sábado, 12 de marzo de 2011

LIGA NACIONAL-BOLCHEVIQUE VENEZOLANA

EL BOLCHEVISMO

Sobre la cuestión de los bolcheviques es menester precisar que el bolchevismo es un fenómeno histórico y real, no un planteamiento teórico de Marx y Engels. De hecho, de haber seguido la teoría marxista (la que escribió Marx) en Rusia no habrían triunfado los bolcheviques sino los mencheviques, pues estos últimos consideraban, siguiendo a Marx, que a una revolución proletaria debía preceder una etapa burguesa y unas condiciones de capitalismo desarrollado, que obviamente no se daban en la Rusia zarista, un país feudal y atrasado.



Dugin dice que el nacional-bolchevismo es simplemente bolchevismo (lean su artículo Just Bolshevism) puesto que no ha existido ningún bolchevismo no nacional. Como fenómeno histórico y real, el bolchevismo, en su esencia leninista-stalinista, ha demostrado ser una fuerza espiritual y patriótica. Los rusos llamaron "Guerra Patriótica" a la guerra de resistencia contra la ocupación nazi, porque ser solidario con la causa de la liberación nacional y social de los pueblos (ser "internacionalista proletario") no es contradictorio con ser patriota y nacionalista.

En teoría, Rusia era un país "materialista", pero eso era sólo la teoría de la dialéctica marxista. Cada construcción socialista es diferente, el socialismo es algo proteico y cambiante que se adapta y asume las particularidades de cada nación, y por esta razón es nacional. Marxismo no es sólo lo que escribió más o menos acertadamente Marx; Marxistas y patriotas han sido Mariátegui, Mao, Stalin, Castro, Guevara, Ho Chi Minh, etc. En mi opinión esto es lo que nos diferencia de los nazis; los nazis hablan de la raza aria lo mismo en Alemania que en países donde hay mestizos, mulatos, indios como sucede en la querida Patria Grande. El nazismo no se adapta ni asume las particularidades de cada nación y por ende no es nacional, en todo caso sería nacional sólo en Alemania.

Por estas razones creo que ese bolchevismo apátrida y ateo no es el que corresponde al bolchevismo como fenómeno histórico y real de un país concreto como Rusia (lo que Stalin llamaba el socialismo en un sólo país). Ese "bolchevismo" degenerado es un invento occidental no soviético. El socialismo no es sólo un método de reparto, no es sólo una forma de organizar y dirigir la economía, es una moral revolucionaria, que es lo más importante. Y cuando alguien evoca la época soviética lo primero que le viene a la cabeza no es la dialéctica materialista, sino la disciplina, la moral, el patriotismo, los valores tradicionales, la inmensa producción intelectual y artística de la Unión Soviética, el glorioso ejército rojo, etc.
Para el nacional-bolchevismo es importante la conformación de bloques geopolíticos para combatir el imperialismo yanqui: el bloque Eurasiático, el bloque Iberoamericano, etc. Es decir, cada cultura debe tener un ámbito en el que pueda desarrollarse conforme a sus valores tradicionales (y a la vez revolucionarios). No se trata de imponer un modelo eurocéntrico, sino que cada bloque debe encontrar su vía nacional al socialismo; eso es el socialismo nacional.

En toda Revolución hay siempre elementos contrarrevolucionarios que hay que neutralizar. Esto ha ocurrido y ocurrirá siempre. Al Che Guevara no le gustaba fusilar gente porque sí, sin embargo no dudó en ordenar la liquidación de estos elementos perniciosos si no quedaba otro remedio para salvar la Revolución. Por supuesto a la izquierda blanda y pusilánime no le resulta grato recordar que Castro, Stalin, Guevara, el Presidente Gonzalo, Mao y otros nacional-comunistas han tratado como se merecían a degenerados y contrarrevolucionarios de la peor ralea. Los militantes rusos del NBP reivindican orgullosos a Stalin sin hacer caso de la estúpida campaña de desprestigio contra el gran dirigente bolchevique, al que el imperialismo yanqui no le perdona el haber convertido a un país salido del feudalismo, de una guerra civil y de la gran guerra patriótica, en una superpotencia.

Lo mismo reza para el caso del Tercer Reich. Que la revolución nacional-socialista fuera llevada al fracaso (en mi opinión) por el racismo y anti-bolchevismo hitleriano, no debe hacernos olvidar el gran desarrollo cultural y tecnológico llevado a cabo en este período de la historia de Alemania. Para un nacional-bolchevique el Tercer Reich fue una primavera sin verano; lo interesante del nacional-socialismo es lo que pudo ser y al final no llegó a ser.

EVER TENEPPE 17767425

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FUENTE:http://www.google.com/images?hl=es&q=bolchevismo&wrapid=tlif129998796145810&u
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Quién fue Trotsky y qué es el trotskismo

Javier García Agosto 1998

El trotskismo fue un concepto inventado por el estalinismo para intentar separar las ideas de Lenin de las de Trotsky. Éste jamás aceptó el término. De hecho, los trotskistas en vida de Trotsky, se hacieron llamar bolchevique-leninistas o también comunistas internacionalistas.

Los trotskistas siempre han pertenecido al movimiento comunista internacional, considerándose una rama del mismo, precisamente aquella que más fielmente ha defendido las ideas del bolchevismo y de la Revolución de Octubre.


Persecución

Sin embargo, el trotskismo fue vilipendiado y perseguido por el comunismo "oficial" durante décadas en todo el mundo. Todas las corrientes oficiales del movimiento comunista -estalinismo, maoismo, titismo, castrismo, etc- han señalado al trotskismo como un enemigo a exterminar y de hecho, no han disimulado esfuerzos y medios para lograrlo.

La lucha a muerte contra el trotskismo empieza con la contrarrevolución política auspiciada por el estalinismo tras la muerte de Lenin. La fracción de Stalin subordinó los intereses de la revolución proletaria en todo el mundo a los intereses de una nueva casta social, la burocracia, relativamente privilegiada en la Rusia aislada, atrasada y cercada por el imperialismo. Los principios del leninismo fueron abandonados para instaurar en la Unión Soviética un nuevo régimen de dictadura y privilegios ajeno a las ideas del socialismo y el comunismo.

León Trotsky, dirigente de la revolución rusa de 1917, fundador del Ejército Rojo, y que moriría asesinado por un agente de Stalin en 1940, encabezó la resistencia de los comunistas contra el poder de la burocracia y la degeneración de la III Internacional.

Internacionalismo

Poco antes de que el propio Stalin disolviese la Internacional como contrapartida de sus alianzas con las potencias imperialistas, Trotsky y sus partidarios fundaron la Cuarta Internacional para mantener vivos los principios y modelos del marxismo revolucionario, que han inspirado a sucesivas generaciones de comunistas independientes del comunismo "oficial" y a distintas tendencias políticas que com?te reciben el nombre de "trotskistas".

Izquierda Revolucionaria se reivindica del trotskismo y pertenece a este movimiento. Para nosotros, el trotskismo, es el marxismo de nuestra época, la continuación viva del leninismo en la época de la globalización imperialista, del colapso del estalinismo y de la revolución socialista. Las obras de Trotsky son el hilo conductor necesario para entender y aplicar las ideas fundamentales de Marx, Engels y Lenin en la compleja situación de agonía prolongada del capitalismo en la que vivimos.

FUENTE:http://www.marxismo.org/?q=node/47
EVER TENEPPE 17767425
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ASCENSO Y CAIDA DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA

Ted Grant Junio 1943
(Escrito con ocasión de la disolución de la III Internacional dictada por Stalin)

La Tercera Internacional oficialmente está enterrada. Ha desaparecido del escenario de la historia de la forma más indigna y despreciable posible de concebir. A toda prisa, sin consultar a los partidos adheridos a ella, por no hablar de las bases en todo el mundo, sin ningún tipo de discusión ni decisión democrática, Stalin ha abandonado pérfidamente a la Comintern debido a la presión del imperialismo estadounidense.

Para comprender cómo esta organización, que despertó el terror y el odio de todo el mundo capitalista, a petición del capitalismo ha tenido un final tan poco glorioso, es necesario volver brevemente al tormentoso ascenso y al aún más tortuoso declive de la Internacional. El decreto de su disolución sólo fue un reconocimiento de lo que desde hacía tiempo ya era conocido por muchos; que la Internacional Comunista como un factor activo hacia el socialismo mundial estaba muerta y que se había apartado definitivamente de sus objetivos y propósitos iniciales. Su fallecimiento ya fue pronosticado y previsto por adelantado.

La Tercera Internacional surgió a partir del colapso del capitalismo en la pasada guerra (Primera Guerra Mundial). La Revolución Rusa desató una oleada de entusiasmo revolucionario en las filas de la clase obrera de todo el mundo. Para las masas, cansadas de la guerra, desilusionadas y amargadas, llegó como un mensaje de esperanza, de inspiración y de valor. Mostraba la salida del caos en que el capitalismo había sumido a la sociedad. Nació como una consecuencia directa de la traición y derrumbamiento de la Segunda Internacional, que apoyó a las clases dominantes en la Primera Guerra Mundial y que, de forma aún más traidora, saboteó y destruyó las revoluciones que estallaron al final de la anterior guerra mundial. Las revoluciones en Alemania, Austria, Hungría y los acontecimientos revolucionarios en Italia, Francia e incluso Inglaterra, demostraron la crisis del capitalismo. El fantasma de la revolución socialista se cernía sobre toda Europa. Las memorias y escritos de casi todos los políticos burgueses de esa época testimonian la desesperación, la falta de confianza de la burguesía frente a la revolución, el reconocimiento del hecho de que habían perdido el control de la situación.


La socialdemocracia salvó al capitalismo. Las poderosas burocracias de los sindicatos y los partidos socialistas se colocaron a la cabeza de los levantamientos de las masas y las desviaron por cauces seguros. En Alemania, Noske y Schideman, conspiraron con los Junkers (oficiales prusianos, el ala más reaccionaria del ejército alemán) y los capitalistas para destruir la revolución. Los soviets de obreros, soldados y campesinos, marineros e incluso estudiantes, que surgieron de la revolución de noviembre de 1918 tenían el poder en sus manos. Los socialdemócratas devolvieron el poder a los capitalistas. Gradual, lenta y pacíficamente, tal y como lo decían sus concepciones teóricas, llegarían a transformar el capitalismo en socialismo. En Italia, en 1920, los trabajadores habían tomado las fábricas. En vez de dirigir a los trabajadores hacia la toma del poder, el partido socialista les pidió no siguieran adelante con procedimientos "inconstitucionales". Y así fue en toda Europa. Los resultados de este programa son ahora evidentes. La peor tiranía y la guerra más sangrienta de la historia del capitalismo.

Pero precisamente debido al colapso del socialismo internacional en la Internacional Socialista, que había traicionado al marxismo, se formó la Tercera Internacional. Desde el comienzo de la pasada guerra (I GM), Lenin, valientemente, hizo un llamamiento para la formación de la Tercera Internacional. La Tercera Internacional se constituyó formalmente en marzo de 1919. Los fines y proyectos que declaraba tener eran la destrucción del capitalismo mundial y la construcción de una serie de repúblicas socialistas soviéticas unidas y federadas con la URSS, a la que no se concebía como una entidad independiente, sino simplemente como la base de la revolución mundial. Su destino estaría determinado por el desarrollo de la revolución mundial.

La formación de la Tercera Internacional llevó rápidamente a la creación de fuertes partidos comunistas en los países más importantes del mundo. En Alemania, Francia, Checoslovaquia y otros países se formaron partidos comunistas que agrupaban a las masas. En Gran Bretaña se formó un pequeño partido comunista con una considerable influencia. El éxito de la revolución mundial en el siguiente período parecía asegurado por el desarrollo de los acontecimientos. Los partidos comunistas en Europa crecían constantemente en número e influencia, a costa de la socialdemocracia.

