero acuden cuando los llamas?"

La propuesta de que es posible construir un partido revolucionario serio en Venezuela fuera del movimiento de masas es imposible tomarla en serio. Preferimos basarnos en los métodos elaborados por Marx y Engels hace más de ciento cincuenta años, métodos que, como todas las ideas fundamentales del Marxismo, hoy mantienen toda su validez. Es absolutamente necesario unir las fuerzas del Marxismo con el movimiento de masas.

La clase obrera en todo momento debe preservar y construir sus propias organizaciones de clase, sus sindicatos, comités de fábrica, etc., Al mismo tiempo, trabajará para construir un movimiento de masas que abarque a las capas más amplias de las masas no proletarias y semi-proletarias. El ala marxista del movimiento mantendrá su total independencia política (sus propios periódicos, revistas, libros y panfletos) y tendrá plena libertad para defender sus puntos de vista. Trabajará lealmente para construir el movimiento y arrastrar a las capas más amplias de trabajadores y jóvenes, y al mismo tiempo luchará para ganar a los elementos más avanzados para su programa, política e ideas.

No buscamos imponernos sobre el movimiento. No le presentamos ultimátum. Nuestro objetivo es construirlo, fortalecerlo y empujarlo hacia delante y al mismo tiempo armar a la capa dirigente con las ideas, el programa y la política necesarios que puedan llevar a la derrota de la oligarquía y el imperialismo, y limpiar el camino para la transformación socialista de la sociedad, como explica Lenin, una lucha consistente por la democracia inevitablemente llevará a la expropiación de la oligarquía y la transformación de la revolución democrática en una revolución socialista.

En la actualidad, esta idea puede que sea minoritaria. Eso no nos preocupa. Aceptaremos que estamos en minoría y actuaremos en consecuencia. Pero continuaremos defendiendo la expropiación de la oligarquía y el armamento de las masas como la única garantía de salvación de la revolución, y los acontecimientos nos darán la razón. Defenderemos nuestras ideas e invitamos a todas las demás tendencias a que hagan lo mismo. Sólo los estalinistas y los burócratas temen un debate abierto. Los Marxistas y los demócratas revolucionarios honestos no.

Nos basamos firmemente en el movimiento de las masas revolucionarias. Sobre la base de su experiencia las masas aprenderán lo correctas de nuestras ideas, consignas y programa. ¡Ese es el único camino para el éxito! Dejaremos la palabra final a ese gran Marxista y extraordinario teórico, Ted Grant, que escribió lo siguiente sobre las organizaciones de masas:

"Desde dentro de sus filas, entre los luchadores de la clase obrera surgirán las fuerzas del Marxismo leninismo. Fuera de las organizaciones de masas no se podrá crear nada de sustancia duradera".

FUENTE: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=54310
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