La pasada guerra (I GM) no había conseguido resolver ninguno de los problemas del capitalismo mundial. De hecho, los había agravado. El capitalismo se había roto por su "eslabón más débil", como lo expresó Lenin. Los intentos de destruir a la joven república soviética con las guerras de intervención fracasaron por completo. El capitalismo alemán, el más poderoso de Europa, se encontró privado de sus recursos, de parte de su territorio, endeudado por el pago de las compensaciones de guerra y en general, estaba en una situación insostenible. Los imperialismos francés y británico, "vencedores" en la última guerra mundial no se encontraban, en lo fundamental, en una posición mucho mejor.

Alentadas por la revolución rusa, las masas de los países coloniales y semicoloniales se estaban levantando y preparándose para la rebelión. En los países imperialistas las masas estaban inquietas y descontentas, además la posición económica del imperialismo anglo-francés había empeorado considerablemente frente al capitalismo japonés y estadounidense.

En este contexto internacional, se desató la crisis en Alemania de 1923. Alemania, con su enorme capacidad productiva, se encontraba paralizada por las restricciones que le imponía el tratado de Versalles y se había transformado en el eslabón más débil en la cadena del capitalismo mundial. El impago de Alemania de los plazos de pago de las compensaciones por la guerra, tuvo como resultado la invasión del Rhur por parte de los capitalistas franceses. Esto contribuyó a completar el colapso de la economía alemana y la burguesía alemana se dispuso a descargar todo el peso de la crisis sobre los hombros de la clase trabajadora y las capas medias. El marco se devaluó frente a la libra, en enero su valor pasó de 20 a 40, en julio a 5 millones y a 47 millones a finales de agosto. Las masas alemanas indignadas giraron hacia el comunismo. Como declaró Brandler, entonces dirigente de la Internacional Comunista, en la reunión del Comité Ejecutivo de la Comintern:

"Había síntomas de un movimiento revolucionario en ascenso. Temporalmente, tuvimos a la mayoría de los trabajadores detrás nuestra y en esta situación creímos que, en circunstancias favorables, podríamos pasar inmediatamente al ataque…"

Pero desgraciadamente la dirección de la Internacional no estuvo a la altura de las circunstancias y no aprovechó la oportunidad que se le presentó. La victoria de la revolución habría conducido inevitablemente al triunfo de la revolución en toda Europa. Pero, como había sucedido en Rusia en 1917, y volvió a suceder en Alemania en 1923, sectores de la dirección se mostraron vacilantes. Stalin, con su oportunismo orgánico, ordenó que se "evitase" que el partido alemán emprendiera cualquier acción. El resultado fue la pérdida de una oportunidad favorable para la toma del poder en Alemania y la derrota que sufrieron los comunistas en este país. Por razones similares también fracasó la revolución en Bulgaria.

Pero las derrotas de la revolución en Europa, debido a los fallos de dirección, tuvieron inevitablemente graves consecuencias. Como había escrito Lenin cuando planteó en 1917 la necesidad de prepararse para la insurrección en Rusia:

"El triunfo de la revolución rusa y mundial depende de dos o tres días de lucha".

El fracaso de la revolución mundial y el aislamiento de la Unión Soviética, junto a su atraso, el cansancio y la apatía de las masas soviéticas que habían pasado por años de guerra, privaciones y sufrimientos terribles durante la guerra civil y la intervención extranjera, su desilusión y desmoralización ante el fracaso de sus esperanzas de ayuda por parte de los trabajadores de Europa; todo esto fortaleció, inevitablemente, a la reacción dentro de la misma URSS.

En ese momento, representando quizás de forma inconsciente los intereses de la burocracia conservadora y reaccionaria que comenzaba a elevarse por encima de las masas soviéticas, por primera vez en 1924, Stalin apareció con la teoría utópica y antileninista del socialismo en un solo país. Esta "teoría" procedía directamente de la derrota que había sufrido la revolución alemana. Indicaba un alejamiento de los principios del internacionalismo revolucionario sobre el que se había basado la revolución rusa y sobre el cual se fundó la Internacional Comunista.

Stalin, en el funeral de Lenin en enero de 1924, dejándose llevar por la costumbre habito de seguir las tradiciones de la revolución rusa, declaró lo siguiente: "Al dejarnos, el camarada Lenin nos ha dejado la fidelidad a la Internacional Comunista. Te juramos camarada Lenin, dedicar nuestras vidas a la ampliación y fortalecimiento de la unión de los trabajadores de todo el mundo y a la Internacional Comunista". En ese momento, él no tenía la menor idea de adonde llevaría a la Unión Soviética y a la Comintern la teoría del socialismo en un solo país.

La historia de la Internacional Comunista desde esos días ha estado estrechamente unida a la política fluctuante de la burocracia de la URSS. Lenin había unido insistentemente el destino de la Unión Soviética con el de la clase obrera mundial, y principalmente, con su vanguardia, la Internacional Comunista.

Hasta el juramento del Ejército Rojo comprometía a los soldados rojos a mantener su lealtad hacia la clase obrera internacional. Claro que el Ejército Rojo no era una fuerza "nacional" independiente, era un instrumento más de la revolución mundial. Evidentemente, Stalin desde hace tiempo ha cambiado todo esto.

Trotsky, junto con Lenin, que en sus últimos años de vida veía con alarma la situación que se estaba creando en la URSS, ya había comenzado la lucha contra la burocratización del Partido Bolchevique y del Estado soviético en 1923. Lenin ya había advertido de los peligros de degeneración que amenazaban al estado soviético.

En un contexto de auge de la reacción, tanto nacional como internacionalmente, la lucha entre los internacionalistas y los thermidorianos entró en una etapa aguda. Trotsky, en alianza con Lenin, pedía la restauración total de la democracia en el seno del Partido Bolchevique y los soviets. Con este objetivo Lenin pidió el relevo de Stalin del puesto de secretario general del partido, ya que éste se había convertido en el punto focal alrededor del cual cristalizaba la burocracia. Tras la muerte de Lenin, Zinoviev, Kámenev y Stalin —la "troika"—, consiguieron que el Comité Central tomara una decisión que no recogía los consejos de Lenin y comenzaron una campaña contra las ideas de Lenin que estaba defendiendo Trotsky, en esta campaña "la troika" recurrió a leyendas e invenciones espurias sobre el "trotskismo".

El destino de la Internacional Comunista estaba unido al destino del Partido Bolchevique de la Unión Soviética, que a través de su prestigio y experiencia era de forma natural la fuerza dominante en la Internacional. La transición desde la política de la revolución mundial a la del socialismo en un solo país representaba un profundo giro a la derecha de la Internacional Comunista.

En Rusia, Zinoviev y Kámenev se vieron obligados a oponerse a la política antimarxistta que por entonces desarrollaba Stalin. Formaron una alianza con Trotsky y sus seguidores. Stalin, junto con Bujarin, se opuso a la política de industrialización en Rusia a través de una serie de planes quinquenales que había propuesto la Oposición de Izquierdas dirigida por Trotsky, Stalin respondió en el plenario del Comité Central en abril de 1927 con su famoso aforismo: "el intento de construir la planta hidroeléctrica de Dnioporstroy para nosotros sería lo mismo que comprar un gramófono al mujik en lugar de una vaca".

Todavía a finales de 1927, durante la preparación de XV Congreso del partido, cuya tarea era expulsar a la Oposición de Izquierdas, Molotov dijo repetidamente: "No tenemos que caer en las ilusiones de los campesinos pobres sobre la colectivización en masa. No es posible en las circunstancias actuales". En el interior de Rusia la política fue la de permitir un pleno desarrollo de los kulaks (campesinos ricos) y a los nepistas (capitalistas urbanos). Esta política está perfectamente reflejada en la consigna acuñada por Bujarin, con el pleno apoyo de Stalin, dirigida hacia el campesinado: "¡Enriqueceos!"

La política de la Internacional Comunista giraba aún más a la derecha con la preocupación de Stalin por encontrar aliados para "la defensa de la Unión Soviética de un ataque". La Internacional Comunista ya se estaba quedando reducida al papel de guardia fronterizo. Los desacuerdos dentro del Partido Bolchevique y de la Internacional aparecieron con la cuestión de la revolución china y la situación en Gran Bretaña. En China, durante 1925-1927, la revolución estaba provocando el levantamiento de millones de personas en Asia. La Internacional Comunista, en lugar de confiar en los trabajadores y los campesinos para llevar adelante la revolución, como fue la política leninista en Rusia, prefirió confiar en los capitalistas y generales chinos. La Oposición de Izquierdas advirtió de las consecuencias que tendría esta política. El Partido Comunista Chino era el único partido obrero en China y tenía una influencia dominante entre la clase obrera; el campesinado miraba el ejemplo de Rusia que les demostraba una salida a los siglos de sufrimiento que habían sufrido en manos de los terratenientes a través de la ocupación de tierras. Pero la IC se negó tenazmente a tomar el camino de la independencia de la clase obrera, camino en el que siempre había insistido Lenin como un requisito previo para una política comunista con relación a las revoluciones democrático-burguesas y anti-imperialistas en oriente.

Mientras tanto, en Gran Bretaña se seguía una política similar, aquí las masas estaban en medio de un proceso de intensa radicalización. Como una forma de hacer frente a una invasión contra la Unión Soviética, los sindicatos rusos hicieron un pacto con el secretario general del Consejo Sindical del TUC. En Gran Bretaña existía una tendencia hacia acontecimientos revolucionarios y se puede ver en el hecho de que un millón de militantes, la cuarta parte de la militancia sindical, estaban organizados en el Movimiento Minoritario(Ala de izquierdas de los sindicatos británicos impulsada por el Partido Comunista en los años veinte). Trotsky analizó la situación en Inglaterra y pronosticó el estallido de la huelga general. La tarea del Partido Comunista y de la IC tendría que haber sido preparar a los trabajadores para la inevitabilidad de una traición por parte de la dirección sindical. En su lugar, sembraron ilusiones en las mentes de los trabajadores, especialmente cuando los burócratas sindicales se escudaron en el acuerdo con los sindicatos rusos y que utilizaron como una capa. Tras la traición de la huelga general por parte la burocracia sindical, Trotsky exigió que los sindicatos rusos rompieran relaciones con el TUC. Stalin y la IC se negaron.

Después de utilizar durante el tiempo necesario el Comité Anglo-Ruso, más de un año después de la huelga general, la burocracia sindical rompió las relaciones. La IC gritó a los cuatro vientos que la habían traicionado. Pero mientras tanto, el joven Partido Comunista de Gran Bretaña, que debería haber aumentado su militancia a pasos agigantados gracias a estos grandes acontecimientos, se quedó paralizado y desorientado con la política de la Internacional, quedó totalmente desacreditado y su influencia entre las masas se debilitó.

Estas nuevas derrotas de la IC, consecuencia directa de la política de Stalin y la burocracia, a primera vista, paradójicamente, aumentaron el poder de la burocracia dentro de la Unión Soviética. Las masas soviéticas estaban cada vez más desmoralizadas y desilusionadas con estas nuevas derrotas del proletariado internacional y su moral seguía disminuyendo. Las derrotas, que habían sido una consecuencia directa de la política de Stalin y la burocracia, fortalecieron aún mas la posición de ésta en la Unión Soviética. La Oposición de Izquierdas, dirigida por Trotsky, que había analizado y previsto correctamente estos procesos, fue expulsada en esta época del Partido Bolchevique y de la Internacional.

Los resultados internos de la política de Stalin, comenzaron a dar su fruto en el alarmante crecimiento de la fuerza e influencia de los kulaks y los nepistas. La Unión Soviética se encontraba al borde del desastre. Aterrorizados, Stalin y la burocracia se vieron obligados a adoptar una caricatura de la misma política por lo cual habían expulsado a Trotsky y sus seguidores. En Rusia se pusieron en práctica los Planes Quinquenales contra los que Stalin había luchado tan enérgicamente. Gracias a la producción planificada la Unión Soviética consiguió sus grandes éxitos y sobre las que actualmente se basa la URSS para su participación en la guerra.

Mientras tanto, el giro interno hacia la izquierda provocado por el terror, se reflejó en un giro aterrorizado hacia la izquierda a nivel internacional. Stalin se había pillado los dedos en sus intentos de apoyarse en elementos capitalistas en China y de conciliación con la socialdemocracia. Ahora, bruscamente, llevó a la internacional en la dirección contraria. La Internacional, violando sus estatutos, llevaba cuatro años sin celebrar un congreso. Se convocó un nuevo congreso el que se presentó oficialmente el programa del socialismo en un solo país como programa de la Internacional Comunista. También proclamó el final de la estabilidad capitalista y el comienzo de lo que se llamó el "tercer período". Este "tercer período" su suponía que desembocaría en el colapso final del capitalismo mundial. Al mismo tiempo, la socialdemocracia, según la una vez famosa (pero ahora enterrada) teoría de Stalin, se había transformado en el "socialfascismo". Ya no era posible llegar a un acuerdo con los "socialfascistas", que constituían el principal peligro al que se enfrentaba la clase obrera y había que destruirlo.

Fue precisamente en este período cuando la depresión sin precedentes de 1929-1933 afectó a todo el mundo. En particular, golpeó a Alemania. Los trabajadores alemanes se encontraron en una situación de degradación y miseria, y las clases medias estaban arruinadas. Las cifras de desempleo en Alemania aumentaban constantemente hasta que alcanzaron los 8 millones de parados. La clase media, al no recibir nada de la revolución de 1918 y desengañada con el fracaso de los comunistas en 1923 que no consiguieron tomar el poder, presa de la angustia y la desesperación, comenzó a buscar una solución a sus problemas en una dirección distinta. Ayudados y financiados por los capitalistas, los fascistas comenzaron a asegurarse una base de masas en Alemania. En las elecciones de septiembre de 1930 consiguieron cerca de 6 millones y medio de votos.

A pesar de su expulsión de la IC, Trotsky y sus seguidores todavía se consideraban parte de ella y pedían insistentemente que se les permitiera volver a sus filas. Al mismo tiempo, sometieron a una dura crítica la teoría suicida adoptada por la Internacional Comunista. En su lugar, defendían el regreso a la política leninista realista del frente único como único medio de ganar a las masas para la acción y a través de su propia experiencia, al comunismo.

Con la victoria de Hitler en las elecciones, Trotsky dio la señal de alarma. En un folleto titulado: El giro de la Internacional Comunista. La situación en Alemania, lanzó la señal de salida para la campaña que durante tres años llevado adelante la Oposición de Izquierdas de la Comintern, así es como se consideraban los trotskistas. En Alemania, Francia, EEUU, Inglaterra, en la lejana Sudáfrica y en todos los países donde tenían grupos, los trotskistas llevaron a cabo una campaña para exigir que el Partido Comunista Alemán emprendiera una campaña a favor del frente único con los socialdemócratas para evitar que Hitler llegara al poder.

Bajos las instrucciones directas y el asesoramiento de Stalin y la IC, el Partido Comunista Alemán denunció esta política como "contrarrevolucionaria y socialfascista". Lucharon insistentemente contra la socialdemocracia a la que consideraban el "principal enemigo" de la clase obrera y planteaban que no existía ninguna diferencia entre democracia y fascismo. En septiembre de 1930, Rote Fahne (Bandera Roja), el órgano del Partido Comunista Alemán proclamaba lo siguiente: "Anoche fue el gran día de Herr Hitler, pero la victoria electoral de los nazis es el principio del fin".

Durante estos años la IC continuó con su funesto rumbo. Cuando Hitler organizó un referéndum en 1931 para derribar al gobierno Socialdemócrata de Prusia, ante la insistencia directa de Stalin y la IC, los comunistas alemanes votaron con los nazis en contra de los socialdemócratas. Todavía en mayo de 1932, el Daily Worker británico acusaba de esta manera a los trotskistas por su política en Alemania:

"Resulta significativo que Trotsky haya salido en defensa del frente único entre los partidos comunistas y socialdemócratas en contra del fascismo. En un momento como el actual no se podría haber dado una dirección de clase más perjudicial y contrarrevolucionaria".

Mientras tanto, Trotsky había escrito cuatro folletos, docenas de artículos y manifiestos, en todas partes los trotskistas aprovechaban cualquier oportunidad para presionar a la IC para que ésta cambiara de política. En enero de 1933 Hitler pudo tomar el poder sin la más mínima oposición organizada en un país que contaba con la clase obrera más organizada y con el Partido Comunista más fuerte, exceptuando el de Rusia. Por primera vez en la historia, la reacción pudo conquistar el poder sin ninguna resistencia por parte de la clase trabajadora. El Partido Comunista Alemán contaba con 6 millones de seguidores, la socialdemocracia con 8 millones. Juntos eran la fuerza más poderosa de Alemania.

El Partido Comunista Alemán se condenó para siempre con esta traición. Pero la IC estaba lejos de reconocer la naturaleza de la catástrofe. En su lugar, apoyó solemnemente la política del Partido Comunista Alemán y de la Internacional después de considerarla perfectamente correcta.

Una organización que no puede aprender de las lecciones de la historia está condenada. Como fuerza en la lucha por el socialismo mundial la IC estaba muerta. La Oposición Internacional de Izquierdas rompió con ella y proclamó la necesidad de una nueva Internacional. Pero lo que era evidente para la vanguardia que había abandonado cualquier intento de reformar la IC, no era tan evidente para las masas. Sólo podrían aprenderlo a través de los grandes acontecimientos.

La IC continuó aplicando esta política errónea hasta 1934. Cuando los fascistas franceses, animados por los éxitos del fascismo en Austria y Alemania encabezaron manifestaciones armadas para derribar el gobierno liberal y el parlamento, el Partido Comunista dio la orden de manifestarse junto a ellos. Pero ahora el peligro que Hitler representaba para la Unión Soviética era evidente para todo el mundo. Stalin y la burocracia estaban aterrorizados. Stalin, desdeñoso y cínico con la capacidad de la IC como instrumento de la revolución mundial, la convirtió aún más abiertamente en un instrumento de la política exterior soviética. Una organización en la sociedad de clases que deja de representar a la clase obrera, inevitablemente, cae bajo la presión e influencia de la burguesía, Stalin en busca de aliados giró hacia las burguesía de Gran Bretaña y Francia. La política del Frente Popular se inició y se aprobó en el último congreso de la Internacional celebrado en 1935. Esta política de coalición con los capitalistas liberales estaba en contra de la política por la que había luchado Lenin durante toda su vida. Representaba una nueva etapa en la degeneración de la IC y del primer estado obrero.

Con el ascenso de Hitler, de nuevo gracias a la política de Stalin, se afianzó aún más la burocracia en la Unión Soviética. Las casta burocrática se ha elevado cada vez más por encima de las masas soviéticas y ha aumentado su poder. Pero esta degeneración progresiva ha sufrido también cambios cualitativos. De ser simplemente incapaz de asegurar otra cosa que no fuera la derrota de la clase obrera mundial, el estalinismo se ha opuesto a la revolución proletaria en otros países. Los Procesos de Moscú, el asesinato de los viejos Bolcheviques, las purgas, el asesinato y el exilio de decenas de miles de la flor y nata de los trabajadores comunistas rusos, completaron la contrarrevolución estalinista dentro de la Unión Soviética.

Los acontecimientos en Francia y España están todavía frescos en la cabeza de todo revolucionario. La IC jugó el papel principal en la destrucción de una revolución que podría haber triunfado. En realidad, se ha revelado como la vanguardia combatiente de la contrarrevolución. Las derrotas de la clase obrera mundial condujeron, inevitablemente, a la guerra mundial. Irónicamente, la guerra se inició con un pacto entre Hitler y Stalin. Así, Stalin asestó un nuevo golpe a la clase obrera mundial y a la IC. Después dio un nuevo vuelco y emprendió una campaña por la paz en interés de Hitler, con un habilidoso disfraz de política "revolucionaria". Como Trotsky dijo en su predicción del pacto Stalin-Hitler en un artículo escrito en marzo de 1933:

"El rasgo fundamental de la política internacional de Stalin en los últimos años ha sido el siguiente: comercia con los movimientos de clase obrera cómo comercia con el petróleo, el manganeso y otras mercancías. En esta frase no hay un ápice de exageración. Stalin trata a las secciones de la IC en los diferentes países y a la lucha de liberación de las naciones oprimidas como si fueran calderilla en las negociaciones con las potencias imperialistas… cuando tiene que apoyar a China contra Japón, somete al proletariado chino al Kuomintang. ¿Qué haría en el caso de un pacto con Hitler? Por cierto, Hitler no tiene ninguna necesidad particular de conseguir la ayuda de Stalin para estrangular al Partido Comunista Alemán. La situación insignificante en la que se encuentra el partido es la consecuencia de toda su política anterior. Pero es muy probable que Stalin llegue a un acuerdo para cortar cualquier ayuda para el trabajo clandestino en Alemania. Esta es una de las concesiones secundarias que tendría que realizar y, sin duda, estará bastante dispuesto. También podemos estar seguros de que la campaña ruidosa, histérica y hueca contra el fascismo que lleva adelante la IC desde hace unos años, va a silenciarse de una forma hábil y solapada".

La política de Stalin y el "cadáver corrupto" de la Comintern se arruinó irremediablemente cuando los nazis invadieron la Unión Soviética. La IC tuvo que dar un giro de ciento ochenta grados y convertirse de nuevo en el felpudo del imperialismo británico y Roosevelt. Pero con el aumento de la dependencia de Stalin del imperialismo estadounidense y británico, también aumentaba la presión de los "aliados" capitalistas. El imperialismo estadounidense, particularmente, ha pedido la disolución de la Comintern como garantía final frente al peligro de la revolución social en Europa después de la caída de Hitler.

Ya se ha terminado esta prolongada agonía. Stalin ha disuelto la degenerada Comintern. Al hacerlo, ha proclamado abiertamente su cambio de campo, al de la contrarrevolución capitalista en lo que concierne al resto del mundo. Sin embargo, los imperialistas que obligaron a Stalin a este intercambio a cambio de concesiones y negocios por su parte, no han comprendido las consecuencias que esto tendrá.

De ninguna manera van a poder abortar las nuevas revoluciones que estallarán por todo el mundo. En menos de dos décadas desde que comenzó su degeneración, la Comintern ha arruinado muchas situaciones favorables para la revolución en muchos países. Las décadas venideras serán testigo de muchas revoluciones que llevarán al colapso y la desintegración del capitalismo.

La época de entreguerras, aunque fue una época de convulsiones violentas, pronto será considerada como una época tranquila en comparación con el período venidero. En un ambiente de insurrecciones y tormentas sociales, se volverá a construir un verdadero instrumento de la revolución mundial. Durante las últimas décadas los obreros, excepto en Rusia, han carecido de un partido y dirección bolcheviques. Volverán los magníficos días de la Internacional Comunista de 1917-1923.

El crecimiento del apoyo internacional a las ideas del marxismo, basadas en las tradiciones del bolchevismo, la rica experiencia del pasado, aprendiendo de las derrotas de la clase obrera, una vez más llevará a los oprimidos hasta el derrocamiento del capitalismo y el establecimiento de una república socialista mundial.

FUENTE:http://www.marxismo.org/?q=node/120
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Estudiar a Trotsky: necesidad y obligación revolucionaria


Javier García Noviembre 1999

Estudiar las brillantes aportaciones de Trotsky al cuerpo vivo del marxismo es, más que una necesidad, una obligación para cualquier activista obrero. Los análisis de Trotsky, realizados hace más de medio siglo, se han visto confirmados por el acontecer histórico.


Sin duda alguna, el marxismo de nuestra epoca, la época de la globalización imperialista y la transición al socialismo, no ha podido encontrar mejor interlocutor. Trotsky no sólo combatió duramente en las jornadas revolucionarias de 1905 y 1917, sino que ocupó una vital posición dirigente en ambos procesos.

Al lado de Lenin, su principal maestro, dirigió las riendas del recién nacido estado obrero soviético, primero como ministro de asuntos exteriores y más tarde, como comisario de guerra, fundando el glorioso ejército rojo, que venció la contrarrevolución auspiciada por las principales potencias capitalistas.

Ambos dirigentes, Lenin y Trotsky, se entregaron en cuerpo y alma a la construcción de la Internacional Comunista, la III Internacional, el partido mundial de la revolución socialista, la fuerza revolucionaria más impresionante que haya conocido la historia.

Conscientes de que la revolución no podría sobrevivir en un país atrasado y aislado como Rusia, Lenin y Trotsky dieron más importancia a la Comintern que a la propia existencia de la URSS.

Con los primeros sintomas de burocratización del estado obrero, Lenin ya enfermo, intentó convencer a Trotsky para lanzar una lucha a muerte contra el estalinismo emergente. Lenin llegó a aconsejar al partido bolchevique la destitución de Stalin como secretario general del partido, que entonces era considerado un cargo más organizativo que político. En sus Cartas al Congreso (Testamento político), Lenin elogia la figura de Trotsky calificándole como el elemento más capaz del partido.

Varios meses antes de morir, Lenin rompió relaciones personales con Stalin, pero su enfermedad y muerte le impidieron dar la batalla contra Stalin en el congreso del partido. Trotsky, en lo que después reconoció como uno de los grandes errores de su vida, rehusó atacar a Stalin, cuando sin duda alguna tenía el apoyo mayoritario del partido, por temor a provocar una escisión.

Pero, una vez muerto Lenin, Trotsky es objeto de una calumniosa campaña de desprestigio político dirigida por la troika (Stalin, Kamenev y Zinoniev) cuyo objetivo era alzar un muro artificial entre el leninismo y el así llamado "trotskismo", término inventado por los enemigos de Trotsky y que jamás fue aceptado por el revolucionario ruso.

Trotsky predijo el desastre, con 50 años de adelanto, al que la burocracia estalinista llevaba a la URRS. Hoy, cuando sólo quedan ruinas de la degeneración estalinista, son los seguidores de Trotsky los únicos defensores convencidos de la vigencia de la Revolución de Octubre y de las ideas del internacionalismo y del comunismo.

La agonía prolongada del capitalismo dará una nueva oportunidad a la clase trabajadora para derribar el orden burgués y transformar la sociedad. A través de la lucha, las ideas y el programa marxista penetrarán en las mentes y los corazones de los explotados y oprimidos, convirtiéndose en una fuerza imparable.

Si las ideas marxistas consiguen ganar la dirección proletaria, la humanidad dará un gran salto de gigante hacia una nueva sociedad, el comunismo, una sociedad sin clases, sin estado, sin fronteras ni ejércitos, sin armas, una sociedad humana universal basada en el principio de "a cada uno según su necesidad, de cada uno según su posibilidad".

El comunismo es una sociedad superior, es el reino de la libertad, el arte, la cultura y el ocio, un mundo donde el trabajo asalariado y alienante ha desaparecido y el ser humano es libre de desarrollar todas sus potencialidades creativas.

La humanidad comunista podrá afrontar con éxito aquellas metas que el capitalismo es incapaz siquiera de soñar, como la superación de enfermedades hoy incurables como el cáncer o de viejas lacras como el hambre en el mundo.

Pero para eso aún queda mucho por hacer. El capitalismo no va a caer sólo. Si el reformismo y el estalinismo consiguen mantener su poder e influencia en el seno del movimiento obrero en las próximas décadas, una larga cadena de derrotas sangrientas esperan al proletariado mundial, con la posibilidad de guerras y catástrofes que pueden hacer peligrar la propia supervivencia de la raza humana.

Por eso desde hoy es necesario luchar por la revolución socialista. Aquellos que abracen las ideas marxistas se covertirán en agentes conscientes del proceso histórico. Y para ello es fundamental una buena formación política y no hay mejor manera de empezar a formarse que leer a los clásicos del marxismo y, en particular a León Trotsky.


FUENTE:http://www.marxismo.org/?q=node/48
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Trotsky en el siglo XXI

 
Guillermo Almeyra Agosto 2007
(Guillermo Almeyra es profesor investigador de la UNAM y columnista y editorialista del diario " La Jornada" de México)




Una corrección apresurada de mi artículo anterior sobre Trotsky antes de enviarlo permitió que se publicase que había sido asesinado hace 47 años, en vez de 67. Muchos lectores corrigieron por su cuenta, pero igual les ofrezco disculpas a todos. En ese artículo hablaba de lo que sigue siendo válido en Trotsky; en este, por el contrario, mencionaré brevemente lo que a mi juicio ya no lo es.

Después del derrumbe de la Unión Soviética -previsto por Trotsky en La revolución traicionada, ya en 1936-, después del terrible desprestigio de la palabra comunismo causado por los Stalin, los Pol Pot, los Ceausescu, los Mao y sus seguidores, después de las modificaciones profundas causadas por la derrota del movimiento obrero a escala mundial por la mundialización dirigida por el capital financiero, con su secuela terrible de desocupación, emigraciones, caída brutal del ingreso, supresión de conquistas sociales históricas, y después de la reanudación del más feroz colonialismo y del apartheid (en Palestina), de las guerras coloniales imperialistas (Afganistán, Irak) y del ingreso sin frenos del capitalismo en China, Vietnam y las repúblicas que antes formaron la ex Unión Soviética, ¿qué ha demostrado ser erróneo o qué pasó a ser obsoleto en el pensamiento de Trotsky?

En primer lugar, la caracterización de la URSS, ya a partir de los años 30, como Estado obrero burocráticamente degenerado, de la cual derivó la caracterización de los Estados supuestamente "socialistas" de la posguerra como Estados obreros deformados. No era posible, en efecto, seguir hablando de "Estado obrero" -después del aniquilamiento de los soviets, del partido bolchevique, de la democracia obrera, con el surgimiento de una casta brutal y totalitaria privilegiada, después de las matanzas y deportaciones de millones de personas y cuando los campos de concentración, de trabajo esclavo y de exterminio estaban en el orden del día- sólo porque las empresas eran del Estado, existía el monopolio del comercio exterior y la economía estaba burocráticamente planificada y porque los advenedizos en el poder se veían todavía obligados a hablar de Marx, de Lenin, del socialismo (a los que prostituían y traicionaban a cada paso). La propiedad, aunque jurídicamente fuese "colectiva", no era de la sociedad, sino de un Estado que se reforzaba mediante el terror, y su disfrute era monopolizado por una casta con valores y gustos capitalistas, estrechamente nacionalista e igualmente feroz en su relación con los trabajadores -supuestos dueños del poder estatal- que los gobernantes capitalistas anteriores. Esos estados, aunque no gobernados por capitalistas sino por burócratas, formaban parte de un solo mercado y de una relación mundial capitalista (que trataban de conservar con su política enterradora de revoluciones y de "coexistencia pacífica" con el imperialismo).

Capitalistas de Estado, los burócratas estalinistas de todos los países "socialistas" preparaban el camino a la restauración pura y simple del capitalismo en condiciones semicoloniales o de dependencia del capital extranjero. Las ilusiones de gente inteligente, como Ernest Mandel, cuando el comienzo del derrumbe con Gorbachov, sobre la posibilidad de una revolución puramente política que regenerase el Estado "soviético" (que había acabado con los soviets 70 años antes), partían de la aceptación dogmática de esa caracterización errónea de Trotsky y de la total subestimación de los terribles cambios negativos introducidos durante más de 65 años por el estalinismo en la clase obrera y la sociedad de esos países, y en las fuerzas socialistas, a escala mundial.

Los cambios provocados por la mundialización (mejor dicho, por la ignorancia y la incapacidad de estalinistas y socialdemócratas, debido a su estrecho nacionalismo y su estatalismo, de preverla y enfrentarla) han modificado profundamente la clase obrera y su subjetividad así como la relación entre las clases y entre las zonas urbanas y rurales. No se puede ver ya a la clase obrera -ni siquiera en el sentido más amplio de la palabra- como sujeto homogéneo y prácticamente único del cambio revolucionario, como pensaban los bolcheviques como Trotsky hasta la Segunda Guerra Mundial. Y la alianza obrera y campesina, si bien sigue siendo una necesidad en la inmensa mayoría de los países, debe incorporar también a vastísimos sectores que no son ni obreros ni campesinos ni constituyen una clase. Para construir el socialismo también sigue siendo necesario un partido, pero éste no puede ser un partido bolchevique fuertemente centralizado, al cual se subordina todo, como el que fue necesario para Rusia en una fase determinada y heroica de la lucha, pero que hoy es irrepetible. El "partido" en cuestión debe ser más parecido al de Marx, o sea, a la unión voluntaria y libre de los esfuerzos y las inteligencias de todos los que comparten una tendencia política, independientemente de las diferencias o matices que puedan existir en el mismo. Y ese "partido" no puede ser ni una vanguardia eterna autoproclamada ni el eje del poder sino, como los marxistas en la Comuna de París o los revolucionarios rusos en los soviets, la parte más activa en la construcción por el "trabajador colectivo" marxiano, de ese poder tanto en la conciencia de los oprimidos y explotados como en el enfrentamiento con el poder de los patrones y del Estado.Un partido instrumento transitorio de los explotados y oprimidos para construir poder, suprimir las clases, el Estado, el poder sobre los seres humanos y no sobre las cosas, los partidos mismos, e integrar al ser humano libre en su medio ambiente, preservado y reconstruido como base misma de esa libertad. De ahí deriva la importancia de la lucha por la democracia política y social y por la defensa del ambiente; de ahí también la de la lucha por una cultura alternativa y por unir estrechamente, en nuestros países, el combate por la liberación nacional con la liberación social.

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fuente:http://www.marxismo.org/?q=node/1015

sábado, 12 de febrero de 2011

La revolución alemana: cómo una insurrección obrera puso fin a la Primera Guerra Mundial

Es un lugar común afirmar que la revolución de noviembre de 1918 en Alemania fracasó. Pero tuvo éxito en poner fin a la Primera Guerra Mundial, el mayor y más sangriento conflicto de la historia de la humanidad hasta aquel entonces. También consiguió algunas reformas importantes que el movimiento de la clase obrera no logró conseguir en más de medio siglo de lucha. Éstas reformas incluyeron: el sufragio universal, la jornada laboral y una legislación para la negociación colectiva.
 
 


El levantamiento de noviembre de 1918 empezó con un motín de soldados de los navíos de guerra de Kiel y Wilhelmshafen, al norte de Alemania. Se había ordenado el traslado de unos 80.000 marineros a Skageragg para una "maniobra", pero éstos creyeron que en realidad se les enviaba a una batalla en el momento mismo que el nuevo gobierno había aceptado iniciar las negociaciones de paz.

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial en agosto de 1914, la inmensa mayoría de la gente común se creyó las mentiras de sus respectivos gobiernos, a saber: que la guerra se libraba en su interés y que la victoria traería una vida mejor para todos. Pero en este momento la rabia contra la guerra había conducido al desencanto hacia la política institucional. El Partido Socialdemócrata Alemán, el SPD, apoyó la guerra, haciendo que la resistencia quedase confinada a un pequeño número de socialistas revolucionarios reunidos alrededor de las figuras de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, único miembro del Reichstag que se declaró en contra de la guerra.


La antigua creencia en los beneficios de la guerra se tornó en desesperación. Para los soldados, esta desesperación se convirtió en odio hacia sus oficiales a medida que millones de soldados alemanes morían y eran mutilados en los campos de batalla.

En agosto de 1917 el primer motín en la marina fue aplastado y sus líderes, arrestados. Dos de ellos fueron ejecutados. Pero sólo un año después los soldados demostraron que habían aprendido la lección de aquella derrota. Tras el levantamiento de los soldados, los oficiales se apresaron a arrestar a 300 insurgentes. En respuesta, los socialistas de izquierda que había entre los soldados abandonaron sus puestos para reunirse con los obreros del puerto. Escogieron a sus delegados y anunciaron una manifestación unitaria en noviembre.

Esta manifestación se convirtió en una demostración de fuerza de las masas: cerca de 10.000 soldados armados y obreros desfilaron por las calles de Kiel reclamando la liberación de sus camaradas. Un grupo de oficiales disparó contra ellos, asesinando a las mujeres y niños que encabezaban la marcha. Los soldados devolvieron los disparos, acabando con la vida del oficial que había ordenado fuego. Y aquí se cruzó el punto a partir del cual no hay retorno. La manifestación se convirtió en un levantamiento. Las prisiones fueron asaltadas y se liberaron a los 300 soldados.

Al día siguiente los soldados eligieron a sus delegados en asambleas masivas y formaron un consejo de soldados para tomar y coordinar las decisiones con las que dirigir las naves de acuerdo con sus intereses. Esa misma tarde el consejo de soldados reunió y puso bajo su mando a cerca de 40.000 marineros armados.

El 5 de noviembre una huelga general sacudió los muelles y las fábricas de Kiel. Se izó la bandera roja en los barcos y en el puerto. Sólo el navío "König" (el "Rey") se mantuvo al mando de sus oficiales. Pero en una breve escaramuza su primer oficial recibió un disparo y la situación se giró a favor de los insurrectos. En dos días el levantamiento en Kiel fue seguido por motines con éxito en todos los grandes puertos, incluyendo Hamburgo, Wilhelmshafen, Cuxhafen y Rostock. La insurrección se fue extendiendo por todo el país, y para el 9 de noviembre ya había alcanzado la capital, Berlín. Los marineros estaban a su cabeza y en todos los sitios los obreros respaldaron su lucha. Fue un levantamiento espontáneo, pero las ideas que había detrás suyo habían sido avanzadas por Karl Liebknecht y el grupo en torno a su persona.

El 1 de mayo de 1916 él y la Liga Espartaco habían organizado la primera manifestación de masas en contra de la guerra en Berlín. Fue arrestado, a pesar de la inmunidad que tenía como parlamentario. Sólo fue capaz de gritar "¡Abajo la guerra!" antes de ser arrestado y encarcelado hasta el fin de la contienda. En mayo de 1915 Liebknecht escribió un panfleto que fue ampliamente distribuido de manera ilegal en las fábricas y entre los soldados. Decía que "en este momento nuestra tarea es la lucha proletaria internacional. El enemigo principal de cada pueblo se encuentra en su propio país. El principal enemigo del pueblo alemán es el imperialismo alemán."

El internacionalismo y la lucha de clases son armas esenciales en la lucha contra el imperialismo. Las lecciones del levantamiento de 1918 contra la sangrienta maquinaria de guerra siguen siendo válidas hoy.

Volkhard Mosler es colaborador de Marx21 (www.marx21.de)
Enlace:
http://www.socialistworker.org.uk/art.php?id=16462

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Qué es el fascismo y cómo combatirlo


Javier García 1999
(Introducción a una Tertulia Roja de IZQUIERDA REVOLUCIONARIA)



El capitalismo es un sistema social que se basa en la explotación de la clase trabajadora a manos de una minoría de la sociedad, aquellos que poseen los medios de producción, es decir, los capitalistas. El dominio de esta minoría sobre la mayoría es garantizado por el estado que es el instrumento por el cual una clase impone su dominio sobre otra.

El estado burgués garantiza el dominio social de los capitalistas mediante su control del aparato del estado. El aparato ideológico del estado -la educación, la familia, la Iglesia, los medios de comunicación, las cúpulas sindicales y políticas reformistas, etc- garantiza la difusión de los valores e ideas de la clase dominante con objeto de impedir la concienciación política y por consiguiente, la lucha, de la clase dominada. El aparato ideológico tiene, por tanto, una función preventiva. Su misión es evitar el levantamiento de la clase dominada.

A pesar de que el capitalismo ha perfeccionado notablemente este aparato, en algunas ocasiones -los momentos en que se producen crisis revolucionarias- su control social no puede ser garantizado sólo por el dominio ideológico. Es entonces cuando actúa el aparato coercitivo -ejército, policía, Guardia Civil, etc- mediante la represión violenta de cualquier movimiento que desestabilice el dominio de los capitalistas.




Los modelos de su dominio

En condiciones normales, la burguesía domina mediante la democracia burguesa. Existen libertades formales, se puede votar, hay partidos y sindicatos, etc. Aquí el aparato dominante es el ideológico. Los capitalistas pueden prevenir cualquier levantamiento social mediante su dominio ideológico que se traduce en un bajo nivel de conciencia de las masas de trabajadores, en la domesticación de las cúpulas sindicales y políticas obreras, en el aislamiento de la vanguardia revolucionaria, etc. Este modelo se da normalmente en mayor o menor medida en países capitalistas desarrollados.





Otro modelo es la dictadura burguesa o bonapartismo. Aquí el aparato dominante es el policíaco-militar. La burguesía deposita su confianza no en los líderes políticos a su servicio, si no en una junta militar. Se suspenden las libertades, se persigue a los opositores, se reprime al movimiento obrero, etc. Existen muchos tipos de dictaduras burguesas. Por ejemplo, la dictadura de Primo de Rivera reprimió a la CNT y al movimiento anarquista, pero toleró a la UGT y al movimiento socialista. Las dictaduras latinoamericanas, sin embargo, sin dejar de ser dictaduras, emplearon métodos propios del fascismo: el aniquilamiento físico de la vanguardia obrera y, por tanto, la destrucción del movimiento obrero organizado. Hay dictaduras que duran poco tiempo (la de Primo de Rivera duró siete años) y otras que duran más (la de Franco, por ejemplo), dependiendo de las relaciones de fuerzas entre las clases.

El fascismo

El tercer modelo es el fascismo. El fascismo se distingue del bonapartismo en varios aspectos y por eso hay que estudiarlo separada y específicamente. El bonapartismo se basa exclusivamente en el aparato del estado. En cambio, el fascismo, descansa en una primera etapa, en un movimiento de masas, es decir, cuenta con apoyo social. Expliquemos esto. El fascismo sólo se puede dar en períodos revolucionarios, en períodos de grandes crisis sociales, cuando no es posible ningún arreglo pacífico entre las clases, cuando la salida no puede ser otra que o fascismo o socialismo. O lo que es lo mismo o victoria de la reacción o victoria de la revolución.

La burguesía, en estos períodos, juega a dos bandas. Por un lado, mantiene la apariencia democrática -parlamento, partidos, etc- y por otro, apuesta cada vez más por el fascismo. En un período revolucionario la clase trabajadora tiene muchas oportunidades para tomar una y otra vez el poder, destruir el estado burgués y transformar la sociedad. Si no lo hace -debido fundamentalmente a que la mayoría de los trabajadores siguen todavía a direcciones reformistas y no se ha construido un partido revolucionario de masas- las masas de la pequeña burguesía y el lumpenproletariado después de poner su confianza en el campo obrero y ser una y otra vez decepcionadas se pasan al campo contrario, al de la reacción burguesa.

La burguesía atrae a estas masas con una demagogia cuasi revolucionaria y las organiza paramilitarmente. Por ejemplo, el partido nazi alemán no sólo hizo propaganda contra los judíos, si no también contra los banqueros y el capital financiero. Distinguían entre el capitalista "bueno" que dirige su negocio y el capitalista usurero o prestamista que saca beneficio del negocio de los demás. Aunque los judíos no llegaban a representar ni un 1% de la clase dominante alemana, algunos de los banqueros más conocidos eran judíos, por lo que era fácil identificar al usurero con el judío.

Por otro lado, millones de alemanes estaban en paro, al mismo tiempo que el impago de los créditos y préstamos bancarios hacía que muchos pequeños comerciantes, tenderos, funcionarios, etc fueran cada día a la ruina. De esta manera los nazis con su demagogia racista atraían a sectores sociales que habían perdido la esperanza en que el proletariado organizado pudiera ofrecer una salida.

Esos sectores eran organizados paramilitarmente y realizaban acciones violentas contra militantes obreros, sedes de sindicatos, atacaban mítines etc. Esto es otra particularidad de los movimientos fascistas. En Alemania las SA y en Italia los Fascio di Combatimento dirigieron sus ataques contra los partidos y sindicatos obreros, por muy reformistas que fueran sus líderes. Muchos pequeño burgueses, lúmpenes y obreros que son enrolados en los destacamentos de combate fascistas creen honradamente que están llevando a cabo una revolución, creen que van a acabar con el sistema... La realidad es que están defendiendo los intereses de la clase dominante y del sistema.

Cuando el partido fascista adquiere una fuerza de masas, la burguesía liquida a los demás partidos burgueses y concentra todo su apoyo en el partido fascista, con objeto de facilitar su llegada al gobierno. Pero esta es la última fase en su estrategia de toma del poder. Antes de esto, los fascistas intentan dominar la calle fomentando el terror con sus acciones -palizas, intentos de asesinato, atentados, etc-. En un principio, estas acciones tienen un carácter individual y van dirigidas contra revolucionarios, minorías étnicas, gays, indigentes, etc. Más adelante conforme avance el proceso sus ataques van dirigidos hacia las organizaciones obreras, sus sedes y actividades.

Una vez que el partido fascista alcanza el poder, el proletariado es duramente reprimido. Sus organizaciones desaparecen y son perseguidas y no sólo sus líderes, si no cualquier militante es objeto de detención, tortura y asesinato. Los capitalistas se deciden por la opción fascista cuando la supervivencia del capitalismo entra en contradicción con la existencia de un movimiento obrero organizado.

El fascismo tiene corta duración. Cuando la burguesía ha aplastado al movimiento obrero y no necesita mantener un movimiento de masas fascista, el régimen evoluciona hacia una dictadura policiaco-militar normal. En esta fase, la clase dominante se puede encontrar con el problema de una posible rebelión de los elementos que cautivó con su demagogia cuasi revolucionaria. Por ejemplo, la burguesía alemana tuvo que liquidar físicamente a los cuadros de mando de las SA, muchos de los cuáles procedían del movimiento obrero y que pretendían apartar a Hitler del poder y expropiar a los capitalistas, en lo que llamaron la "segunda revolución". Estos elementos desclasados fueron barridos por el régimen nazi en la famosa "noche de los cuchillos largos".
Como vemos, el fascismo es un modelo de dominio muy peculiar, que se distingue perfectamente de una dictadura bonapartista, aunque también conserve rasgos comunes.

Resumiendo:

1) el fascismo es un régimen de dominación del gran capital que surge siempre en períodos revolucionarios y como consecuencia de la incapacidad de la clase obrera de tomar el poder y transformar la sociedad.
2) El fascismo se basa en un movimiento de masas organizado paramilitarmente formado por las masas desesperadas de la pequeña burguesía, elementos desclasados de la clase obrera y lúmpenes.
3) Este movimiento surge en torno al partido fascista que utiliza a estos elementos captados entre la pequeña burguesía y la clase obrera como fuerza de choque en su estrategia de toma del poder político.
4) Dicha estrategia pasa por diferentes fases hasta que el partido fascista adquiere una dimensión de masas. Entonces, la clase capitalista apuesta decididamente por el fascismo liquidando al resto de partidos burgueses.
5) Cuando las organizaciones obreras han sido destruidas y el peligro ha pasado, los capitalistas purgan el partido fascista de elementos "revolucionarios" para permitir la evolución del régimen hacia una dictadura bonapartista basada en el estado.

Esta es la teoría marxista del fascismo expuesta de la forma más sencilla y resumida posible. Pero no todo el mundo está de acuerdo con esto.

Otras explicaciones del fenómeno fascista

- La teoría socialdemócrata del fascismo afirma que existen sectores de la clase dominante interesados en derrotar el fascismo. Ponen por ejemplo, el enfrentamiento entre el capitalismo alemán y inglés durante la 2ª Guerra Mundial o el repudio de algunos importantes magnates alemanes hacia el nazismo. Todo ello para llegar a la conclusión de que no se puede luchar contra el fascismo con métodos violentos o extralegales. El estado -los jueces, la policía, etc- son los que tienen que enfrentarse a los fascistas, no los trabajadores. El movimiento obrero debe unirse a los sectores progresistas de la clase dominante para combatir desde la legalidad al fascismo. La expresión política de esta unión es el Frente Popular, coalición entre partidos obreros y burgueses. Este planteamiento clásico de la socialdemocracia fue asumido por el estalinismo a partir de 1935 en el VII Congreso de la Internacional Comunista que aprobó la política de Frentes Populares.

- La teoría estalinista del fascismo originariamente era bien distinta. No diferenciaba entre los fascistas y los socialdemócratas a los que llamaba "socialfascistas". Esto hacía imposible cualquier unidad de acción entre los obreros socialdemócratas y los estalinistas frente a los fascistas. Esta política era conocida como la política del "tercer período" que comenzó con el crak del '29 y que según los estalinistas iba a ser la crisis final del capitalismo. En ese período los socialdemócratas como habían demostrado otras veces iban a ser los salvadores del capitalismo como ocurriera en la revolución alemana de 1919 donde Rosa Luxemburgo y los dirigentes espartaquistas fueron asesinados por las tropas al mando del Gobierno socialdemócrata alemán. Los estalinistas llamaban a su táctica frente único por abajo, es decir, un frente de los trabajadores sin interferencias burguesas, lo cual es correcto, pero sin participación de la dirección socialdemócrata, lo que en la práctica impedía cualquier unidad de acción. El resultado de esta política fue que, por ejemplo, ante el peligro nazi, el PC alemán abrazó una política ultraizquierdista y sectaria que impidió por un lado, ganar a la base socialdemócrata y por otro lado, dividió el movimiento obrero, facilitando la llegada al poder de Hitler.

Cómo combatir el fascismo. Propuestas para el debate:

* Grupúsculos fascistas van a existir siempre. Conexiones con el aparato del estado también. Según un informe publicado en Madrid en 1994, el 13% de los miembros de BB.AA. eran miembros de las fuerzas de seguridad del estado. La cuestión es discernir cuando existe el peligro real del fascismo. O lo que es lo mismo, cuando un grupúsculo fascista puede adquirir una fuerza de masas. Para que esta variable pueda convertirse en realidad la sociedad tiene que entrar necesariamente en un período revolucionario. ¿Necesita la clase dominante el fascismo para seguir dominando? O lo que es lo mismo, ¿existe un peligro real de acceso al poder de los fascistas en Europa a corto y medio plazo?

* Existen diferentes grupos políticos de extrema derecha. Por ejemplo, el Partido de la Libertad (Austria) de Jorg Haider emplea una demagogía racista y xenófoba, pero no tiene encuadrados dentro de sus filas a bandas paramilitares. El Frente Nacional (Francia) de Le Pen o de la Alianza Nacional (Italia) de Fini han tenido o tienen estos elementos dentro de sus filas, aunque se desentienden de sus acciones. Entre estos grandes partidos y los grupos más abiertamente neonazis, ¿existe una diferencia esencial?

* Para luchar contra las bandas fascistas, crees que sería necesario exigir al Gobierno su prohibición. Es decir, ¿podemos fiarnos del estado para controlar la actividad de estos grupos o sólo podemos confiar en la fuerza de nuestra movilización?

* A la vista de la experiencia histórica, ¿que táctica debemos utilizar: Frente Popular, Frente Único o Frente Único por abajo?.

FUENTE:http://www.marxismo.org/?q=node/46

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Qué significa ser marxista, hoy


Los marxistas de hoy representan la continuación de la obra revolucionaria de Marx, Engels, Lenin, Luxemburgo y Trotsky. Deben ser, por tanto, las personas más luchadoras, consecuentes y firmes por la liberación y emancipación de la clase trabajadora.

Una lucha que sólo puede acabar, o con la derrota de la clase obrera y la consumación de la barbarie capitalista que amenaza con la propia destrucción de la humanidad, o con el derrocamiento del capitalismo y la victoria de la revolución socialista, que, estableciendo la democracia obrera a nivel internacional, ponga las bases para la desaparición de las clases, la extinción del estado y la construcción de la sociedad comunista.

El marxismo, el socialismo científico, huye de la vulgarización y el esquematismo mecanicista propios del estalinismo, que en alianza con el reformismo, ha llevado al proletariado a grandes derrotas históricas.


El marxismo rechaza el culto a la personalidad. Reivindicamos el carácter vivo, dialéctico y relativista del marxismo; no como dogma, sino como guía para la acción. Esto significa, en primer lugar, ser críticos hasta con el propio marxismo. Debemos ser capaces de desarrollar un pensamiento independiente con la ayuda del método marxista, basándonos en lo esencial de la escuela leninista: el análisis concreto de la situación concreta.

Internacionalismo

Si existe un rasgo principal que define al marxismo, éste es el internacionalismo. Cuando unos 500 monopolios y multinacionales dominan la economía mundial; cuando un puñado de grandes banqueros son capaces, por meros intereses especulativos, de hundir a la moneda de un país; cuando los trabajadores para ganar una lucha local a una multinacional tienen que organizarse a nivel internacional; l@s marxistas defendemos la necesidad de la unidad de la clase obrera por encima de las fronteras nacionales.

Defendemos la necesidad de construir el partido revolucionario a nivel mundial, como única garantía del triunfo del proletariado. El socialismo, o se construye a nivel internacional o degenera, y finalmente, es derrotado.

Democracia obrera

El marxismo reivindica que la construcción del socialismo no se limita a la simple nacionalización de la economía. Es necesario que la clase trabajadora controle la producción y la sociedad. La más amplia democracia obrera, los más amplios derechos democráticos son inherentes al socialismo.

La restauración del capitalismo en los antiguos estados estalinistas demuestra la certeza del programa marxista. Trotsky, hace más de 50 años, planteó que la burocracia estalinista sería incapaz de defender las conquistas del estado obrero, se convertiría en un freno absoluto para el progreso social y más tarde o más temprano, si la clase trabajadora no se alzaba contra el poder burocrático, la burocracia se haría restauracionista. No encontraría más salida que restaurar el capitalismo y reconvertirse en nuevos burgueses y agentes del imperialismo.

Colapso del estalinismo

El marxismo defiende que la caída del estalinismo no marcó el final de la época de la revolución socialista, sino sólo el final de un paréntesis histórico. Aún estamos en la época del imperialismo, en la época en la que el capitalismo ha agotado su papel histórico de desarrollar el progreso de la sociedad, impidiendo el avance de la humanidad.

Vivimos una agonía prolongada del capitalismo que se caracteriza por la concentración de la riqueza cada vez en menos manos, el aumento de la miseria y las enfermedades, las guerras de rapiña, la expoliación de los países ex-coloniales, el surgimiento de la barbarie fascista y racista, la destrucción del medio ambiente,...

Pero, al mismo tiempo, esta es la época de la transición hacia el socialismo. En una situación donde 2/3 partes de la humanidad no tienen resueltas sus necesidades básicas, donde los avances tecnológicos no son aprovechados en beneficio de todos, donde sólo en Latinoamérica existen más de 800.000 niñas que son obligadas a protituirse para sobrevivir,... sólo el socialismo puede resolver los problemas globales y superar la crisis de civilización que afecta a la humanidad.

Revolución socialista

Sin embargo, no existe la crisis final del capitalismo. Si la clase trabajadora no toma el poder político en sus manos, los capitalistas siempre encontrarán una salida. El socialismo no va a llegar sin lucha. La burguesía nunca se conformará con una pérdida de sus privilegios y beneficios. Siempre que pueda empleará todo su poder para acabar con cualquier intento de transformación social y restablecer el status quo. Lo vimos en la España de los años 30, en Chile en 1973, etc.

A lo largo de la historia, los poderosos han defendido con saña sus privilegios. No van a dejar que a través de reformas, de forma gradual, se les expropie. Se puede pelar una cebolla capa a capa, pero es imposible matar a un tigre pata a pata. Sólo a través del alzamiento revolucionario del proletariado contra la reacción burguesa se podrá vencer al capitalismo. Los marxistas, por tanto, somos revolucionarios consecuentes.

Finalmente, el marxismo reivindica el espíritu del optimismo revolucionario. Nuestra lucha camina en el sentido de la historia. Hoy, la clase obrera es la clase más poderosa de la sociedad. Sin su permiso ni gira una rueda ni brilla una bombilla. Por eso el 90% de nuestra tarea consiste en hacer consciente al proletariado de su propio poder.

FUENTE:http://www.marxismo.org/?q=node/46

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Un tal Marx, y un tal Engels

Se vuelve a hablar de Marx y Engels, en realidad nunca habían resultado tan actuales, tan modernos como en el presente, cuando el capitalismo ya ha demostrado todo lo que es capaz de infligir al mundo.

Hablando con los jóvenes que ahora empiezan a "tomar conciencia", a uno le llega la sensación de estar en un nuevo comienzo, con todas las dudas y dificultades propias de eso, de comenzar a andar de nuevo.
No quiero entrar sí antes y ahora fue peor, pero el que escribe no fue hasta el pase por la escuela nocturna para obreros de Sant Ramón Nonato, el Coll-blanch, en la zona colindante entre Barcelona y L´Hospitalet, donde se pudo enterar que existían un tal Marx y un tal Engels, nombres que parecieron raros en verdad. El mismo hecho de estar en aquel lugar ya reflejaba una inquietud, al igual que mis compañeros, trabajaba desde la madrugada, y pasaba del trabajo a las clases que eran de las 20 a las 22 horas. Se trataba de conseguir un certificado de "estudios primaros", pero la vedad es que había mucho más. Baste decir que el maestro era don Josep Vidal, un trabajador de La Farga, al que los llamados "nacionales" le habían retirado el título de maestro, y gracias que solamente le hicieron eso. Alguien le preguntó que era eso del "comunismo", y él comenzó a explicar cuatro cosas sobre aquel tal Marx y aquel tal Engels.

Por entonces, no era para nada fácil encontrar una biografía de ellos y menos una introducción al marxismo, eso comenzó a ser factible años más tarde gracias a editoriales como Nova Terra, Fontanella, o Ciencia Nueva. Recuerdo que Juan Montero contaba que se había comprado una biografía reaccionaria de Marx, la de Robert Payne, pero que el leyó lo que le interesaba y en el sentido que le interesaba. Igual me sucedió a mí con otra de un autor germano difícil de retener, y editada por una editorial (Cid) que se decía pertenecía al Opus Dei. La estaba leyendo mientras convalecía de una operación en el Hospital del Valle Hebrón, entonces conocido como Hospital Francisco Franco, y uno de los médicos que tropezó con el ejemplar comenzó a sermonearme. Aquello era un antigüalla –decía-, que ya no podía interesar a nadie. Ya había pasado el tiempo en el que los proletarios no tenían nada que perder, ahora era ya otra cosa, tenían trabajo, un salario que les permitía prosperar, sanidad y escuela pública, etc. Además, eso se la lucha de clases creaba odios…

Pero desde luego no me convenció, tampoco lo harían con una nueva generación. Nosotros encontramos numerosas razones para sentir que el marxismo era algo fundamental para comprender el mundo, y de ahí que, en muy poco tiempo, aquel tal Marx y el tal Engels que le bueno del profesor Vidal conocía de sus años jóvenes, comenzaran a editarse, primero de manera casi prohibida, como sucedió con la magnífica antología de C. Wright Mills sobre Los marxistas, de ERA, y luego fueron llegando otras y otras, algunas totalmente asequibles como aquella pequeña colección de Aguilera que preparaba Manolo Sacristán, y que en las paradas legales del Sant jordi de las entidades vecinales, se tenían que reponer una y otra vez…Algo no muy diferente esta sucediendo en los últimos tiempos, aquel tal Marx y el tal Engels que nos describían como parte de un mundo perdido, como dinosaurios de otros tiempos, están siendo rescatados.

Y es que, aunque algunos apocalípticos como Claude Chabrol, al que tanto le ha servido el marxismo para sus retratos burgueses, digan que ya no hay lucha de clases, que ahora estamos divididos entre burgueses y los que no lo son, pero quieren serlos, lo cierto es que aunque quieren no lo podrán ser, ya se ha acabado la fiesta neoliberal, de una lucha de clases llevada desde arriba, y estamos entrando en otro tiempo en el que los de abajo, aquellos a los que el médico que me sermoneaba ya veía como integrados…un tiempo en el que alguien como el profesor Vidal tendrá que explicar nuevamente que…

El tal Karl Marx (Tréveris, Renania, 1818-Londres, 1883), sigue siendo la figura más influyente e importante de la historia de la humanidad después de Cristo. Su vida y su obra se encuentran estrechamente ligada a la de Engels, su alter ego. Aunque destacó sobre todo como teórico y científico social, pero sería injusto no reconocer su dimensión militante. Fue y sigue siendo el centro del odio de todas las corrientes de pensamiento reaccionarias y se le ha llegado a atribuir el germen que más tarde produciría el Gulag, pero no ha habido ataque que haya resistido la prueba de la historia. Mal utilizado en vida --él mismo comentó delante de la interpretación de sus ideas efectuada por uno de sus discípulos: «sí esto es marxismo... yo no soy marxista»-, ha sido deformado brutalmente tras su muerte.

Mal conocido durante décadas, sólo ahora su obra resulta accesible en lo fundamental. Los estudios sobre su vida y su obra resultan imposibles de contabilizar, no hay semana sin que aparezca una nueva aportación en las librerías. Nació en una familia de tradición religiosa, pero su padre era un abogado liberal y funcionario público y convertido al cristianismo, siendo Marx educado en la religión protestante. Estudió Derecho, Historia, y después Filosofía, en las universidades de Bonn, Berlín y Jena en la que se doctoró con una tesis sobre Epicuro. En aquella época aspiraba al puesto de «encargado de curso» de Filosofía, pero, ya envuelto en los conflictos políticos, se dedicó al periodismo democrático como director de La Gaceta Renana, fundada por los liberales de Colonia y animada por su amigo Mossés Hess. Establece contacto con el grupo radical democrático de los «jóvenes hegelianos», al que pertenecerán también Engels, Bakunin y Hess.

En 1843, Marx entra en contacto con Engels y da los primeros pasos de una colaboración extraordinariamente fructífera. Después de que La Gaceta es prohibida por el gobierno prusiano, Marx se traslada a París desde donde editará un par de números de la revista Los Anales Franco-alemanes, junto con Arnold Ruge. Es en esta revista donde edita La crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, obra determinante en su evolución. En Francia se hace comunista y conoce directamente el movimiento obrero más evolucionado políticamente de su tiempo, a la vez que conoce y estudia algunos de sus pensadores más importantes como Blanqui, Flora Tristán, Dézamy, Proudhom, Blanc, etc. Publica La sagrada familia, una crítica filosófica a los hermanos Hess. A instancia del gobierno prusiano, es expulsado de Francia y debe de trasladarse a Bélgica, donde escribe su crítica a Proudhom --al que antes había elogiado por su obra ¿Qué es la propiedad?- por su libro La filosofía de la miseria con otro titulado justamente Miseria de la Filosofía, y que supone también una crítica al anarquismo avant la lettre. Junto con Engels pasa a formar parte de la Liga de los Comunistas, una organización obrera formada en su mayor parte por exiliados alemanes y cuyo nombre más conocido es Weitling, un comunista cristiano.

Junto con Engels redacta El manifiesto comunista, obra cumbre de la agitación política en la que se encuentra gran parte de los presupuestos que desarrollará más tarde y sobre la cual, por citar un ejemplo, diría Bertrand Russell: «yo no conozco ningún otro documento que tenga igual fuerza propagandística, y esta fuerza proviene de una intensa pasión, vestida intelectualmente con una exposición inexorable. El Manifiesto Comunista (del que existen numerosas ediciones recientes, por ejemplo en El Viejo Topo, con prólogo de P. Fernández Buey) fue lo que dio a Marx su puesto en el movimiento social y este puesto lo hubiese merecido siempre, aunque no hubiera escrito nunca El Capital». Expulsado esta vez de Bélgica retorna brevemente antes de entrar de nuevo en Alemania, donde participa activamente en el movimiento revolucionario como director de La Nueva Gaceta Renana. Sus ideas sobre la revolución las expresa así: «Aunque los obreros alemanes no puedan alcanzar el Poder, ni ver realizados sus intereses de clase sin haber pasado íntegramente por un prolongado desarrollo revolucionario que coincidirá con el triunfo directo de su propia clase en Francia, lo cual contribuirá a acelerarlo considerablemente.

Pero la máxima aportación a la victoria final la harán los propios obreros alemanes cobrando conciencia de sus intereses de clase, ocupando cuanto antes una posición independiente de partido e impidiendo que las frases hipócritas de los demócratas pequeños burgueses les aparten un solo momento de la tarea de organizar con toda independencia el partido del proletariado. Su grito de guerra ha de ser la revolución permanente». Tras el fracaso de la revolución, vuelve a Francia, pero también es expulsado ya que la revolución también ha fracasado y se traslada a Inglaterra, donde, salvo un breve intervalo en 1850 en Hamburgo para intentar reeditar sin éxito La Nueva Gaceta Renana, pasará el resto de sus días con su compañera Jenny y sus hijas, todas ellas casadas con militantes socialistas.

En 1851 publica El 18 Brumario de Luis Bonaparte, donde describe el golpe de Estado y analiza el bonapartismo. Dedicará entonces la mayor parte de sus esfuerzos en el estudio de la economía política capitalista en el British Museum, pasando calamidades y sobreviviendo gracias a lo que cobra por sus artículos y sobre todo gracias a la ayuda que le presta Engels. Producto de este gigantesco esfuerzo será Crítica de la economía política, y años más tarde el primer volumen de El Capital, una obra aún inconclusa --después de su muerte, Engels recompondrá el segundo volumen--, que revolucionará las ciencias sociales. Durante su trabajo de investigador, no cesa en sus polémicas contra diversos socialistas, y responde a la campaña de calumnias que contra él ha desencadenado el famoso naturalista liberal Karl Vogt (un antecesor del estalinismo), contra el que escribe El señor Vogt (ZYX, Madrid).

En 1864. Karl abandona un tanto su labor de estudioso --aunque era plenamente consciente de su importancia--, y forma parte de los fundadores de la Asociación Internacional de los Trabajadores, redactando sus principales documentos y orientando el Consejo General, hasta el final: llevando a cabo una inmensa labor política y teórica, amén de una continua crítica a las diversas tendencias socialistas que componían el movimiento obrero de su tiempo. En su opinión, la «Internacional se fundó para reemplazar las sectas socialistas o semisocialistas por la organización efectiva de la clase obrera para la lucha. Los primeros estatutos y la Memoria inaugural, así lo revelan desde el primer golpe de vista. Además, sí el curso de la Historia no hubiera hecho pedazos el sistema de sectas, el movimiento obrero real hubiera actuado, en relación inversa. Si la clase obrera no está todavía madura para hacer un movimiento autónomo verdadero, las sectas tienen justificación histórica; mas cuando alcanza esa madurez, las sectas son reaccionarias en esencia.

Sin embargo, la Historia demuestra por doquier, que lo viejo pugna por reconstituirse y mantenerse dentro incluso de la nueva forma adquirida» (carta a Bolte). Utilizando mucho tacto en la forma y una gran constancia en el fondo, Marx trató, apoyándose en los sectores más progresivos de la AIT, sentar las bases del movimiento obrero moderno en torno a los sindicatos como organización autónoma y reivindicativa de la gran masa de asalariados y del partido, como la fracción más avanzada del movimiento y que se apoya en un programa revolucionario. En 1871, con ocasión de la instauración de la Comuna de París, Marx aunque no está enteramente de acuerdo sobre la oportunidad de este «asalto al cielo» ni con su desarrollo --considera que debía haber ido más lejos, socializando la Banca, extendiendo la revolución, etc.-, la apoya con todas sus fuerzas y saca de ella las lecciones fundamentales para diseñar lo que considerará la piedra angular de su aportación teórica, la dictadura del proletariado. Algunos de sus seguidores --Mehring, Nin, etc.- han criticado su actitud ante Bakunin y sobre todo, el desacierto que supuso dejarle a éste la bandera de la AIT sin haber establecido una alternativa inmediata.

Al finalizar la AIT, Marx volvió plenamente a su labor científica, dedicando también parte de su atención a la naciente socialdemocracia alemana. Su entusiasmo con esta nueva organización que respondía básicamente a lo que había defendido en la AIT, no es obstáculo para que lleve a cabo una crítica impecable contra el llamado Programa de Gotha, producto de la fusión entre los marxistas y los seguidores de Lasalle. Antes de morir, tiene ocasión todavía de escribir una dura requisitoria contra el «grupo de Munich» que defiende posiciones revisionistas «avant la letre» y en el que se encuentran Bernstein y Hochberg. Los define diciendo que son personas «en teoría cero, en la práctica, buenos para nada, que quieren arreglar los dientes al socialismo (que arreglan para su conveniencia según recetas de la Universidad) y sobre todo al partido socialdemócrata, ilustrar a los obreros, o como dicen, suministrarles" elementos de educación "mediante su confusa semiciencia y, sobre todo, hacer respetable al partido ante los ojos de los burgueses conformistas».

Sobre Marx se han dicho muchas cosas, pero podemos concluir sistemáticamente diciendo que hizo dos aportaciones básicas, descubrió y desarrolló la concepción materialista de la historia y también «la ley especial que preside la dinámica del actual régimen capitalista de producción y de la sociedad burguesa engendrada por él" (Engels), pero esto nos presenta solamente su cara científica, y Marx era: «ante todo y sobre todo, un revolucionario". "Así se explica que Marx fuese el hombre más odiado y más calumniado de su tiempo. Todos los gobiernos, los absolutistas como los republicanos, le desterraban, y no había burgués, desde el campo conservador al de la extrema democracia, que no le cubriese de calumnias, en verdadero torneo de insultos. Pero él pisaba por encima de todo aquello como sobre una tela de araña, sin hacer caso de ello, y sólo tomaba la pluma para contestar cuando la extrema necesidad lo exigía. Este hombre muere venerado, amado, llorado por millones de obreros revolucionarios como él, sembrados por todo el orbe, desde las minas de Siberia hasta la punta de California, y bien puedo decir con orgullo que, sí tuvo muchos adversarios, no conoció seguramente un solo enemigo personal. Su nombre vivirá a lo largo de los siglos, y con su nombre, su obra».

En cuanto al tal Fredéric Engels, (Barmen,1825-Londres, 1895), se puede decir que fue el militante y teórico socialista que creó con Marx el "socialismo científico" o marxismo. Engels no solamente encontró en Marx el mejor amigo que pudo imaginar, también como autor fue su "alter ego" hasta el punto que resulta poco menos que imposible disociar la obra de ambos. Después de la muerte de Marx continuó representando su obra aunque se suele criticar el reduccionismo y los errores de su última etapa estrechamente vinculada a los inicios de la socialdemocracia alemana e internacional. Engels nació en el seno de una familia burguesa, su destino inicial era el de convertirse en un empresario, enviado por sus padres a Manchester a trabajar en un establecimiento.

En Gran Bretaña observó los fenómenos sociales creados por el manchesterismo y escribió La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845; Júcar, Madrid, 1980), que además de resultar un vigoroso retrato de la explotación capitalista desarrolla muchas ideas propias que luego formaron parte del acervo marxista, en la que analiza con maestría las condiciones sociales del obrero, el nuevo «agente revolucionario».. Sus primeros años también son muy paralelos a los de Marx. Actuó siendo muy joven en el movimiento literario democrático radical, La joven Alemania, afiliándose después al movimiento de los Jóvenes Hegelianos. Crece y estudia en un ambiente burgués, conservador y pietista. Sin embargo en el liceo de Elberfeld conecta con las corrientes románticas y liberales. Engels se expresará en esta época mediante la poesía --al parecer, sin demasiada fortuna--, escribe versos sobre héroes antiguos en los que intenta simbolizar sus deseos juveniles de emancipación.

Un año antes de acabar sus estudios su padre decide emplearlo en el comercio, empezando a estudiar para ello en 1838. Lo hace en Bremen donde descubre la miseria de la clase trabajadora, y comienza a colaborar con el movimiento de la Joven Alemania de carácter liberal y literario. Un año más tarde lee La vida de Jesús de Straus e inicia con gran entusiasmo el estudio de Hegel, en pleno proceso de radicalización se aproxima a los Jóvenes Hegelianos, asumiendo ideales socialistas todavía no claramente definidos. En 1841 se traslada a Berlín donde entra en relación con el Doktorkulb, un círculo de la izquierda hegeliana, escribiendo un ensayo contra Schelling que resulta ser su carta de presentación en los medios avanzados. Enviado por su padre a Inglaterra donde tenía negocios, Engels entra en contacto con las luchas y el movimiento obrero organizado lo que significará un cambio cualitativo en su evolución, escribiendo su primer ensayo sobre materialismo histórico, con su Esbozo para una crítica de la economía política.

A su regreso, pasa por París y hace amistad con Marx con el cual escribe La sagrada familia (1845), primer eslabón de una colaboración sólo interrumpida con la muerte.

Con Marx colabora primero con los Fraternals Democrats, después con la Liga de los Justos, a la que convierten en Liga de los Comunistas para la que escriben El manifiesto comunista (1848), obra cumbre del panfleto político y del materialismo histórico. De vuelta a Alemania, Engels participa en primera fila en la revolución de 1848 y colabora intensamente con la Nueva Gaceta Renana hasta su secuestro en 1851. Sus esfuerzos se concentrarán desde esta época en organizar y orientar el naciente movimiento obrero y en profundizar el campo de la teoría revolucionaria. Establecido en Manchester se une con la revolucionaria irlandesa Mary Burns --capítulo sobre el que Marx no quiere saber nada, incluso aún después de la muerte de ella, ocasionando la única sombra de la amistad entre ambos-- y estudia técnicas militares, fisiología y etnología.

Sus libros, artículos y ensayos sobre los temas más diversos forman extensísimo catálogo durante estos cincuenta en los que la estrella de los acontecimientos resulta muy tenue. Con una buena fortuna heredada tras la muerte de su padre, Engels sostiene la economía casera de Marx metido en sus tareas de investigador. Establece contacto con el nuevo movimiento obrero alemán y desarrolla una intensa actividad dentro de la AIT como miembro del Consejo General. Interviene decisivamente en el debate contra los bakuninistas, contra los que escribe Los bakuninistas en acción, en la que tiene como trasfondo la insurrección cantonal española del verano de 1873 y en la que, por falta de información seria, desmenuza la importancia de los anarquistas. Escribe contra ellos: «...Los antiautoritarios exigen qué el Estado político autoritario sea abolido de un plumazo, aún antes de haber sido destruidas las condiciones sociales que lo hicieron nacer. Exigen que el primer acto de la revolución social sea la abolición de la autoridad. ¿No han visto nunca una revolución estos señores? Una revolución es, indudablemente, la cosa más autoritaria que existe...».

Comienza su trabajo de acompañamiento de la joven socialdemocracia alemana --a la que criticará junto con Marx en diversas ocasiones--, desarrollando una intensa tarea en criticar otras corrientes políticas e ideológicas --muestra de ello es su impresionante Anti-Dühring--, estudiando nuevos aspectos de la teoría, cuidando la edición de diversas obras de Marx que muere en 1883, dejándolo hasta su muerte como el mentor de la continuidad marxista. Mantiene una amplísima correspondencia con los principales dirigentes de la socialdemocracia clásica internacional. Durante la época de la II Internacional se creyó que Engels consideraba que los progresos de la democracia, el reforzamiento de las organizaciones obreras y las transformaciones que la evolución de la tecnología militar introducían en los conflictos callejeros hacían definitivamente imposible e inútiles los métodos de acción directa, y que el socialismo debería lograrse por la vía pacífica y por lo tanto gradualista y parlamentaria.

Esta idea reasumida ulteriormente por el eurocomunismo, se fundamenta como decimos más atrás en una manipulación de su texto original. Manipulación que denunció Engels en una carta a Lafargue diciendo: «Liebknecht acaba de jugarme una mala pasada. Ha tomado de mi introducción a los artículos de Marx sobre la Francia de 1848-1850 todo lo que podía servirle para sostener la táctica apacible y antiviolenta a ultranza que hace algún tiempo se dedica a predicar, especialmente ahora que están preparándose leyes coercitivas en Berlín. Pero dicha táctica únicamente la predicó para la Alemania de hoy, y además con muchas reservas. Por lo que respecta a Francia, Bélgica, Italia y Austria, no puede seguirse esa táctica en su conjunto, y es muy posible que en el futuro sea inaplicable para Alemania»..

A diferencia de los lectores de otros tiempos, el lector actual que busque por los rincones de las librerías , sobre todo en las de segunda mano, y en los estantes de los viejos militantes, encontraran una enorme bibliografía, comenzando por la biografía clásica más reconocida de Marx, que es sin duda la de Mehring (Grijalbo), la más erudita y minuciosa quizá sea la de Auguste Cornú, Carlos Marx y Federico Engels (Instituto del Libro Cubano, La Habana, en cuatro volúmenes), la más inquietas e incisivas sean las Karl Korchs (Ariel), y la de Maximilian Rubel: Marx sin mito (Octaedro, BCN, 2003). Rubel es autor también de Karl Marx, ensayo de una biografía intelectual (Paidos, Buenos Aires), y Cronología de Karl Marx (Anagrama).

Muy importantes también son las David McLean (Grijalbo) y la de Boris Nicolayewsky y Maencehn-Helfen (ed. Ayuso). David Riazzanov, uno de los eruditos marxistas más importantes sobre Marx ha publicado En Memoria de el Manifiesto Comunista (Ayuso), Carlos Marx y Federico Engels (Ed. Comunicación), y La pasión de Karl Marx (Grijalbo). Anagrama editó Conversaciones con Marx y Engels, de Hans Magnus Ezneberger. A destacar también Karl Marx, en documentos propios y testimonios gráficos (Edicusa, Madrid), o Lo que verdaderamente dijo Marx, de Ernest Fischer-Franz Marec (Aguilar), y la de conservadora de Isaías Berlín (Alianza).

El capítulo de su formación está cubierto, entre otros, por: La génesis del materialismo histórico, de Mario Rossi, obra monumental de la cual sólo hay una parte traducida al castellano, compuesta por 1. La izquierda hegeliana. 2. El joven Marx. 3. La concepción materialista de la historia (Comunicación, Madrid, 1971); La génesis del pensamiento filosófico de Karl Marx, de Sidney Hook (Ed. Seix Barral), La teoría de la revolución en el joven Marx, de Michael Lowy , La formación del pensamiento económico de Karl Marx: de 1843 hasta la redacción de El Capital, de Ernest Mandel (ambas en ed. Siglo XXI). Un estudio bibliográfico primordial es el de Pedro Ribas, La introducción del marxismo en España (1869-1939), (Ed. de la Torre, Madrid, 1981), y un compendio enciclopédico es el Diccionario del pensamiento marxista (Tecnos, Madrid, 1984), escrito por un equipo bajo la dirección de Tom Bottmore…

Entre sus obras editadas, valgan al vuelo estas notas que seguro requieren una´buena revisión: Diferencia de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y Epícuro (Ayuso, Madrid, 1971); Crítica de la filosofía del Estado de Hegel y La cuestión judía, en Los anales franco-alemanes (Martínez Roca. BCN); Manuscritos económico-filosóficos (Alianza, Madrid, 1968); La sagrada familia (o crítica de la crítica contra Bruno Bauer y consortes), con Engels (Grijalbo, México, 1958); Las formaciones económicas precapitalistas (con prólogo de Eric J. Hobsbawn, ed. Cuadernos de Pasado y Presente); La ideología alemana, con Engels (Pueblo Unido, Montevideo, 1968, hay una traducción catalana en Edicions 62); La miseria de la filosofía (Aguilar, Madrid, 1973); con Engels, Contribución a la crítica de la economía política, prólogo de M. Dobb, con cartas de Marx, Engels y Lasalle (Comunicación, Madrid, 1970)…

Trabajo asalariado y capital. Salario, precio y beneficio (ed. Nova Terra, Barcelona, 1970); El 18 Brumario de Luis Bonaparte (Ariel, BCN, 1968); La lucha de clases en Francia, prólogo de Engels (Akal); Los fundamentos de la crítica de la economía capitalista (Comunicación, Madrid, 1972, II tomos); La guerra civil en Francia, introducción de Engels (Ricardo Aguilera, Madrid, 1970; Ed. Cultura Popular, Madrid); El Capital (Crítica de la economía política), con apéndice de Marx, Engels, Lenin y otros (Fondo de Cultura Económica, México, Akal ha hecho otra traducción que se compone de ocho tomos, otra edición, quizá la más cuidada es la de Grijalbo); Cartas sobre el Capital, con Engels (Edima, Barcelona); Teorías sobre la plusvalía (Comunicación, Madrid, 1974, II tomos).

Entre las selecciones: Sobre el modo de producción asiático, introducción y selección de Maurice Gordelier (Martínez Roca, Barcelona, 1969), Sobre arte y literatura, selección y prólogo de Valeriano Bozal (Comunicación); Sociología y filosofía social, selección e introducción de T. B. Bottomore y M. Rubel (Península, Barcelona, 1977), El marxismo y la cuestión nacional, con otros autores (Avance, BCN, 1977), Karl Marx, sociólogo del modo de producción capitalista, selección e introducción de Lorenzo Díaz Sánchez ( Akal, Madrid, 1976), Textos sobre la Primera Internacional (Castellote ed. Madrid, 1972), Sobre el sindicalismo, selección y pról. de J. Freville (2 tomos, Laia, Barcelona, 1976), Marxismo y terrorismo, con otros autores (Grijalbo), Sobre la religión (Sígueme, Salamanca, 1974), Escritos económicos varios (Grijalbo, México, 1962). Sobre la cuestión colonial (Cuadernos de Pasado y Presente), La revolución española (Ariel, BCN, 1967), La guerre civile nordeamericaine, Sur la socialdemocratie alemande (ambos en ed. 1O/18, París), Socialismo libertario, socialismo autoritario (Viejo Topo, Barcelona), Contra el anarquismo, con Engels y Lenin (ed. Progreso, Moscú), etc., etc. En todas ellas participa Engels. Obras escogidas y completas (dos tomos, Akal, Madrid, 1975), Antología de Marx, efectuada por E. Tierno Galván (Edicusa, Madrid, 1972). En cuanto su correspondencia, aquí se ha publicado la que tiene con Engels, en una edición anotada por Lenin (Grijalbo), y Cartas a Kugelman (Laia, BCN, 1975). Sus Obras Completas comenzaron a ser editadas por Grijalbo, en traducción de Manuel Sacristán.

En cuanto a engels, no hay que decir que su obra es también indisociable de la de Marx, pero podemos ceñirnos a los títulos más específicos relacionados con él, como sus biografías, la clásica de G. Mayer, Friedrich Engels. Una biografía (FCE,. México), y la más asequible de J. M. Bermudo Avila, Conocer Engels y su obra (Ed. Dopesa, Barcelona, 1980).

Entre los diversos estudios de Engels conviene citar el de P. v. Kopnin, Engels y la filosofía de Hegel (Paidós, Buenos Aires, 1975), Engels y el materialismo histórico, de G. L. Gorshkova, Engels y la ciencia marxista, de E. T. Meliujin, Engels y la lógica de dialéctica, de I. S. Narsky, todos ellos autores soviéticos y editados también en Paidós. Pero sobre todo hay que destacar, El pensamiento filosófico de Engels, de Giuseppe Prestino (Ed. Siglo XXI, Madrid, 1975). Entre las otras obras propias de Engels están: Temas militares, Las guerras campesinas en Alemania, Dialéctica de la naturaleza, Anti-Dühring (La subversión de la ciencia por el señor Dühring), todas ellas fueron editadas por Grijalbo; El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Del socialismo utópico al socialismo científico, Crítica al programa de Erfurt (en Ayuso, Madrid); Escritos (Historia y economía, crítica social, filosofía, cartas) (Península, BCN, 1970; La revolución de la mayoría, selección y apéndice de Liana Longinotti (Avance, Barcelona, 1975), que reincide en la manipulación de sus escritos esta vez para justificar posiciones eurocomunistas...

Lo más curioso de todo esto, es que sí bien el lector no versado, puede encontrarse con dificultades en un principio, en la medida que avanza, y se hace al lenguaje, comienza conocer los hechos, llega a un momento en el que se engancha, algo que mi me ocurrió con el Mehring, pero también con las páginas de la correspondencia entre ambos señores, los que mejor describieron el génesis, impulso, desarrollo, apogeo y decadencia del capitalismo. Claro, que otra cuestión es la de las alternativas, y en esto el capitalismo ha resultado especialmente perverso, ha sabido corromper a sus propios revolucionaros, pero sobre esto también habría mucho que hablar.

Doctor Vidal, gracias donde quiera que esté